Violencia: sustantivo femenino
Para la antropóloga Francoise Heritier la discriminación a las mujeres es un fenómeno de alcance universal. Y la violencia de género, así como la violencia machista no responden a una ferocidad natural, sino son productos de un exceso de cultura patriarcal.
En los últimos cuatro meses en el país se han cometido treinta feminicidios. Tres decenas de mujeres asesinadas por sus parejas, exparejas o personas con quienes tenían algún lazo emocional. Odalys, a casi dos meses de su desaparición, continúa siendo buscada. Hace once años, gracias a la aprobación de la Ley 348, este tipo de asesinatos se ha tipificado como feminicidio. Quedó atrás la justificación de que los hombres cuando mataban a las mujeres se encontraban en un estado mental y emocional de ofuscación, fuera de sus cabales, o cegados por los celos. Estas razones atenuaban la pena o sanción, pues en una situación de violencia se alegaba que “se les había pasado la mano”. Actualmente, gracias a la Ley 348 este tipo de violencia por lo menos contempla la pena de 30 años de cárcel. Aunque cabe reflexionar que los resultados y las consecuencias de estos feminicidios son irreparables, las mujeres son asesinadas y dejan en la indefensión y orfandad a sus hijos.
Bolivia definitivamente es un país violento con las mujeres. En la misma ley se ha clasificado 16 tipos de violencias hacia ellas. Una de las más comunes es la intrafamiliar, la que ocurre en el ámbito privado. Se ha llegado a tener 400.000 denuncias sobre este tipo de violencia en los años que está vigente esta ley.
¿Y qué decir de la violencia sexual? Tal vez es la que marca mucho más a nuestro género. Siendo mucho más traumática la experiencia en niñas y adolescentes sobre las que recae el abuso de sus violadores, aprovechando su poder de adulto, las más de las veces. La escritora y feminista Millet explica que el patriarcado se basa en el uso de la fuerza y la violencia sexual sobre las mujeres, entre la que se incluye la violación como uno de sus mecanismos.
En este contexto, resulta inaudito que, a dos legisladores, y del partido de gobierno que enarboló la despatriarcalización, se les haya ocurrido ir en contra de la ley 348, que costó la muerte de muchas mujeres, y el sello de la violencia en los cuerpos de las que están vivas.
Resulta insólito que, de manera espontánea, y ligera estos asambleístas hayan calificado a dicha normativa como una ley antihombres que destruye familias. Sostienen que es una ley utilizada por las mujeres, a través de la mentira para aprovecharse de los hombres, y sentar denuncias sobre casos inexistentes. Eso es querer echar por la borda con base en la excepción una ley que protege al conjunto de las mujeres. Es desconocer que las mujeres bolivianas respiramos machismo y patriarcado, que somos violentadas cotidianamente, pero como la violencia se ha naturalizado, ya nada nos eriza la piel u horroriza. La violencia si tiene género y recae con todo el peso y la furia de sus agresores en las mujeres, pues el 90% de las víctimas de violencia familiar son mujeres y el 95% de las víctimas de violencia sexual son niñas, adolescentes y mujeres, de acuerdo con los datos de la Coordinadora de la mujer.
Que la justicia debe mejorar, pues esta se encuentra en una crisis, es una verdad generalizada, por tanto, lo correcto sería exigir el mejoramiento de ésta en la atención de la violencia hacia las mujeres. Contar con más juzgados, fiscales, jueces, peritos, y lo que sea necesario para la resolución y resarcimiento de los casos.
Con el anteproyecto 143-2023-2024 de modificación a la Ley 348, retrocedemos en los derechos ganados por las mujeres y una vez más se profundiza el desprecio que el país tiene hacia ellas. El avance de este anteproyecto supondría que se cuenta con un Estado que no resguarda ni siquiera normativamente la integridad de su población femenina.
Violentar a las mujeres hasta matarlas sólo sucede en nuestra especie, pues no existe un comportamiento semejante en la fauna. Señalaba Heritier: “La humanidad es la especie más estúpida. Es la única donde los machos matan a sus hembras”.
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ