¿Somos un incordio sudamericano?
El Movimiento al Socialismo (MAS) llegó al gobierno el año 2005 sin estar seguro de lograrlo. Era un partido de mestizos e indígenas que sabiéndose fuerte, no creía posible acceder al poder desplazando a las fuerzas tradicionales. Evo Morales ya había tenido una magnífica elección en 2002, perdiendo por escaso margen contra Gonzalo Sánchez de Lozada. Sin embargo, el 2005, los masistas obtuvieron un rotundo triunfo sobre Podemos del liberal Jorge Quiroga, y no supieron qué hacer con su victoria, incrédulos de tener a un Evo Morales, cocalero iletrado e ignorante, como presidente electo de la República.
Internamente, una vez en el mando, como un movimiento odiador de los gringos y enemigo del capitalismo, obligaron a realizar nuevos contratos a las empresas petroleras que trabajaban en Bolivia, a lo que llamaron “nacionalización”, que no fue tal. Con un aluvión de dólares, producto de las rentas del gas —resultado del esfuerzo de sus antecesores— Morales se dedicó a crear o mejorar demagógicamente algunos bonos populares, y a destinar ingentes recursos a la inversión pública, para crear empleos destinados a satisfacer las demandas de sus seguidores; e invertir cuantiosas cifras en empresas estatales que hasta el día de hoy continúan con números rojos y donde fue a parar el dinero de los bolivianos. Pero al pueblo se lo tenía contento con la Nueva Bolivia y eso se aprovechó para elaborar la mal redactada y tramposa Constitución de 2009.
Si bien internamente, con una población que se conformaba con pocos regalos, Evo Morales era popular, en el campo externo —donde no sirven las dádivas ni los bonos solidarios— la situación no fue igual. Al cabo de unas semanas, se había eliminado del servicio exterior boliviano a todos los diplomáticos que, se suponía, eran de una oligarquía inventada. Es decir, a casi toda la planta de funcionarios. Esto ejecutó el canciller Choquehuanca (un brujo aimara) con pleno conocimiento del presidente Morales.
Se realizó, porque, en primer lugar, a la nueva administración no le interesaban los temas que estaban pendientes con las naciones vecinas, salvo el gas y luego el mar. En segundo lugar, porque el afán de Evo Morales era acercarse a Castro y a Chávez, a Gadafi e Irán, y naturalmente distanciarse de Estados Unidos, país al que odia hasta el día de hoy. ¿Acaso le importaban los tratados de hacía muchas décadas, si estaba floreciendo una Nueva Bolivia?
Una cancillería que desconocía la historia diplomática del país, que se creía refundacional, se ligó de inmediato a Cuba y Venezuela, lo que era de esperar. Pero el presidente Morales (que era el verdadero canciller) fue mucho más allá y expulsó al embajador estadounidense Philip Goldberg, además de la DEA y USAID. De esa manera quedaba con las manos libres, sin observadores ni críticos, para llevar adelante sus cultivos de coca que crecieron notablemente como creció el narcotráfico.
Pero, además, rompió relaciones diplomáticas con Israel y estableció serios contactos con Libia, Irán, Irak, y naturalmente con Rusia, su actual aliada militar y cuya empresa Rosatom construye el reactor nuclear de El Alto. Las relaciones comerciales con China se multiplicaron, lo que no hubiera extrañado a nadie si no fuera por los contratos leoninos que firmó el Estado Plurinacional con algunas empresas de ese país. Además del mal sabor que nos dejó la compra del carísimo satélite Tupac Katari, del que, una vez en el espacio, no se tuvo muchas noticias más. En suma, Bolivia se convirtió en pocos años en asociada de todas las naciones con las que EEUU tenía diferencias o enemistad.
Lo que ha preocupado a algunos de nuestros vecinos (Argentina y Chile) ha sido que, luego del encuentro que mantuvieron el año pasado Arce y su colega iraní Ebraim Raisi, este 2023 ha sido el ministro de Defensa boliviano, Edmundo Novillo, quien se reunió en Teherán con su contraparte Mohamed Reza Ashtiani, suscribiendo un acuerdo de seguridad fronteriza y lucha contra el narcotráfico. No obstante, Novillo sólo se ha referido al interés de Bolivia para que la República Islámica de Irán pueda colaborarle en la reparación de aviones militares y en la dotación de drones.
No debemos olvidar que en esta nuestra aventura con los persas, Evo Morales invitó, el año 2011, a unos actos militares, nada menos que al ministro de Defensa, Ahmad Vaidi, imputado como uno de autores intelectuales del ataque a la israelita Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, donde murieron 85 personas y hubo más de 300 heridos. La presencia de Vaidi en Bolivia causó estupor en la colonia judía en Buenos Aires y preocupación en el Gobierno argentino, al extremo que Morales se vio obligado a invitar a su huésped a abandonar el país.
¿Qué sucede con la diplomacia boliviana que pierde el mar y el Silala en La Haya y que da a esas derrotas una interpretación sesgada y mentirosa? ¿Qué razón poderosa existe para que Bolivia viva alejada de Europa y EEUU? ¿Por qué sus relaciones diplomáticas están totalmente ideologizadas? Estando en el centro de Sudamérica, con cinco vecinos, ¿por qué nuestras relaciones con ellos están absolutamente narcotizadas o sumidas en el contrabando? ¿Cómo es posible que hayamos sido relegados en la autovía interoceánica Brasil-Paraguay-Argentina-Chile que nos elude intencionalmente debido a nuestra manía de bloquear caminos durante todo el año? ¿O que Morales se entrometa en asuntos políticos como en el caso peruano? ¿Por qué, si somos tan demócratas, respaldamos a las dictaduras y votamos apoyándolas en la ONU y en la OEA? ¿Cómo es posible que le demos la espalda a la agredida y heroica Ucrania por el deseo de halagar a Putin?
Habría mucho más para mencionar sobre esta descalabrada y desorientada diplomacia, pero con esto es suficiente. No obstante, hay que insistir en que abrir las puertas a Irán y tratar de conformar una vinculación militar con ellos es una peligrosa chifladura, es algo que va a preocupar mucho a nuestros vecinos y que no le producirá ningún beneficio a Bolivia.
Columnas de MANFREDO KEMPFF SUÁREZ