La película Ben-Hur celebra medio siglo desde su estreno
Los Ángeles | Efe
"Ben-Hur", la monumental película de William Wyler protagonizada por Charlton Heston en su papel más recordado, el de un aristócrata judío que sufre la traición de un amigo romano, cumple este miércoles, imbatida, medio siglo desde su estreno en EEUU.
Hay películas que quedan para la historia y la épica "Ben-Hur" es una de ellas. Fue el filme que ganó por primera vez 11 premios Óscar, los mismos que "Titanic" (1997) y "The return of the king" (2003), la tercera parte de "The lord of the rings". Sólo que con una particularidad: "Ben-Hur" deparó estatuillas doradas a sus intérpretes.
El filme, máximo exponente de un cine artesanal ya extinto, se hizo con los Óscar al mejor actor (Heston) y al actor de reparto (Hugh Griffith), además de los galardones a la mejor película, director, sonido, decorados, montaje, banda sonora, fotografía, efectos especiales y vestuario.
Fue también el primer "remake" —existen otros dos "Ben-Hur", ambos mudos: —un corto de 15 minutos de duración filmado en 1907 y otra versión de 1925, dirigida por Fred Niblo— en alzarse con la estatuilla dorada a la mejor película, un honor que repetiría 47 años después "The Departed" (2006), de Martin Scorsese.
Los tres trabajos se basan en la novela de Lewis Wallace "Ben-Hur: A Tale of the Christ", publicada en 1880, con la que el filme de Wyler comparte muchos puntos, incluido su final de redención y perdón.
Los 212 minutos del filme fueron rodados en su mayoría durante nueve meses en los estudios Cinecittà, de Roma, y encierran una de las escenas más famosas de la historia del cine: la famosa carrera de cuadrigas que provoca la derrota de Messala, amigo de la infancia de Judá Ben-Hur. Aquella escena se filmó en tres meses.
El filme tuvo un reparto de 8 mil extras, más de 300 decorados y 100 mil trajes, y en su espectacular recreación de la novela no hubo cabida para los efectos especiales por ordenador. Todo se levantó a base de imaginación de sus orfebres.
Y esa inspiración salvó de la quiebra a los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, que arriesgaron a invertir en la producción una cifra récord por entonces —15 millones de dólares— que terminó por ingresar cinco veces esa cifra.
La banda sonora del húngaro Miklós Rózsa y la fotografía de Robert Surtees hicieron el resto dentro de una historia situada en el Imperio Romano de Tiberio, que narra el paso del amor al odio entre Judá Ben-Hur y Messala, amigos desde la niñez y enfrentados como adultos en tiempos de Jesús de Nazaret, que incluso aparece brevemente en el filme y se apiada del personaje principal.