Levi-Strauss, alumno y testigo de los indios
París | Agencias
Del fuego celestial a la cocina, la domesticación de las llamas por el hombre es uno de los mitos más universales, así lo demuestra el filósofo y antropólogo Claude Levi-Strauss, que el viernes cumplió cien años de vida, tras haber estudiado 813 historias de los indios de América del Sur y del Norte.
"El pensamiento mítico sudamericano distingue dos tipos de agua: un agua creadora, de origen celeste, y un agua destructora, de origen terrestre. Habría en forma paralela dos tipos de fuego: uno celeste y destructor, otro terrestre y creador, que es el fuego de la cocina", dice Levi-Strauss en "Lo crudo y lo cocido".
En un coloquio realizado el martes en el Colegio de Francia, la máxima institución académica de este país donde Levi-Strauss fundó en 1960 el Laboratorio de Antropología social, la profesora Françoise Heritier recordó que este antropólogo se adelantó, en los años 50, a las investigaciones científicas sobre el cerebro humano.
"Era el comienzo de los computadores y del modelo informático del cerebro. Levi-Strauss escribió que el cerebro humano funciona como un ordenador, con un modo de codificación binaria, y esta estructura fundamental del cerebro influye en la creación de categorías dualistas", dijo Heritier.
"El desnudo es, con relación a la cultura, el equivalente de lo crudo con respecto a la naturaleza", dice Levi-Strauss en una de sus múltiples entrevistas.
El 5 de enero de 1960, en su lección inaugural en el Colegio de Francia, institución cuya misión es "enseñar la ciencia en el proceso de hacerse", Levi-Strauss rindió un vibrante homenaje a los amerindios. "Esos hombres y mujeres que en este momento, a miles de kilómetros de París, en alguna sabana arrasada por los incendios forestales, o en una selva chorreante de lluvia, regresan a su aldea para compartir una magra ración y evocar juntos a sus dioses; estos Indios de los trópicos, y sus semejantes en el mundo entero, me enseñaron su pobre saber en el que cabe, no obstante, lo esencial del conocimiento que ustedes me han encargado de transmitir a otros", dijo ese día.
"Dentro de poco, desgraciadamente, todos ellos van a extinguirse por el choque de las enfermedades y los modos de vida que les hemos aportado", vaticinó.
"He contraído con ellos una deuda de la cual jamás estaré libre, incluso si desde esta cátedra en la que ustedes me han puesto puedo justificar la ternura que me inspiran y el agradecimiento que les debo a ellos, mostrándome, así como lo fui allá, y como quiero seguir siéndolo entre ustedes, su alumno y testigo", dijo.
En 1935, a los 27 años, Levi-Strauss, arrastrado por el deseo de aventuras, deja su puesto de profesor de filosofía en el bachillerato para embarcarse en Marsella y llegar a las selvas de Brasil.
En su morral llevaba "Las cosas de la naturaleza", de Lucrecio, y quizás el Prometeo de Esquilo y partituras de Wagner o Rameau. En América Levi-Strauss descubrirá al "Otro" ya intuido por Montaigne en el siglo XVI. "La naturaleza en el sujeto". Los indios, hombres "sin Historia", van a iniciarlo a esa otra manera de pensar, desnudos, por otros caminos que no iban, como ocurrió en Grecia, del mito a la razón. Partiendo de los indígenas Bororo, Nambikwara y Tupi Kawahib de Brasil, Levi-Strauss comenzará su gigantesca investigación sobre la mitología de los indígenas del continente.