Aceite de argán, una historia de cosmética, desarrollo y liberación de la mujer
El argán se ha convertido en un preciado elemento de la industria cosmética por su alto poder nutritivo y antioxidante, tanto así que grandes multinacionales elaboran gamas enteras de higiene personal con este ingrediente como protagonista.
Las investigaciones indican que este óleo posee la mayor concentración de vitamina E en el mundo y más de Omega 6 que el de oliva. Por eso, es tan valorado en la industria cosmética, pues mejora la hidratación del cabello, previene la caspa, mantiene el pelo rizado y evita el maltrato ocasionado por la contaminación o por los procedimientos de tinte y otros.
Pero no siempre el argán fue tan preciado. El verdadero potencial del hoy llamado “oro marroquí” fue desconocido durante mucho tiempo y su extracción era lenta y trabajosa. Para conseguir un litro de los frutos del árbol de argán, se invertían más de 20 horas de esfuerzo laboral. El aceite era usado por los bereberes (etnias del norte de África) para la piel, el cabello y la gastronomía.
Durante mucho tiempo, fue producido y vendido sólo por hombres desde Marruecos, quienes envasaban el líquido dorado en botellas recicladas y las ofrecían en el mercado local. Pero las mujeres no recibían ningún beneficio económico, pues inclusive no se entendía la necesidad de que aprendieran a leer y escribir y, por ende, había una férrea oposición a que trabajen fuera de casa.
La planta es una especie endémica de Marruecos, que se adapta a las altas temperaturas y a la escasa humedad del norte africano. En la Segunda Guerra Mundial, la mitad de los bosques con cientos de árboles de argán fueron talados para ser usados como combustible y años más tarde, se cortaron aún más para extender los campos de cultivo.
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EL RESCATE FEMENINO
Hace un par de décadas, Zoubida Charrouf, investigadora y profesora de Química de la Universidad Mohamed V de Rabat, lanzó la alarma para detener el desastre ecológico y proporcionar una base científica al secreto culinario y de belleza dominado por los bereberes.
Su investigación derivó en un proyecto económico que dio vida a por lo menos 300 cooperativas femeninas, dedicadas a la producción de aceite de argán. En 1996, cuando la académica puso en marcha la primera cooperativa, Marruecos sólo exportaba 100 litros del producto al año para uso gastronómico, a tres euros por litro. Hoy vende más de 1.200 toneladas a unos 25 euros por litro.
En la primera cooperativa femenina, las primeras trabajadoras fueron viudas y divorciadas. Tras la visita de una cadena televisiva francesa que mostró el proyecto al mundo, la intervención y compromiso del Gobierno marroquí y el salto de la industria gastronómica a cosméticos, abrieron a Charrouf y otras mujeres las puertas para la posterior firma de convenios con marcas reconocidas internacionalmente, como Sedal, que fabricó un shampoo especialmente para mujeres que quieren restaurar y dar brillo a su cabello. Esa alianza permitió la apertura de nuevas asociaciones femeninas, para que tengan acceso a aprender a leer y escribir, a negociar con los proveedores y nociones de marketing. Como consecuencia, el analfabetismo femenino ha pasado en 20 años del 95% al 50%.
El Gobierno se ha comprometido a reforestar 200.000 hectáreas antes de 2025 y hoy, más de dos millones de personas trabajan directa o indirectamente con el argán.