
EN EL OJO DE LA TORMENTA
Todos los bolivianos han tenido mucho que ver con el gas ahora en proceso de agotamiento, pero no todos estuvieron a favor de que se lo comercializara. No faltaron, los “progresistas”, que clamaron porque el gas no se vendiera, que se quedara bajo tierra, porque era un recurso natural no renovable. El tema se incluyó hasta en el frustrado juicio de responsabilidades que se entabló contra el general Banzer en 1979-1980 por haber firmado los acuerdos de compraventa de gas con Brasil en 1974.
No dan ganas de escribir sobre Bolivia porque no hay nada bueno que contar. Como yo no viajo al exterior hace muchos años, es probable que en las naciones vecinas sucedan situaciones similares, pero la verdad es que lo dudo, porque nuestro país está sometido internacionalmente y mejor es no rememorar lo que diariamente padecemos en casa.
Si alguien ha padecido del odio y de la venganza del MAS, esa ha sido la expresidente de Bolivia, Jeanine Áñez. Jeanine Añez ha sido la némesis de Evo Morales; el objeto de su iracundia, de la revancha más anhelada. Y todo porque a Evo Morales no le entró en la cabeza (ni le entra hasta hoy) que una joven política beniana se iba a sentarse en el lugar que él creía propio, aunque siempre prefirió estar en el asiento de un helicóptero que en el sillón presidencial.
Estaba yo empezando a leer el libro de Jeanine Áñez De puño y letra, donde se refiere a lo que la presidente padeció por algunas deslealtades que la condujeron al vacío, cuando de repente miré sorprendido en la televisión, cómo la Policía se quería llevar a Rómulo Calvo, a la fuerza, abusivamente, cuando éste salía del Palacio de Justicia de Santa Cruz, donde fue sentenciado a dos años de cárcel, por haber, dizque, ultrajado los símbolos patrios; concretamente a la wiphala, que, para los cambas, no representa nada.

