
EN EL OJO DE LA TORMENTA
En Bolivia todo se puede ver y oír en estos tiempos de la cólera en los que va cundiendo el odio regional y se fomenta el racismo. Es que existe gente resentida, enferma de ira, que no soporta el éxito de otros ni su relativo bienestar frente a la pobreza propia, económica o de espíritu.
Durante el régimen masista han sido decenas o centenares las personas que han tenido que declarar ante lo que hemos llamado el “fiscalato”. Ha habido varias de ellas que han fallecido en las cárceles o como consecuencia de la abusiva “detención preventiva”, a la espera de ser juzgados y recibir una sentencia, como dicta la ley. Sabemos, sin embargo, que la detención preventiva, no es tal en Bolivia y que se ha convertido en una modalidad de castigo permanente, definitiva, sin juicio ni sentencia.
Los bolivianos estamos cabreados. No todos, seguramente, porque algunos —o algunas— son quienes nos hacen cabrearnos y no se dan cuenta o lo disfrutan. Si cabrearse es, entre otras acepciones del idioma, ponerse de mal humor, el cabreo a cambas, collas y chapacos nos ha llegado al jopo. Yo soy un tipo cabreado con los masistas de Evo y con los de Arce, porque ambos son la misma cosa: políticamente malolientes, si es que la política huele, ya que parece que igual huele la de uno y como la del otro.
Es natural que la ciudadanía —mayoritariamente católica en Bolivia— habrá leído u oído el comunicado de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), que lamenta el “secuestro” del gobernador Luis Fernando Camacho, pero, además, nuevamente pone los puntos sobre las íes a propósito de las acusaciones amañadas contra el Gobernador, que también fueron válidas para encarcelar a la expresidente Jeanine Áñez y a varios civiles y militares.
Pese a que para algunos la Navidad es un día más del año, sin un significado de paz y de amor, porque así les dicta su costumbre y su fe, para la inmensa mayoría de los bolivianos estos son días de recogimiento, de alegría, compra de algunos regalos para los padres, hijos y amistades, para la pareja amada naturalmente, de cenar todos en una mesa junto al arbolito y cantar villancicos. Y para los verdaderos católicos, de acudir a la misa de Gallo cuando ya está entrada la noche.

