Juana Quispe quería morir el día que se enteró que su hija Esmeralda, de cuatro años, tenía un tumor. Sintió que el golpe era demasiado porque días antes José, su otro niño de 13 años, había sido nuevamente diagnosticado con cáncer en la médula espinal, luego de permanecer cinco años estable tras someterse a radioterapia.