¿Me oyes ahora?
Hace algunos años, en aquellos en que la telefonía empezó a expandir su tecnología, salía un comercial en televisión en el que se veía a un hombre haciendo malabares en el techo de su casa tratando de encontrar señal para poder hablar por teléfono; en ese entonces estábamos conociendo la comunicación inalámbrica y ver al artista gritando en el techo de la casa “¿me oyes ahora?” resultaba ser algo gracioso para todos los que conocíamos la sensación de frustración cuando una llamada era contestada pero el interlocutor no escuchaba. La pregunta típica y reiterativa era esa: “¿me oyes ahora?”. Esa pregunta se formulaba una y otra vez mientras nos trasladábamos de un lugar a otro dentro del mismo recinto a fin de localizar el lugar preciso para encontrar señal, quedarnos quietos y hablar desde ese punto para no volver a perderla. Si se tenía suerte, la conversación duraba algunos minutos y el mensaje completo era escuchado; si no, a la mitad de él se percibía el bip, bip, bip… lo que era sinónimo de que la llamada se había cortado. Esto ocasionaba enfado en la mayoría de los casos, el no lograr comunicarse correctamente disgustaba; reconozco que por lo menos se contaba con un sonido —bip, bip, bip— que advertía la desconexión y, entonces, se cortaba la llamada y cada uno se iba a hacer lo que le ocupaba hacer.
Hoy esa desconexión existe en las familias donde se habla cara a cara y parece ser que uno no escucha al otro, de distintas formas formulan la misma pregunta del comercial “¿me oyes ahora?”. No lo dicen textualmente, pero sí implícitamente. Está dicho en frases como: “no me escuchas cuando hablo”, “ya te lo dije varias veces”, “parece que no me prestas atención”, “no es eso lo que estoy diciendo”, “me encantaría que me escuches”, “por favor, entiende lo que quiero decir”, “ya me cansé de decirlo”… en fin, son muchas las maneras como se quiere que respondan a la pregunta ¿me oyes ahora?
A veces es falta de atención, interés o respeto de parte del interlocutor y entonces el bip, bip, bip se percibe ipso facto. Aquí, el silencio viene acompañado de enojo, pero, a diferencia de la advertencia telefónica, en las relaciones no se puede cortar la llamada, y ese enojo hace que empezamos a movernos dentro de la casa buscando donde encontrar la mejor señal para retomar la conversación albergando la esperanza de que sea mejor.
Otras veces no es mala voluntad de ninguna de las partes, sólo que en algún momento hubo interferencia, como cuando los cables telefónicos sufren algún pequeño daño; existe la comunicación, pero con cierto ruido en ella, ese ruido a la larga incomoda porque se torna molestoso para los oídos e inconscientemente se opta por evitarlo y evadir el ruido, se evade la conexión.
En otras conexiones, el bip, bip, bip es traducido en frases como: “no puedo creer que me digas eso”, “no se te conforma con nada”, “me das mucho, sólo que de algo que no necesito”. Es posible que aquí la pregunta ¿me oyes ahora? venga en forma de silencio escoltado de dolor o con explicaciones enfáticas cargadas de frustración.
En cualquier caso, estoy segura de que la pregunta ¿me oyes ahora? podría ser erradicada con frases como: “quiero escucharte”, “eres importante para mí”, “quiero entender lo que quieres decir”, “disculpa, no lo había visto así” o “hazme notar cuando sientes que no te escucho”.
El bip, bip, bip es una advertencia audible en las conexiones telefónicas, pero en las relaciones personales puede pasar desapercibido y, si no prestamos atención, la relación queda sin relación.
// JEAN CARLA SABA DE ALISS
Conferencista, escritora y life coach
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