Santa Cruz y la guerra por la ciudad del buitre
Fotos: COLECTIVO ARBOL Y RAFAEL SAGÁRNAGA L.
El abanico de ofertas empresariales hace imaginar algo así como el nacimiento de una ciudad siamesa de Santa Cruz de la Sierra. Una ciudad que va sumando como dueños de lotes y viviendas a ciudadanos de toda procedencia y condición económica. Se les ofrece desde millonarias villas con lagunas artificiales y yates, hasta humildes terrenos, en cuotas de hasta 10 bolivianos por día. Algunos cálculos señalan que, de poblarse, la nueva urbe albergaría a 4,5 millones de personas en 2050; paralelamente, otros denuncian riesgos de colapsos ambientales y sociales.
“Mire, esto es lo que da miedo –dice el arquitecto Mario Uzedal-. Hasta hace unos seis años, incluso menos, quién no cruzaba el Piraí, se iba de día de campo y a nadar a pozas y arroyos que ya no hay. Cuántas veces, en medio camino no vimos osos perezosos o parabas con mis hijos y ahora mire cómo está”. Uzedal señala entonces un horizonte colmado de vías asfaltadas, descampados estacados, alambrados o divididos con muros de concreto prefabricados. Y eso sucede apenas a 15 minutos de haber ingresado en la zona.
La nueva ciudad que surge cruzando el emblemático río Piraí ha despertado tanto la codicia empresarial como la pasión ecologista. El nombre de esta urbe probablemente sea uno de los más mencionados en las tandas publicitarias de los medios de comunicación del país. Se lo promociona como sinónimo de la conquista de lo que podría llamarse el sueño cruceño: la tierra que mayor inmigración promete atraer en los siguientes años hoy se llama “el Urubó”.
“Urubó” viene de la voz guaraní “urubú”, significa “buitre”, traducción que le resta encanto a la masiva campaña publicitaria. Sin embargo, paradójicamente, es un ambiente de carroña y putrefacción colmado de aves negras el que temen los activistas cuando esbozan el futuro del megaproyecto: acuíferos contaminados, barriadas pobres sin servicios esenciales y ventosas praderas donde un día hubo bosques.
“Cuando hablamos del Urubó, hablamos ya de tres municipios involucrados: Porongo, Colpa Bélgica y Portachuelo –dice Eliana Torrico, activista del colectivo Arbol, parte de la Plataforma por el Medio Ambiente-. Pero la afectación en Porongo, un municipio que no tiene ni alcantarillado, fue mayor. Allí se arrasó con extensas áreas de bosques y se impactó sobre los acuíferos que alimentan a Santa Cruz de la Sierra”.
Según la activista, se habilitaron urbanizaciones, además, sin que nadie garantice desagües, aseo ni transporte. Datos de la Gobernación cruceña señalan que 17 urbanizaciones se han aprobado sobre el segundo principal acuífero de Santa Cruz, pero sólo dos tienen licencia ambiental.
22 MIL HAS Y 152 URBANIZACIONES
Las autoridades departamentales han registrado 152 urbanizaciones si se suman las de Colpa Bélgica y Portachuelo. Es decir, en casi un lustro la fiebre inmobiliaria sobrepasó sin tregua límites municipales, pero a ritmo de cálculos de oferta y demanda.
Hoy, cosas del marketing, Urubó, el nombre que en un principio identificaba a alrededor de 4.800 hectáreas ribereñas, se expandió a más de 22 mil. En automóvil se las puede recorrer en tres jornadas a través de incontables avenidas, “dobles vías”, calles y carreteras que surcan los lotes. Pero también se las puede observar y medir desde el programa satelital Google Earth. Los perímetros superan los 15, 30 y hasta 65 kilómetros. Quienes urbanizaron a nombre del buitre arrasaron con diversas extensiones de bosques, sabanas y dunas.
“Mi esposo trabajaba para una de las inmobiliarias y le ofrecieron un lote –cuenta Lorena García (nombre ficticio)-. Entonces veníamos al Urubó tanto por su trabajo como para ubicar nuestro terreno. Hace unos tres o cuatro años, vimos cómo habilitaban los espacios y quedamos conmovidos, tristes: utilizaban dos grandes tractores a los que unían con cadenas y luego avanzaban sobre el monte sin dejar rama sobre rama”.
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¿UN DESASTRE ECOLÓGICO?
Se considera que el área desboscada constituía un defensivo natural de los vientos del noreste que normalmente llegan a Santa Cruz. García asegura que desde que se desató la epidemia de urbanizaciones los ventarrones se intensificaron. Torrico ratifica y añade: “Hay más erosión de suelos, se sienten vientos huracanados del noreste. Aumentaron los casos de conjuntivitis, mal de ojo, humos, asma, etc. Igualmente se percibe la contaminación de la cuenca del Piraí. Ya no baja sólo agua, sino barro, piedras…”.
Y desde el Google Earth resulta sencillo observar que, además, las vías habilitadas por las empresas para parcelar despreciaron ríos y pequeñas lagunas. “Observe sobre cuántos ríos han construido calles y avenidas –dice Sandra Quiroga, ingeniera ambiental de la Universidad Ecológica (UNE)-. No sé si en cuatro años esas vías estarán firmes y no afectadas por filtraciones. (…) Pero es, sobre todo, la zona de recarga de los acuíferos que dan agua a Santa Cruz que ya por la deforestación que hubo estarán afectados”.
“Es un desastre –describe Eliana Torrico-. Bosques deforestados, dunas aplanadas, cuerpos de agua rellenados. Hicieron cortes de conectividad entre cuerpos de agua y ríos. Han secado varios diques de ríos y los venden como lagunas artificiales. Y son tipos de lagunas que fracasaron en México y en Chile, y causaron problemas ambientales. Un empresario privado ofrecía una laguna con yate a la puerta tras secar un río y hacer el dique. ¡Y tiene licencia ambiental!”.
Según las ecologistas, el impacto en la flora y la fauna aún no ha sido cuantificado, pero los riesgos sobre mayores daños crecen. “Es el bosque del Serrado, parte del cordón ecológico cruceño – denuncia Freddy Siles, del colectivo humanista AUR-. El cordón además ahora está en riesgo porque se está pensando en construir hasta cinco puentes que unan el Piraí y el Urubó y con criterios comerciales antes que ecológicos. El más importante de esos puentes, el Bicentenario, dañaría una zona rica en flora y fauna”.
Y el temor vuelve a Porongo, la zona donde, según datos de Saguapac, se sumen las aguas que tras bajar de los Andes atraviesan el parque Amboró. Aguas que con un caudal de 1.000 litros por segundo garantizan la provisión del líquido vital a la capital cruceña. Sobre esa zona, que los activistas recuerdan debía ser preservada, se prevé que paulatinamente irán llegando miles de vecinos, sin contar con servicio de alcantarillado. Prevén, además, que en el límite entre Santa Cruz y Porongo puentes y defensivos podrían crear meandros y con ello riesgos de inundaciones.
Otras voces consideran que se trata más de un boom especulativo que ya ha gestado notables fortunas. “Acá construyeron esas casitas los propios empresarios para que los compradores vean que ya se estaba urbanizando, pero nada. Mucha gente adquirió esto para engorde y aumentó el precio porque otra está comprando más lejos”, explica Uzedal. El arquitecto sí advierte a futuro las consecuencias de la falta de planificación urbana, debido a diseños dejados virtualmente al libre albedrío de los empresarios.
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HOTELES SIN ALCANTARILLA
En suma, si se recuerda la famosa planificación de Santa Cruz, “la ciudad de los anillos”, en el buitre suman más problemas. Por hoy, entre 8.000 y 10 mil personas viven en los condominios y urbanizaciones ya habilitados. Se van delineando claramente las diferencias. Entre extremo y extremo, destacan desde hoteles de 5 estrellas y villas de lujo hasta casitas de cuatro ambientes a las que los ambientalistas denominan “futuros guetos”.
“Como no hay alcantarillas, seguro están utilizando pozos sépticos, pero esos pozos colapsan –dice Quiroga-. ¿Qué va a pasar cuando colapsen? ¿Cómo van a brindarles servicios básicos, transporte, vertederos de basura a urbanizaciones tan alejadas municipios que no tienen recursos?”.
El grueso de las interrogantes y críticas ha recaído en la alcaldía de Porongo. Al parecer, al actual alcalde, Julio César Carrillo, y a algunos de sus antecesores les importaron poco la ecología y los servicios. A Porongo no sólo le faltan desagües, sino incluso un vertedero municipal. Allí sólo funciona un botadero sin membrana impermeabilizadora cuyos fluidos amenazan al Piraí.
Fueron las autoridades de Porongo quienes desde hace más de un lustro empezaron a emitir autorizaciones para las empresas del boom Urubó. “Desafortunadamente, cuando el trámite llegaba a la Gobernación, tampoco esas autoridades actuaron para frenar el proceso –dice Torrico-. Todos se lavaban las manos. Sólo hubo reacción cuando los activistas descubrimos lo que pasaba, nos sorprendimos por las monumentales explotaciones de áridos y empezamos a denunciar. Eso recién el año pasado”.
Desde entonces los activistas sumaron a su causa a casi 20 organizaciones e instituciones. En las movilizaciones por la defensa del cordón ecológico cruceño participaron: la Revolución Jigote, le Fundación Canaru, el Colegio de Ingenieros Ambientales, Bicicultura Bolivia, Codapma, la Facultad de Ciencias Agrícolas y la carrera de Biología de la Universidad Gabriel René Moreno (UAGRN), Museo de Historia Natural, el colectivo humanista AUR, Tu causa es mi causa, Asociación de Recuperadores y Recicladores, Ingenieros Ambientales Unidos, Me Comprometo, Calambre, entre otras.
Especialistas de tres universidades, la UNE, la UAGRN y la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA) evaluaron el escenario y lanzaron nuevas alertas. En la UPSA la arquitecta Claudia Canedo, cabeza del observatorio que mide el crecimiento urbano cruceño, alertó sobre una desproporcionada expansión. Explicó a los medios que mientras internacionalmente las ciudades eficientes concentran 100 habitantes por hectárea, este desbosque llegó a un habitante por dos hectáreas. Según sus cálculos, al ritmo de crecimiento cruceño (8% anual), recién en 40 años (4,5 millones de personas) se poblarán las urbanizaciones del buitre.
Las denuncias también influyeron en vecinos del propio Urubó que empezaron a organizar reclamos conjuntos por servicios o mayores garantías inmobiliarias. Se asegura que también algunas entidades bancarias empezaron a tomar recaudos a la hora de seguir otorgando créditos.
Y, frente a la presión, tras años de desbosque y violación de normativas como el Plan de Uso de Suelos, recién las autoridades reaccionaron. Las secretarías del Medio Ambiente tanto de la Gobernación del departamento como de la Alcaldía de Santa Cruz respaldaron la defensa del cordón ecológico. Luego, la primera, en mayo de este año impuso una pausa administrativa sobre 18 mil hectáreas del área de recarga de los acuíferos cruceños.
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CONSENSO POLÍTICO EMPRESARIAL
Curiosamente, la pausa no trajo como complemento mayores medidas precautorias. El alcalde porongueño, pese a los cuestionamientos que recibió, continúa siendo figura en el Movimiento Demócrata Social (MSD) liderado por el gobernador Rubén Costas. Peor aún, desde el otro frente, autoridades del oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) respaldan activamente a las empresas.
En un singular apoyo a los intereses privados, el diputado masista Edgar Montaño impulsa la Ley de Puentes. Esta norma, de ser aprobada, liberaría de mayores protecciones al cordón ecológico y lo convertiría en una virtual coladera.
“Hay mucha corrupción. Hay desde asambleístas y diputados hasta embajadores, viceministros y ministros que abogan por que se permita todo lo que se está haciendo en el Urubó –señala Torrico-. Lo más paradójico es que cuando hay un interés económico no importa el color, igual son amigos. (…) No hubo una sola petición de informe, ni una denuncia en el Parlamento o en la Asamblea Departamental”.
Así la respuesta a los ambientalistas cobra su propio peso. Los activistas señalan que, pese a la pausa ambiental, los trabajos de las empresas continúan descaradamente. “Solo cuando nos movilizamos y los volvemos a poner en evidencia los funcionarios se mueven y detienen los trabajos. Vez que vamos, siguen construyendo avenidas y calles, no se siente la pausa”, explica Sandra Quiroga.
Y a varias decenas o incluso a miles de kilómetros, la respuesta del gran capital no se deja esperar. Representantes, equipos, técnicos, maquinarias de grupos y proyectos como Sion, Techo, Pahuchi, Ciudad Futuro, La Fuente, etc. impulsan nuevos y hasta mayores proyectos en otras zonas de Santa Cruz. La propaganda del buitre cunde por toda Bolivia.
Los empresarios y políticos por lo general evitan opinar sobre el tema, y eventualmente contratacan. “Parecería que las denuncias ecologistas responden a un probable interés del municipio de Santa Cruz –responde René López (nombre ficticio), empresario asociado a dos proyectos del Urubó original-. El principal acuífero cruceño son las Lomas de Arena, ¿por qué los activistas no las defienden pese a los problemas que pasan por ahí? Pero solo dos de los proyectos que hay sobre el acuífero del Urubó recibieron licencias ambientales, y están en revisión. Nadie ha intervenido nada sin licencia ambiental porque iría preso”.
Añade que nadie ha tocado un árbol sin tener licencia ambiental. “Y si alguien lo hubiera hecho, los ambientalistas habrían armado un lío grandísimo con nombres y apellidos. En el Urubó original, en las más o menos 4.000 hectáreas urbanizadas, la mayoría son proyectos en preventa, no todos se están desarrollando”. Eso sí, el empresario reconoce que la falta de planificación urbana de la nueva ciudad cruceña “traerá problemas de todo tipo”. Deriva culpas a las autoridades ediles y explica que sólo hay un proyecto que garantiza sostenibilidad, gestión y eficiencia de servicios.
Entre el temor y el asombro, hablar sobre el boom desatado en el Urubó es hoy parte de la cotidianidad cruceña. En un extremo se hallan quienes aseguran que la burbuja inmobiliaria ya explotó y que incluso algunos de los empresarios involucrados ya huyeron. En el otro, se asegura que el salto cruceño hacia un área metropolitana de 5 millones de habitantes continúa.
Se evalúa la proyección de modernas ciudades diseñadas palmo a palmo por capitales privados, como los del grupo La Fuente. Los anuncios de inversiones disparan las previsiones hacia cifras de siete dígitos. Sólo lo anunciado para los proyectos de las tres grandes lagunas y el Urubó Village suman más de $us 200 millones.
“Una vez le escuché decir al jefe de mi esposo: ‘Si llegaré a ver esto’ –dice Lorena García-. Entonces me dio como pena y como miedo por la cantidad de gente que viene a comprarse propiedades. Parece que Santa Cruz se estuviera volviendo puro campo de soya, lotes y asfalto. Ojalá que luego, de tan mal hecho, esto además no se llene de suchas”.
ENTRE EL TEMOR Y EL ASOMBRO, HABLAR SOBRE EL BOOM DESATADO EN EL URUBÓ ES HOY PARTE DE LA COTIDIANIDAD CRUCEÑA. EN UN EXTREMO SE HALLAN QUIENES ASEGURAN QUE LA BURBUJA INMOBILIARIA YA EXPLOTÓ Y QUE INCLUSO ALGUNOS DE LOS EMPRESARIOS INVOLUCRADOS YA HUYERON.
“UNA VEZ LE ESCUCHÉ DECIR AL JEFE DE MI ESPOSO: ‘SI LLEGARÉ A VER ESTO’ –DICE LORENA GARCÍA-. ENTONCES ME DIO COMO PENA Y COMO MIEDO POR LA CANTIDAD DE GENTE QUE VIENE A COMPRARSE PROPIEDADES. PARECE QUE SANTA CRUZ SE ESTUVIERA VOLVIENDO PURO CAMPO DE SOYA, LOTES Y ASFALTO. OJALÁ QUE LUEGO, DE TAN MAL HECHO, ESTO ADEMÁS NO SE LLENE DE SUCHAS” (EL OTRO NOMBRE DE LOS BUITRES).