Reestructuración de la comisión pro festividad de Urkupiña
Johnny Fernández Rojas
Periodista y gestor cultural
elalteniano@gmail.com
El Artículo segundo de la Ley No. 2536, del 23 de octubre de 2003, sentenció: “Confórmase una Comisión Interinstitucional para la organización y promoción de la Festividad Religiosa de la Virgen Nuestra Señora de Urkupiña, con la participación de representantes de la Prefectura del Departamento, Alcaldía Municipal de Quillacollo, Instituto Boliviano de Turismo, Asociación de Conjuntos y Fraternidades Folklóricas e Iglesia Católica”.
De la citada “Comisión”, cuatro de ellas cambiaron de razón social: el Instituto Boliviano de Turismo, fue absorbida por el Vice Ministerio de Turismo (actualmente dependiente del Ministerio de Educación); la Prefectura, fue bautizada como Gobierno Autónomo Departamental, la Asociación de Conjuntos y Fraternidades Folklóricas, que adoptó su nominación como Asociación de Fraternidades Folklóricas “Virgen de Urkupiña y la Alcaldía, reconocido como Gobierno Autónomo Municipal, cuyos representantes, excepto del Vice Ministerio, solamente se reúnen semanas previas a la Festividad, para atender y encarar emergencias del proceso organizativo, es decir, sólo cuestiones coyunturales, sin asumir con la seriedad y el trato sostenido de las obras infraestructurales, la comprensión plena del significado de la manifestación folklórica-religiosa, el relegamiento de una permanente promoción de la misma, etc. etc., condiciones que demandan una sostenida dedicación.
Al siguiente año, nuevamente se advierten las apresuradas reuniones para una precipitada programación, y ello, acaba ahí de manera recurrente, sin dar lugar, ni siquiera a una evaluación, es decir, que un censurable carácter cíclico, se apoderó de ella, y que ya se la asume como característica.
En casi dos décadas de vigencia de esa norma nacional y de la “Comisión”, el desarrollo de la manifestación religioso-folklórica, no ha registrado mejoras sustanciales en cuanto a la preparación y profundización de su realización, acciones que deberían obedecer al mandato de esa ley, cuyo espíritu inclusive, estimuló: “el Poder Ejecutivo, queda encargado de tramitar y obtener recursos financieros nacionales e internacionales, para promover e incentivar el turismo, el espíritu religioso y las costumbres de la Festividad Religiosa Nuestra Señora de Urkupiña”.
Obviamente, la Ley lo instruye, pero en la práctica es otro el comportamiento. Y ante la actitud contemplativa de estos “responsables”, lo comercial y lo pagano, cabalgan con roles cada vez más protagónicos, en desmedro principalmente de lo religioso. Las reiteradas propuestas expresadas a la Comisión desde lo externo, no tuvo acogida favorable, es más, y de manera frecuente, se sugirió también, la inclusión a la “Comisión”, a representantes de sectores que intervienen de manera directa en la ocurrencia del “fenómeno social”, que así se la ha identificado últimamente a la Festividad de Urkupiña.
Instancias como: los bordadores que aportan con el color, los músicos con el sonido, los periodistas con la información, la gastronomía con el sabor, los transportistas con la movilización, los efectivos policiales con el orden y otros sectores, cuyas acciones contribuyen determinantemente a la celebración de la fiesta, se hallan excluidos del proceso preparatorio, ejecutivo y evaluativo.
Inclusive, en varias ocasiones, excepto los de la Iglesia Católica, los representantes de estas instituciones que conforman la Comisión Interinstitucional, hicieron aflorar conflictos internos, que lamentablemente rebasaron sus propios controles, provocando con ello, riesgos a la organización, y al mismo desarrollo de la Festividad.
REESTRUCTURACIÓN
El urgente e incuestionable funcionamiento de una instancia social independiente, transparente, con autonomía administrativa y de gestión, además con la intervención de representaciones de instituciones y organizaciones que participan directamente de la planificación, desarrollo y evaluación de la Festividad, al que se adherirían personas particulares, que conferirían:
Mejor y apropiada estructura orgánica, con concepciones integrales de la Festividad.
Oportuna y apropiada preparación y planificación del evento, expresadas en la adopción de estrategias permanentes de promoción de la multifacética expresión urkupiñista.
Evaluación crítica de la misma, condición que la retroalimentará de manera significativa.
Comunicación e interacción con otros procesos organizativos de la Festividad en varios lugres del país y del mundo.
ACTITUD CENSURABLE
Desde hace mucho tiempo, (medio siglo aproximadamente), la Festividad suele ser “apropiada” por las autoridades municipales de Quillacollo, obviamente esa conducta obedece a los protagonismos políticos que los obligan a actuar de esa manera, y en este afán, la Festividad la convierten para ellos, en una inmejorable palestra para esos cuestionables propósitos, las que lógicamente, no siempre están alineados a la esencia religiosa.
Esta falsa concepción y práctica deben ser revertidas irrebatiblemente a su original ocurrencia y “propiedad”, es decir, a la misma feligresía en general, y como tal, debe ser innegociablemente reorientada a la nueva y moderna visión del “fenómeno social de Urkupiña”.
Ese comportamiento inerte de la Comisión, relegó entre otros, la tarea de acelerar la nominación de declaratoria: “Festividad de la Virgen de Urkupiña, Patrimonio Intangible de Fe, de Cultura y de Integración de la Humanidad”, el añorado emplazamiento de la Basílica Menor de Urkupiña, las gestiones para la denominación de Ciudad de Quillacollo como Capital Folklórica del Departamento etc., etc., máxime si, la norma legal nacional de hace casi dos décadas (2003), también ya la insinuó.
Las crisis sanitarias que se atraviesas en el mundo, inclusive determinó entre otros, que la celebración de la fiesta, sea pospuesta en dos ocasiones; escenario y contexto considerado de propicio, para encauzar estas propuestas, porque se las redimió de dos “componentes”: lo folklórico y lo comercial.
En estos dos años, el carácter religioso que la Festividad detentaba en otrora, se impuso, pese a la objeción de los mandatos legales y administrativos.
En ese lapso, es decir, en la de la crisis sanitaria, del que lamentablemente, aún no se supera plenamente, se insistió a los representantes de la Iglesia Católica, la consideración y reconsideración acerca de la naturaleza festiva, insinuando la elaboración de una especie de reingeniería de la Festividad, así como también, la adopción de estrategias con mayores contenidos religiosos, y principalmente, la readjudicación del protagonismo en la organización, promoción y evaluación de la misma.
Sin embargo, por los anuncios hechos para esta nueva versión, hacen presumir que los miembros del equipo sacerdotal de Quillacollo, aún se encuentran “encuarentenados”, y como se suele decir popularmente, este año será, en términos generales: “más, y de lo mismo”.
Esta actitud de la representación clerical puede ser concebida como una afrenta para “recuperar lo que fue”, y su comportamiento tiende a alinearse a una franca demostración de agresión religiosa, a la inmanencia del espíritu festivo, a las plegarias de la feligresía, a la “leyenda de la aparición” y hasta a la cultura quillacolleña.
De no encararse cambios estructurales en la Comisión, en el futuro inmediato y mediato, con seguridad, se seguirán con estos reclamos y las preocupaciones, que ya adquieren características de tradición.
Su reestructuración orgánica y su relanzamiento social de la Comisión Interinstitucional, implora una acción decidida, urgente e impostergable, para reencauzar y proyectar la Festividad, tal como las condiciones actuales lo exigen, ello debe obedecer necesariamente, a una férrea voluntad de los involucrados, o al final, y como último recurso, aguardar un milagro de la Virgen, cuya tendencia actual, más parece estar orientada, a este último.