Bolivia y su descomunal cementerio de aviones
“Toda gloria es pasajera”, decían los romanos. En los principales aeropuertos bolivianos esa frase tiene su propia connotación. Cerca de las pistas se hallan aeronaves que trasladaron a reyes, papas, presidentes, héroes y villanos. Aeronaves que fueron construidas para el mayor desembarco militar de la historia o de operativos encubiertos.
Están también aquellas que sorprendieron a los habitantes de gran parte del país por su envergadura y modernidad. Hay además de esas que batieron récords de duración y eficiencia dada su buena calidad. Suman aquellas que conmovieron a multitudes, pues traían a campeones con sus flamantes copas o a grupos especiales de personas con conmovedoras historias. Y claro también se hallan las que aceleraron los latidos de miles y miles de viajeros primerizos o de quienes iniciaban grandes travesías cuando ingresaron en ellas.
Todo ese tiempo de esplendor finalizó para estos aviones que se exhiben sobre todo en las terminales aéreas del eje central del país. Los diversos registros permiten presumir que bordean la centena. Pero no se hallan en un laudatorio museo, están agotando sus días en un virtual e improvisado gran cementerio aeronáutico.
EL MAUSOLEO MAYOR
El mayor mausoleo de este cementerio nacional de aeronaves lo constituye el aeropuerto Jorge Wilstermann de Cochabamba. Se calcula que más de 30 aviones, entre civiles y militares, se hallan en esa condición. A primera vista es posible incluso apreciar flotillas en abandono, en algún caso alineadas. Hay ocho aviones de la desaparecida aerolínea Aerosur, seis de Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), cuatro de Boliviana de Aviación (BoA) y diez de Transporte Aéreo Militar (TAM). Pero la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) también dejó un lote no precisado de aviones inutilizados.
“Son aviones en modo de abandono”, dice Fernando Ruiz Vera. Ruiz es ingeniero aeronáutico especializado en logística aeronáutica, además de un apasionado en la materia. “Se reunió semejante cantidad de naves, pues Cochabamba fue el centro de investigación de accidentes de la FAB, pero, sobre todo, es el centro de mantenimiento de aerolíneas -añade el experto-. Entonces, si el avión en reparaciones no tiene mayor arreglo, se queda”.
Es uno de los costos de la condición estratégica que ya se había observado para esta región. En 1925, la comunidad alemana ayudó a fundar precisamente el LAB en Cochabamba, pues consideraba que sería ideal como un centro de mantenimiento aeronáutico nacional e incluso internacional. Y la perspectiva aún se mantiene vigente aunque con un creciente problema de acumulación de aeronaves abandonadas.
Algo similar sucedió en Viru Viru, el principal aeropuerto del país. “Viru Viru fue el centro de operaciones de Aerosur -explica Ruiz-. Cuando suspendieron sus operaciones dejaron en Viru Viru ocho de sus aviones tal cual estaban”. Desde entonces los ya viejos armatrostes blanquiverdes son una especie de languideciente columna de honor que saluda el aterrizaje de las aeronaves de estos tiempos.
Hay al menos tres otras aeronaves sin mayor identificación abandonadas en Viru Viru. El problema se repite en el otro aeropuerto cruceño, El Trompillo. Se podría decir que es el mausoleo de avionetas o, en términos más apropiados, aviones de pequeña o mediana envergadura. Suman varias decenas de naves que, en su mayoría, otrora sirvieron para la instrucción o de taxis aéreos. Entre ellas destaca, como la más grande, una Fairchild F-27, cuya capacidad permitía transportar 30 pasajeros.
_dsc1060.jpg
UNA ESPECIE DE MUSEO
Otro mausoleo aéreo también surgió en torno a las pistas paceñas. Entre la base aérea y la pista principal del aeropuerto de El Alto se observan por lo menos 25 aeronaves, civiles y militares, en desuso. Bien se podría decir que constituye el conjunto más variado en cuanto a tamaños, modelos, antigüedad y marcas. Es una especie de museo paralelo al museo aeronáutico que funciona cerca de la terminal militar.
“Hay de todo, aunque me parece que lo que más destaca son seis aviones Hércules C130A -dice el experto en temas de defensa Samuel Montaño-. Pertenecían a una partida de siete unidades que le transfirió a la FAB el Comando Sur de EEUU para que apoyen la guerra contra la coca en el Chapare. Pero con el tiempo los fueron usando como fuente de repuestos para los C-130 que usaba Transporte Aéreo Boliviano (TAB) para llevar carga comercial”.
En el variopinto conjunto alteño, Montaño cita también a otra flotilla de seis Bae-146 que el hoy paralizado TAM usó cuando inició su “era del jet”. Es además posible hallar desde pequeños biplazas Cesna y medianos Foker F-27, hasta nada menos que un McDonell Douglas DC-10. Ésta última, hasta fines de los 70, era la tercera aeronave comercial más grande del mundo. También hay un avión 737-400 que perteneció a Aerosur. Y están, impregnados de sus historias de heroísmo, al menos cinco afamados “carniceros” de esos que casi raspando los nevados iban y venían del Beni.
img_2554.jpg
AVIONES HISTÓRICOS
Los “carniceros”, modelos DC-3, DC-6, C-46 y Convair CV340, diseñados para la Segunda Guerra Mundial, fueron protagonistas de diversos documentales y espectaculares aventuras. Se trata de una flotilla colmada de historia marginada en uno de los confines del aeropuerto alteño, desde hace casi dos décadas. No es el único caso. En Cochabamba, se halla abandonado el Boeing 727 CP-861 del LAB, una aeronave en varios sentidos récord.
“Fue el primer avión jet de Bolivia, se lo adquirió de fábrica -cuenta Fernando Ruiz-. Se trata además de uno de los pocos casos a nivel mundial en los que este tipo de nave prestó sus servicios para una sola empresa durante más de 40 años. Por esa razón, la propia Boeing quiso adquirirlo hace unos años para llevarlo a un museo. Los problemas que afrontaba el LAB impidieron aquella venta y Boeing retiró la oferta”.
Otro Boeing 727 del LAB en modo de abandono y postrado en Cochabamba también hizo historia. Se le bautizó Juan Pablo II, fue en mayo de 1988 la nave oficial que transportó por Bolivia al sumo pontífice católico. Finalmente, lo llevó hasta Sao Paulo, en medio de todas las apoteosis de aquella visita. No constituye la única aeronave de corte monárquico que hoy se halla abandonada en Bolivia.
Hace algo más de una década un Havilland DH-114 Heron C4, con matrícula de Estados Unidos N82D aterrizó en Santa Cruz. “Es un avión del año 1958 -relata Ruiz-. Al pasar la cordillera, en su ruta de Guayaramerín a Cochabamba, perdió una de sus cuatro hélices y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Viru Viru. Este avión estaba categorizado como una reliquia ya que fue parte de la Fuerza Aérea Alemana y luego transporte VIP (es decir para nobles ingleses) de la Real Fuerza Aérea del Reino Unido (Royal AirForce). En teoría la nave la compró un empresario en Cochabamba y su destino final era este aeropuerto”.
img_2557.jpg
OTROS USOS
En el otro extremo, no todos los aviones del gran cementerio boliviano fueron protagonistas de jornadas gloriosas o de esos siempre sobrecogedores vuelos rasantes. “Así como el caso de los Hércules, varias de estas máquinas llegaron sólo como fuente de repuestos -explica Samuel Montaño-. Se dice que sirven para ‘canibalizarlos’, en algunos casos como operación comercial, en otros como último uso son parte de los contratos. El TAM utilizó uno de los BAE, entiendo que BoA y otras aerolíneas han hecho algo similar”.
Las otras opciones de uso han sido limitadas. Seis aviones abandonados, dos civiles y cuatro militares, adornan jardineras y parques en Tarija, Santa Cruz, Cochabamba y La Paz. Un 737 es usado como biblioteca escolar en Cliza. Parte de otro 737 se la habilitó como simulador de vuelo. En sus ferias aeronáuticas la FAB convirtió a uno de sus viejos Hércules en discoteca y a otro en snack. Además, un Boeing 737 sirvió para un desfile de modas.
“Hay otros que, sin embargo, desaparecieron sin que se sepa su destino – observa Montaño-. Sería bueno saber qué fue de varios aviones caza que la FAB jubiló y resultaban formidables piezas de colección. Debería haber alguno de ellos en el museo aeronáutico, pero desaparecieron”.
Pero sea con pena, sea tras mala fama o tras mucha gloria y nostalgia, lo claro es que se siguen acumulando viejos aviones en las principales pistas del país. Es más, a las ya citadas se pueden sumar decenas de aeronaves de pequeña envergadura que se hallan en los aeropuertos de Beni, Pando y Tarija. Como opción a un colosal cementerio de aviones sólo quedan radicales y desapasionadas medidas industriales chinas que ya se aplican en otros países.
“Ya hay programas de recuperación de partes o de aprovechamiento de aluminio -explica Fernando Ruiz-. Se lo vende como aluminio de alta calidad a la industria china, dado que los aviones son básicamente estructuras de aluminio. Hay empresas chinas que ofrecen el servicio completo para cortarlos y llevarse el material. Pero en Bolivia la reglamentación impide ese proceso. Muy probablemente, las autoridades en algún momento la adecuarán y verán esa opción”.
Sin embargo, queda claro que los intereses, normativas y sectores involucrados implican una compleja ecuación que las autoridades por ahora no gustan tocar. Los responsables de las áreas pidieron, en tres casos, amablemente tratar en otro momento el tema.
Mientras tanto, los otrora amos de los cielos seguirán posando en su última morada. Algunos incluso apostando a lo fantasmal como ese LET 410 de Aerosur que en Viru Viru confunde a más de un observador. Los vientos cruceños suelen hacer que roten sus viejas hélices como haciéndole recordar los buenos tiempos y anunciando un imaginario despegue.
