Marcelo Luján: “La clave de la literatura es saber disolver la experiencia lo máximo posible”

Economía creativa Evolución en Cochabamba
Publicado el 21/07/2020 a las 7h48
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Marcelo Luján ha ganado el premio más importante del cuento iberoamericano, el Ribera del Duero y eso lo hace parte de los autores de una de las editoriales más importantes también de Iberoamérica, Páginas de espuma. El argentino que vive en Madrid hace casi 20 años, fue el vencedor del certámen en el que había finalistas de la talla de la boliviana Magela Baudoin.

OH! entrevistó a Luján a través de una llamada que duró alrededor de 45 minutos, en la que el reconocido autor lanzó perlas en claves para la escritura, como lo hace un buen maestro que comparte generosamente las herramientas que pueden ser útiles para quien explora la ficción, además habló de sus inicios y de las particularidades del libro ganador, “La claridad”, que ya se publicó en España y que en unos meses, cuando haya más movimiento, llegará a este lado del mundo.

 

¿Cómo comenzó con la ficción?

Comencé a escribir muy temprano. Siempre cuento la anécdota de cuando tenía 8 o 9 años y para Reyes pedí una patineta y me la llevaron, pero además me llevaron otros dos objetos que yo no reconocía muy bien y eran dos libros, dos ediciones juveniles de una colección que ya no existe y que había en Argentina, uno era de Julio Verne, “La isla misteriosa” y el otro, un libro precioso, “Corazón” de Edmundo Amicis. Mi interés por la lectura fue impresionante, comencé a leer mucho a Julio Verne porque los mundos que creaba me parecían maravillosos, entonces me compraron otro de Verne, “Dos años de vacaciones”, que tenía una foto con su historia y ahí me enteré de que estaba muerto y eso era una decepción para un niño. En el colegio público primario siempre nos llevaban a la Feria del Libro de Buenos Aires y recuerdo que no quería ir, me parecía una cosa absurda, si no iba a estar Julio Verne, no tenía ningún sentido y siempre lo cuento, esa visión de niño y de cómo a través de lo que había leído y el personaje de Julio Verne y su mente maravillosa pensaba “yo quiero hacer lo que hace este hombre”. Después en la adolescencia con 12 o 13 años, ya escribía textos de lo que me había pasado en el verano, cambiando los tiempos verbales, que son los trucos que siempre ocurren en las primeras manifestaciones de escritura creativa, en las que las aristas autobiográficas son altísimas, por eso, a medida que pasa el tiempo, la ficción siempre se construye de la experiencia, uno no puede contar cómo es un casamiento si no fue a uno. Pero la clave de la literatura es saber disolver la experiencia lo máximo posible hasta que ese casamiento o escena familiar no sea ninguna concreta, sea una creación nueva, como un Frankenstein de muchas reuniones familiares. Está un poco ahí la clave de la literatura, saber despegarse lo más posible de la variable autobiográfica, es decir, de la experiencia como individuos para que el lector no sufra la pasión que podemos ponerle a una historia que a lo mejor para el lector no tiene ningún interés.

 

¿Qué piensa entonces de la tendencia de la autoficción?

Yo entiendo que ahora mismo la autoficción es un género de moda, es un híbrido muy raro que no termino de entender muy bien, si uno quiere escribir ficción tiene que escribir con esos procedimientos que conté, si uno quiere escribir un texto autobiográfico, que es un género precioso además, tiene que respetar ciertos cánones de la autobiografía. Entonces, esta hibridez de estos textos no me atrae como lector porque no tiene el componente de lo autobiográfico en el que dices: “pobre tipo, lo que le pasó o qué momento tan bonito que vivió”. Eso no se tiene que saber si es verdad o mentira, aunque sea incorrecto decirlo, digo, no sabes hasta qué punto eso fue una realidad tangible y autobiográfica y dónde está aplicada la ficción, entonces ¿cómo me presento como lector ante el texto? ¿Voy a leer ficción o voy a leer no ficción? 

 

¿Qué lugar ocupa la memoria?

La memoria es parte de la experiencia, cuando escribimos ficción recurrimos inevitablemente a la experiencia. Sabemos cómo es la mano o la cara de una persona porque la hemos visto y a partir de esa experiencia los escritores de ficción tenemos que saber alejarnos lo máximo posible de la realidad. La memoria es fundamental, porque es donde descansa la experiencia, recordamos las cuestiones que nos han marcado o que nos interesan a la hora de escribir ficción.

 

¿Cómo es su relación con los concursos?

Ganar un premio literario o quedar finalista te da garantía de que lo que estás haciendo está más o menos bien. Con respecto a Ribera del Duero, ¿qué te puedo decir? Es una alegría enorme y lo más importante, que es el libro, con este galardón podrá llegar a más lectores, esa es la idea y para lo que uno escribe, para que nos lean, con este premio el lector, aunque sea por curiosidad, va a decir: a ver qué hizo este tipo.

 

¿Es difícil vivir de la escritura?

Sí, es difícil, pero lo he conseguido después de muchos años de sacrificio, trabajo y penurias, lo he conseguido, pero no vivo de la venta de los libros, son pocos los que viven de las ventas. En mi caso he logrado vivir y de un modo decente, de toda la constelación de actividades que parte de los libros que escribo, por eso me gusta publicar de vez en cuando con textos que estén muy bien trabajados. Por ejemplo, con “Subsuelo” (Novela publicada en 2015) gané dinero porque me llamaban de festivales, los alumnos se apuntan en mis cursos porque leyeron “Subsuelo”, si hay eco de los libros eso genera cosas.

 

Seguro que también hay concursos que no ha ganado

Sí, como todos. Yo le digo a mis alumnos, manden a los concursos no se rindan siempre hay alguien que lee. Un premio literario no es una ciencia, un mismo texto que en un premio no consigue nada en otro, depende de quién lo lea o quiénes son los rivales, eso es así. En Ribera del Duero ya hay un nivel muy alto de competencia, cualquier error técnico se penaliza.

Mis primeros libros se publicaron porque ganaron un premio, es un camino muy válido para la persona que está comenzando a escribir, independientemente de la edad. Los concursos son muy válidos, porque más allá del reconocimiento real, está lo que uno siente, te da energía para seguir adelante porque esto de escribir es muy duro.

 

¿Cómo se explora la maldad?

Es prácticamente lo único que me interesa a nivel literario no sólo en “La claridad”, los libros anteriores también lo hacen. Las situaciones desgraciadas a las que estamos expuestos en la sociedad en la que vivimos, una sociedad muy violenta, además, me interesa ¿por qué hacemos daño? No tiene por qué terminar con la muerte, hay movimientos humanos que son muy dañinos y que no acaban en la muerte, pero más allá de eso y de la planificación del mal, me interesa mucho lo cotidiano, lo pequeño, lo que pasa dentro de la familia a nivel de acciones malas, por eso también se llama “La claridad” este libro, porque es una contraposición de ese claroscuro, es decir, si uno está en la segunda guerra mundial y nos pegan un tiro a lo mejor era esperable, pero si estamos comiendo un asado o estamos en familia en la casa de verano o en un cumpleaños donde creemos que estamos a salvo y que todo está controlado y sucede un hecho extraordinario en relación con el mal, eso no lo vemos venir, por lo tanto, es más peligroso y estamos mucho más expuestos como individuos. Me interesa implantar las situaciones desgraciadas en contextos cotidianos y más o menos luminosos, en los que uno no espera que le pase nada malo.

 

¿Esta búsqueda es a partir de algo en concreto?

En mi caso por azar, que es el gran elemento que articula toda esta teoría, siempre es por azar, todo es azaroso por supuesto. No me ha pasado nada en lo personal de una magnitud tan oscura, lo único a lo que puedo recurrir para responder un poco la pregunta es, yo también lo pienso a veces, ¿cómo se me ocurre escribir cosas que no me han pasado ni de cerca?

Soy del barrio Mataderos de Buenos Aires que es de la Capital Federal y es un barrio de inmigrantes, un barrio obrero, no es marginal, pero me crié ahí y digamos que las cosas eran un poco más duras, entonces puede ser por ahí que yo tenga tanta atracción por contar en la ficción este tipo de situaciones. Ahora que vivo en Madrid hace más de 20 años, también en Europa pasan cosas malas, no es un tema latinoamericano porque tenemos pobreza, porque somos desorganizados, los atentados también pasan en Europa, no estás a salvo porque tengas dinero o porque vivas en una sociedad más organizada, no se está a salvo nunca, al menos en nuestra sociedad y época y eso me interesa como escritor.

 

¿Eso se acentúa en la pandemia?

No sé. El confinamiento no me afectó mucho porque trabajo en casa y las clases presenciales las comenzamos a dar por Zoom, entonces mi vida no cambió mucho, pero el mundo afuera, ahora cuando salimos, ha cambiado, la relación que tenemos entre las personas ha cambiado, hay mucha incertidumbre no sabemos cuándo vamos a poder volver a abrazar a un amigo, eso es una locura.

Pero a nivel literario y eso me lo habían preguntado y es muy interesante, creo que cualquier texto de ficción sobre la pandemia necesita más tiempo para poderse escribir. Necesitamos más perspectiva, ahora es oportunista escribir de eso, si es tangencial no, pero de la pandemia es difícil, porque es incompleto, creo que hay que tener calma y que pase el tiempo, yo ni me planteo escribir sobre esto.

 

¿Cómo llegó a incluir citas bíblicas para “La claridad”?

Todos los cuentos tienen un epígrafe, una clave paratextual, y están compuestos por una cita bíblica y el fragmento de una canción de rock, me pareció que era una mezcla explosiva y hermosa de universos separados. Me gusta que los libros tengan música suelo escribir canciones que luego forman parte del proceso creativo y, luego, la Biblia me parece un texto apabullante, más allá de la variable religiosa, con pasajes que tienen vuelo literario, dice cosas con un nivel de oscuridad dentro de la luz que transmite, que funcionan como una advertencia para el ser humano. “La claridad” la escribí desde cero, cuento a cuento, sin compilar nada, esa armonía interna de escribir un libro como concepto también se amalgama con esos elementos.

 

¿Se puede enseñar a escribir ficción?

Sí, la respuesta es más compleja, pero hay dos ramas importantes, la primera es que la persona que quiere escribir tiene que leer y tener una predisposición artística para escribir.

Hay que leer mucho y ejercitarse mucho. A nivel de enseñanza, que no funciona como una asignatura, un taller es un taller y funciona por la interacción de los componentes, el profesor o coordinador puede aportar muchos recursos, eso sí se puede enseñar, con ejemplos y ejercicios.

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