Historias encadenadas
Les propongo un ejercicio mental, un juego hipotético. Todo lo que pondré en adelante es ficción.
Digamos que hubiese gente interesada en conseguir tierras baratas para la explotación agrícola a gran escala. Hagamos de cuenta que, en lugar de buscar tierras ya en uso y mejorar su rendimiento, se decidiera hacer una ampliación de la frontera agrícola abatiendo las áreas boscosas y humedales de las tierras bajas, ricas en vegetación y llenas de vida, lo que aseguraría que con mínimo esfuerzo se logre el máximo de ganancia.
Digamos que se iniciara el desmonte. Lo primero que sucedería, antes de que nos enteremos qué está pasando, es que las especies endémicas de animales migrarían: al ver que su hábitat desaparece, muchas especies buscarían nuevos lugares para sobrevivir. Digamos, hipotéticamente, que una de esas especies fuera un roedor (como el ratón colilargo) y que fuera portador de una enfermedad más bien rara y potencialmente mortal, transmisible a los humanos y que causara una pequeña infección en un área distinta a la de su hogar. Digamos que el tiempo de incubación fuese lento. Nos encontraríamos con una situación crítica: una enfermedad que antes afectaba solo a una pequeña población en medio de las zonas bajas comenzaría a afectar otras áreas. Quizás nos declararíamos en alerta, pero sin entender muy bien la magnitud de los hechos.
Sigamos con este ejercicio. En algún momento, quienes comenzaron el desmonte intentarían sanear las tierras. Probablemente se buscaría convencer a quien sea responsable de la titulación de áreas fiscales de la necesidad del desmonte, quizás con argumentos, pero quizás también con intercambios de favores extralegales. El siguiente paso, sobre todo si se ha logrado un buen acuerdo, sería la limpieza final con un sistema barato y veloz: el chaqueo durante el tiempo de sequía. Digamos también que hubiese viento (siempre hay viento en el oriente) y que el fuego se descontrolase a tal punto que podría convertirse en un conflicto ambiental serio, que afectara no solo a los bosques sino a la población y que hace falta declarar un estado de emergencia.
Lo bueno es que estamos en un país con gobernantes serios. Estamos en un país que tiene un liderazgo inteligente y capaz, que reconocería su error en el sistema de entrega de tierras y aceptaría de inmediato apoyo internacional sabiendo que no tenemos ni los conocimientos ni la capacidad técnica para hacer frente a un desastre de esa envergadura, y no esperaría dos semanas mientras el fuego consume todo lo que encuentra.
Lo malo es que solo lo último es ficción.
La autora es escritora.
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