Santa Cruz y las elecciones del Bicentenario
Existe un debate muy intenso sobre la posición política de Santa Cruz frente a las próximas elecciones. Para conducirnos con rigor en el análisis, habría que reconocer los grandes cambios que se han producido en Santa Cruz desde finales del S XX y concluir que no hay “una” Santa Cruz, homogénea, en los campos social, económico, político o cultural y la construcción de la realidad cruceña, incorporando a nacidos y habitantes, obliga a superar la ligereza de respuestas que sólo demuestran desconocimiento. Dos son los elementos básicos imprescindibles de considerar; el que se refiere a la impronta cultural que posee el apelativo genérico de “camba/cruceño” y que ha logrado establecer una impronta; y el segundo, a la cualidad de desarrollo económico que aporta y despierta un atractivo innegable de migración e inversión económica de capitales nacional e internacional, por quienes quieren y buscan mejores oportunidades frente a la competencia y la crisis mundial.
Ese complejo fenómeno social, requiere la identificación de algunas variables. La primera tiene que ver con el carácter regionalista que se nos asigna a los nacidos en Santa Cruz, recordando que es una conducta similar a la que existe en los otros ocho departamentos. El nacer en un lugar es un azar que al tomarse consciencia de ello y asumirlo como un valor, adquiere una dimensión cultural, humana de pertenencia, similar a la familia o el barrio aportando seguridad, protección e integración por sus lazos de solidaridad. Es un vínculo positivo que genera respeto y tolerancia al aceptar que cada persona distinta, cuenta con el suyo.
Sin duda que Santa Cruz es una combinación de geografía e historia, y su construcción pasa por un modo de hablar, de alimentarnos, de vestimenta en función del clima, con formas de exteriorizar sentimientos, alegrías y tristezas; hay una visión simbólica que se representa en la Ciudad de los Anillos, y suma la cultura de chiquitos, chaco, valles, guarayos, pantanal, y a la tierra como factor que define la matriz económica y la reproducción ideológica.
Las diferencias con las manifestaciones de otros departamentos, están dadas por estas mismas razones de representación simbólica. Gracias a la cultura, las diferencias disminuyen su confrontación por el aprendizaje mutuo y permiten superar la descalificación por origen geográfico, étnico, económico, religioso o ideológico.
En esta construcción desde el Oriente, han aparecido protagonistas que la refuerzan. Andrés Ibáñez por su aporte a la visión de país solidario y con organización federal, Melchor Pinto con su defensa de la ciudadanía activa, Bonifacio Barrientos Sombra Grande, que aportó la paciencia para reconocer al Tumpa entre el pasado y el futuro; y en lo grupal, mutuales, y la Sociedad Geográfica e Histórica con el Memorándum de 1904, proponiendo un país integrado con una visión desde la llanura.
Santa Cruz expresó la rebeldía de los departamentos alejados del centro de poder frente a esa sensación de abandono y a la demanda de ser reconocidos como sujeto territorial por el “centralismo andino excluyente”. La frustración de no lograr lo que se esperaba y la identificación de trabas como parte de una “confabulación perversa”, se convirtió en exigencia de ser escuchados, y sirvió para recordar que los espacios en política, economía y sociedad, se ocupan y se ganan, nadie los regala.
Si analizamos en conjunto, y superamos los errores y equivocaciones, evidentemente existen razones para reconocer que se han logrado resultados que han favorecido al conjunto nacional con la preservación de los territorios de Mojos y Chiquitos, las regalías, la propuesta de participación popular, descentralización, autonomía y federalismo, las elecciones de autoridades o la apertura de oportunidades que generan desarrollo.
La existencia de las naciones exige integración, complementariedad y la cohesión del sujeto colectivo y que, al no ganarse por conmiseración y lástima, es necesario asumir un reto a partir de las ventajas comparativas convertidas en competitivas ganadas con trabajo y el uso inteligente de ellas. El logro de tales ventajas ha puesto a Santa Cruz en el centro de la economía y de la política y la han convertido en la síntesis de la nacionalidad. En esa perspectiva y con una posición de responsabilidad mayor, debemos decir con firmeza que no somos un objetivo electoral, un territorio de conquista política o un campo de confrontación o de avasallamiento. Debemos reconocernos y asumir la cualidad de un espacio del territorio nacional que es necesario preservar y fortalecer para acompañar el proceso de nuestro desarrollo. Sólo así lograremos apoyar el que necesitamos los nueve departamentos asumiendo la dificultad de esta perspectiva que debe ser entendida como una oportunidad. Nadie es más ni mejor, solamente diferentes para complementarnos.
Estamos frente a un reto humano que deja de ser designio divino, profecía o pretensión chovinista y exige que construyamos colectivamente nuestra respuesta.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA