La cirugía que le espera a la educación boliviana
Pandemia, cambio de ejes económicos y políticos globales, vertiginosos avances tecnológicos, agravados problemas ambientales, urbanización acelerada y migraciones poblacionales sin precedentes, entre otros. Esos son los notables shocks que ha sufrido y sufre la sociedad planetaria en los últimos años. Según diversas interpretaciones, resultan los golpes más fuertes en un siglo o más. Todo un desafío para cada país y especialmente para sus políticas educativas. Y en esa área, es un desafío, al parecer, mucho mayor para el Estado boliviano.
Así también lo remarca la propia Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés). “El mundo es cada vez más complejo, incierto y frágil —señala la invitación a una campaña que dicha organización se halla activando—. Existe una necesidad urgente de volver a imaginar el papel y el propósito de la educación. La Unesco ha lanzado un debate mundial sobre el futuro de la educación, una conversación sobre cómo el conocimiento y el aprendizaje pueden moldear el futuro de la humanidad y el planeta”.
En ese marco, el estado de la educación en Bolivia, recurrentemente, ha generado múltiples crisis, críticas y reclamos en los últimos años. Valga recordar que, en diciembre de este 2022, cumple 12 años de plena vigencia la Ley 070 de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez. Así la “LASEP”, como suele llamarla más de un entendido en la materia, se halla en vísperas de promocionar sus primeros bachilleres propios. Es decir, quienes egresen el año que viene habrán cursado toda su escolaridad bajo la ley educativa que implementó el régimen del Movimiento Al Socialismo. Claro que dada su ejecución directa, no paulatina, hace una década, ya suman casi 12 promociones LASEP y las consecuentes interrogantes sobre ellas.
¿Qué tan formados y capacitados son los bachilleres LASEP? ¿En qué destrezas académicas destacan? ¿Qué valores han recibido y animan sus vidas? ¿Cuánto ha aportado este cambio de modelo educativo a los bolivianos del siglo XXI? ¿Qué frutos LASEP ha recibido Bolivia en la ciencia, la tecnología, así como en las transformaciones sociales y económicas?
A ciencia cierta, no se sabe, no se responde. Las autoridades que encabezaron este proceso en general evadieron la misión de descubrir qué tan solventes son los estudiantes LASEP en las destrezas fundamentales. Su cierre a que los alumnos que accedieron a los nuevos programas educativos participen en evaluaciones internacionales ha sido taxativo. Tras cuestionar y tildar a dichas pruebas de “capitalistas”, se comprometieron, además, a realizar otras. Aquella promesa hasta el presente, a más de una década de la implementación de la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez, no se ha cumplido.
Aplazos
Sin embargo, los datos que estudios internacionales, investigaciones independientes y reportajes de prensa han podido aportar al respecto no auguran buenas calificaciones. Ya en 2012, por ejemplo, un trabajo del Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativa (Cebiae) llegaba a una llamativa conclusión: “El 56 por ciento de los estudiantes paceños que ingresan a secundaria no comprende lo que lee”. Ese mismo año, un dato oficial conmocionó a los pedagogos cruceños: “Ningún alumno de 325 colegios de Santa Cruz aprobó la prueba de suficiencia académica (PSA) de ingreso a la Universidad Gabriel René Moreno”.
Cuatro años más tarde se evidenció otro posible aplazo. Varios grupos de alumnos fueron sometidos experimentalmente a la célebre Prueba Internacional de Suficiencia Académica (PISA), a iniciativa de la Alcaldía paceña. Los resultados sorprendieron. Si Bolivia hubiese participado de los test PISA ese año, habría sido el último clasificado. Los promedios en las pruebas de las destrezas básicas eran inferiores, en 30 por ciento, a los del país colero, República Dominicana.
Si se aborda la educación superior, resulta casi imposible esquivar las notas que la cualifican. Éstas llegan en, al menos, seis rankings internacionales que miden la calidad de las universidades del planeta. Entre las firmas que los elaboran, las más reconocidas son QS Quacquarelli Symonds, Times Higher Education y el ranking Shangái. Bolivia nunca ubicó en dichas tablas a ninguna universidad entre las primeras 1.100 del mundo ni entre las primeras 100 de Latinoamérica.
Pero en tiempos de la LASEP las ubicaciones han empeorado. Bastará señalar, por ejemplo, el ranking QS. Allí entre 2016 y 2021, la mejor ubicada, la Universidad Mayor de San Andrés, bajó del puesto 108 al 128 a nivel latinoamericano. En el mundo, su descenso fue del puesto 1.148 al 1.240. Salvo otras seis casas superiores de estudios del país, las ubicaciones del resto están por debajo del 4.000 y hay varias más allá del 10.000.
Los índices de innovación, registro de patentes y proyectos de producción académica, realizados por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual y el Banco Mundial también, dejan muy rezagadas a las universidades bolivianas. Sirve citar que en el primero, entre 133 países evaluados, en 2019, Bolivia ocupaba el puesto 111. Se ubicaba antepenúltima en Latinoamérica. En la tabla global era superada inmediatamente por cuatro repúblicas del África y en los siguientes puestos había otros tres del mismo continente. Varios de estos países habían salido recientemente de conflagraciones y colapsos internos.
Críticas a todo nivel
Ante semejantes, sucesivos y tan frecuentes indicadores las críticas por el estado de la generación LASEP han menudeado desde virtualmente todos los sectores. Es más, hasta es posible advertirlas en recientes declaraciones del propio primer mandatario boliviano.
Hace nueve días, con motivo de la inauguración del Seminario Internacional Políticas y Acciones hacia la Calidad Educativa realizado en La Paz, el presidente Luis Arce Catacora señaló: “Nosotros vemos que, lamentablemente, les digo con toda fraternidad esto, hay una tendencia salarialista en nuestros maestros. No estamos velando por la calidad educativa y un compromiso con nuestros niños, con nuestros jóvenes. Esa tendencia hay que cambiar”. Añadió que se observa una diferencia respecto “a hace muchos años, cuando los profesores inculcaban valores y principios”.
Según un reporte de la red Erbol, el Mandatario propuso la creación de una entidad independiente que mida la calidad educativa. También planteó que se gestione la llegada de evaluadores del trabajo de los docentes y llamó a estos a “no tener miedo a la evaluación”. Arce planteó discutir lo que ocurre también en el sistema universitario. “Duele mucho que se inviertan muchos millones de bolivianos en las universidades públicas, pero los resultados en investigación, formación de profesionales de calidad tampoco son satisfactorios (…) No puede ser que nuestras universidades públicas estén en los puestos casi últimos de las universidades de América Latina y del mundo”.
Por si faltasen críticas, también desde la izquierda radical se las han vertido a la LASEP. Así lo expresó el conocido activista del trotkismo y dirigente del magisterio paceño José Luis Álvarez. “El Presidente quiere ocultar que la Ley Avelino Siñani ha destrozado la calidad educativa —dijo Álvarez— (…) Es una ley que en vez de alentar el estudio de matemáticas, ciencias, física, química, ha obligado a los maestros a hablar de challas, la Pachamama, del kari kari y otras tradiciones y costumbres”.
Visión politizada
Por lo demás, el seminario internacional, organizado por la Cámara de Diputados y el Ministerio de Educación, sobreabundó en evaluaciones políticas antes que pedagógicas. Pese a que el motivo central hablaba de calidad educativa, gran parte de los conferencistas invitados de nueve países se explayaron especialmente en el contexto histórico y las disputas políticas coyunturales más sus experiencias en aula. El ministro de Educación, Edgar Pary, al presentar el evento aseguró que se “buscaba profundizar lo avanzado con la LASEP” y sus allegados celebraron logros como el programa de alfabetización.
El representante de Panamá, Diógenes Sánchez, rememoró la recuperación del célebre canal, y su par guatemalteco, Roberto León, habló sobre los colegios que se unieron a la guerrilla en su país. El disertante de Honduras, Edwin Hernández, relató los negocios corruptos que hizo su gobierno en el tiempo de la pandemia. El invitado venezolano, Orlando Pérez, destacó las políticas de alimentación que ese gobierno ha brindado a los estudiantes en los últimos años. Franck S. Jean, invitado de Haití, señaló cómo los docentes de ese país rechazaron “el golpe de Estado que sufrió el hermano Evo Morales”.
En el tema del “golpe” varios de los pares bolivianos también incidieron con amplitud y recurrencia. Pero fue elocuente la ausencia de evaluaciones sobre los resultados de los 12 años de vigencia de la LASEP y sus resultados.
Pero en lo concreto priman las evaluaciones. Y frente a ello, surge, de acuerdo a los entendidos en la materia, la urgencia de encarar cambios y transformaciones en el sistema educativo boliviano. Los notables y acelerados fenómenos sociales, políticos, económicos y tecnológicos que conmueven al planeta así parecen exigirlo. Los entendidos parecen coincidir en tres medidas claves que permitirían, tras un proceso de varios años, sacar del estancamiento y hasta retroceso a la educación boliviana.
La cirugía
“La LASEP adolece de al menos tres factores limitantes y en esto coincide la mayoría de los análisis —dice el pedagogo Elio Torrez Menur—. Tiene un diseño más político que pragmático, no fue trabajada como una política de Estado, sino como una visión partidaria del desarrollo de país. En segundo lugar, hay una falta y una mala distribución de recursos económicos para desarrollar esta política de Estado. Y, tercero, es extremadamente notoria la baja o muy baja capacidad administrativa y profesional, de quienes se han formado en el área, salvo contadísimas y a veces marginadas excepciones. Si no se subsana esos factores, con una cirugía de alto nivel, no hay futuro”.
El analista señala que la actual condición educativa boliviana se ha agravado debido a la escasa valoración y preparación para asumir el reto de las tecnologías de la información. “No sólo se habla de aprovecharlas, sino también de conjurar los riesgos que traen y que ya afectan a cientos de miles de niños en Bolivia”, remarca. Suman, además, los “problemas añadidos”, como los conflictos por el aprendizaje de lenguas que trajo la LASEP. Y explica que no se rompieron los elementos colonizantes donde debía habérselo hecho.
“La educación liberadora y exitosa no busca alumnos extenuados y aburridos, víctimas de un capataz —explica—. Es la que logra el entusiasta entendimiento y comprensión del alumno virtualmente frente a cualquier materia. Es la que tiene al docente como un gran motivador y entrenador, no como a una autoridad impositiva que, además, lo juzga, califica y hasta denigra. Eso no se ha logrado, ni de lejos con la LASEP. Entonces, sigue siendo una educación colonialista, por excelencia”.
¿Qué características tendría la cirugía que precisa la educación boliviana? “Inicialmente, urge un cabal diagnóstico de nuestra calidad educativa —dice, por su parte, el pedagogo y docente Alexis Solaris—. En ello bien y sin muchas complicaciones se podría apelar a la Unesco y otras entidades especializadas para que hagan las mediciones. También debería forjarse una política interna de evaluaciones sostenidas de la calidad educativa en todos los niveles, sin margen a la politización o el corporativismo. Una segunda medida es un cambio histórico en la formación docente, hacer de ellos verdaderos educadores, bajo altos parámetros universitarios. Eso no significa sólo renombrar a las normales como ‘universidades’, sino transformar sus estructuras ancladas en valores propios de los siglos pasados, hasta del XIX”.
El analista recordó que el educador en diversos países se halla considerado entre los más importantes profesionales del Estado. “Su formación, selección, graduación y especialización son priorizadas por sobre el resto de las carreras. No resulta nada fácil ser elegido alumno de una carrera docente. Paralelamente, la cirugía debe llegar al sistema universitario, donde habría que extirpar todas las anomalías, que, tanto en privadas como en estatales, han hecho que se produzcan decenas de miles de títulos, pero apenas uno que otro profesional. Los resultados de semejante cirugía tardarían en mostrarse, aunque con evidencias progresivas, varios años, como pasa con todo enfermo crítico”.