Carajo
Creo que ante la posibilidad -cercana o lejana- de la realización de próximas elecciones nacionales, lo mejor que uno puede hacer es no perder el buen humor ante tanto disparate que se produce diariamente, me imagino que eso -el reírse ante tanta idiotez- no está prohibido “por ley”.
Distrayéndonos un poco, diremos que la recurrente palabra “carajo” es muy común en nuestro medio, hasta nos es casi familiar, al extremo que se dice carajo en cualquier momento y sobre cualquier cosa, inclusive se hizo célebre cuando Eduardo Abaroa ante el ultimátum de los chilenos cuando le emplazaron a que se rindiera para no ser acribillado, les respondió valiente y heroicamente: “¡Que se rinda su abuela carajo!”.
Al escucharle a don Samuel Doria Medina, en sus spots políticos -muy distante de la heroicidad de Abaroa- que resolverá el problema económico en “100 días carajo”, me pongo a pensar, al final de cuentas, qué quiere decir realmente la palabra “carajo”, tema que me interesa mucho más que el de la vulgaridad política.
Prefiero comenzar con el origen de este popular término, que es el más serio y uniforme.
Se señala que en lo más alto de los barcos antiguos impulsados por velas, en los que se viajaba durante varios meses, existía en lo más alto del buque, en la punta del palo mayor, una especie de pequeña canasta de madera donde una persona no se podía mantener mucho tiempo porque sobrevenían fuertes mareos e indisposiciones. Esa canasta se llamaba “carajo” y ahí se mandaba de castigo a los tripulantes que infringían las reglas del barco; es decir, “se los mandaba al carajo”.
Ese es el verdadero origen de esta palabra. Tiempo después, de acuerdo a las costumbres y decires de los diversos países hispanoparlantes se le da diversos significados, casi todos negativos, así para algunos pueblos carajo quiere decir: “miembro viril”; persona a la que no se quiere mencionar cuando llega a una reunión: “ya llegó ese carajo”; cuando se rechaza el criterio de una persona: “al carajo con tus consejos”; tener un mal fin: “este se va al carajo”; falta de interés: “me importa un carajo”; desdeñoso: “no vale un carajo” y etc., etc.
Como se verá la palabra en cuestión tiene varios significados, pero todos negativos, por eso es preferible y más serio quedarse con su significado original, en función del barco, de ahí que a propósito de lo apostrofado por don Samuel sería mucho mejor que “los mande al carajo”, a la punta del palo mayor, a los viejos politiqueros recontraquemados que lo están rodeando, porque éstos solo están velando sus intereses personales y “les importa un carajo” la suerte del país, aunque lo más probable es que me digan: “Andate al carajo con tus consejos”.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA