Confianza electoral
Hoy acudimos a las urnas en un ambiente marcado por dos factores: la confianza en el proceso democrático y la vigilancia al desarrollo de las elecciones.
Ambos elementos conforman un ambiente muy diferente a los imperantes en elecciones generales pasadas.
A ellos se suma el panorama electoral, muy distinto a los que tuvimos desde 2005, y que resulta de la división del partido que ganó cuatro de las cinco elecciones generales válidas que hubo este siglo, y gobernó Bolivia durante casi 20 años.
Y también está la situación económica del país, enfrentado a una crisis que deberá resolver el próximo Gobierno. Aspecto que alienta una expectativa mayor en las elecciones y sus resultados.
Esa expectativa, que se traduce en la esperanza de que superaremos este difícil trance económico, no sería como es sin la confianza en el correcto desarrollo del proceso que nos lleva a votar hoy.
Y esa confianza, parte esencial de la construcción de la democracia boliviana, es fruto de la acción institucional.
En primera instancia, la del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que supo crear las condiciones de un proceso electoral iniciado con todas las incertidumbres dejadas por el de las elecciones judiciales que se realizaron con un año de demora.
Esa incertidumbre se diluyó con la acción coherente de un TSE que logró comprometer con ese propósito a los otros órganos del Estado, aunque su afán tuvo resultados parciales en el Legislativo.
El TSE consiguió también comprometer la acción de instituciones de la sociedad civil, como la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia y la Asociación Nacional de Periodistas que contribuyeron a realizar el primer debate presidencia que tuvo el país en décadas.
Aunque esa iniciativa no se completó como estaba previsto, el encuentro de los ocho candidatos presidenciales, que se interpelaron mutuamente de manera ordenada, tuvo un impacto significativo, al menos para conocer mejor a quienes pretenden gobernarnos.
Previamente, la apertura del TSE, invitando a todas las organizaciones políticas para que examinen el Padrón Electoral –sin que alguna respondiese positivamente–contribuyó a la confianza que hoy se merece.
Es una confianza acompañada de alerta vigilancia –ciudadana e institucional– proporcional a la magnitud del despliegue organizativo que significan estas elecciones, y a la expectativa sobre su correcta realización y el respeto de los resultados.
“Es el proceso electoral que contará con la mayor cantidad de misiones de observación electoral, nacional e internacional, en la historia de Bolivia. En conjunto, suman 3.500 observadores”, señala con acierto la Defensoría de Pueblo.
Así, votemos hoy con la confianza de que nuestra elección conducirá al país a una transición gubernamental “pacífica, democrática”, como dijo ayer el presidente del Estado.