
EN EL OJO DE LA TORMENTA
La punta de lanza del masismo fue embestir contra la libertad democrática desde el primer día de su gobierno. Su caballo de batalla fue atacar furiosamente a lo que llamó la “democracia pactada”, mostrándola como un conjunto de partidos ineficientes que se repartían el poder como en un sorteo para aprovecharse de los recursos del Estado y olvidarse de las necesidades del pueblo.
Está tan venida a menos la política boliviana que a un año y medio de las elecciones presidenciales de 2025, tan solo se perfilan probablemente dos candidatos: Luis Arce Catacora y Evo Morales Ayma. Para colmo, ambos personajes militantes de un mismo partido fracturado: el MAS-IPSP, hoy conocido como el MAS-Evista y el MAS-Arcista. El MAS detenta el poder desde enero del 2006, con el breve interregno de casi un año en que lo ocupó Jeanine Áñez, lo que significa que ni siquiera el MNR ni ningún régimen de las FFAA ha podido superarlo en permanencia en el poder.
Habiendo muerto heroicamente el infatigable coronel Ignacio Warnes en la batalla de El Pari, derribado de su caballo, mientras que el jefe de su caballería y lugarteniente, el cruceño coronel José Manuel Mercado, de manera impetuosa, perseguía a la derrotada caballería realista hasta las cercanías de Peji, cesaría, durante nueve años, la independencia de Santa Cruz de la Sierra. Permanecería obediente a la Corona española, bajo el mando implacable del temible soldado que fue ese otro bravo cruceño: el brigadier Francisco Javier Aguilera.
¿Es posible que los cruceños seamos tan ingenuos de creer que Luis Fernando Camacho vendrá a declarar a Santa Cruz, aunque sea cumpliendo con un mandato judicial? Al parecer, sí, creemos. Está a la vista que, con toda razón, confiamos en lo que un tribunal de justicia pueda determinar, sin darnos cuenta de la magia perversa que los tinterillos palaciegos, maestros en el arte del birlibirloque, pueden hacer.
Cuando ya se ha transitado bastante por la vida, y los problemas políticos domésticos producen dolor de cabeza y vergüenza, recordar algunas cosas que se van borrando con el tiempo es muy saludable. En mi actividad diplomática conocí a muchos personajes importantes, que, desde García Márquez a Mandela, sería imposible enumerar. Pero esta mañana he recordado a dos figuras que no se asemejan en nada, pero que me impresionaron: Francisco Franco y don Juan Carlos de Borbón.
En medio de las brumas de los cañonazos consumidos, y pese a ser temprano, oigo cerca de casa que suena una banda, y he decidido saltar de la cama y correr a mi escritorio para contarles algo a mis lectores, antes de volver a reunirme con los “Tauras”. Lo cierto es que no deseo pasar por alto lo que está siendo este carnaval, cuando los cruceños —y supongo que todos los demás compatriotas— hemos olvidado por algunos días la barbarie bloqueadora y vuelto por los fueros de nuestro fervor carnavalero.