Bolivia: Eterno retorno de los títeres
Grober Loredo - Compañía Elwaky
Entre las expresiones artísticas que tienen vigencia en Bolivia, al teatro de títeres se le ha reconocido una importancia secundaria, al punto de ser considerado –en el mejor de los casos- un “arte menor” o una “actividad recreativa para las wawas”.
Es posible que dicho tratamiento tenga sus razones. Por ejemplo, la historia de “nuestros títeres” es tan escuálida que en los registros de la prensa nacional apenas encontramos referencias a espectáculos, elencos o actores. De una fuente secundaria –la Enciclopedia Mundial de la Marioneta de Unima- sabemos que al finalizar la Guerra del Pacífico, un grupo de titiriteros del norte chileno se asentó en Uncía (Potosí), epicentro económico y cultural ligado al estaño y al movimiento obrero.
Entre ese momento (1879) y la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia y Paraguay (1932), no ha sido posible encontrar otros indicios. Alrededor de ese acontecimiento bélico se hace referencia a grupos de anarquistas y troskistas que -haciendo uso de títeres- emprenden acciones opuestas a la guerra. Si de nombres se trata, resalta el de Antonio Paredes Candia que, aún adolescente, retoma la tarea recorriendo gran parte del país, contando y recogiendo historias, leyendas, mitos y costumbres de la “Bolivia clandestina” que, luego plasmara en una enorme y valiosa producción bibliográfica de la que somos herederos.
De ahí en adelante, otro enorme vacío apenas interrumpido por la presencia esporádica de titiriteros argentinos como Roberto Espina, los hermanos Di Mauro o Alexis Antigues.
Ya en la década de los 70, con Darío Gonzales (Teatro Runa - Cochabamba) y Jaime Gonzales (Taller Nacional de Títeres y Objetos Animados - La Paz), surge una nueva generación de titiriteros: Gonzalo Cuellar, Federico Rocha, Juan Espinoza, Hugo Alvarado, Sergio Ríos y otros. El Teatro Runa tendrá una vida de cinco años, mientras el Taller de Títeres se extenderá por tres décadas. Paralelamente, alrededor de los años 80, hará su aparición otro conjunto de elencos artísticos que terminará –en los 90- absorbido por los “mensajes salvadores” de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) e irán muriendo.
Ya en el siglo XXI “nueva sangre ocupó el espacio desde otra visión, primero titiriteras como Carmen Cardenas y Alexia Loredo (Títeres Elwaky), Giovana Chambi (Títeres del Río), Karina Noya (De trapitos y botones), Maricel y Madaí Sivila (La Pirueta), ellas le dieron otra mirada a los temas, a las formas y a la estética del teatro de títeres y, por otro lado, los jóvenes como Bayardo Loredo (Títeres Elwaky) que se preocuparon por la formación y buscaron otras alternativas a lo que ya se venía haciendo. En esa medida el teatro de títeres ha dado un salto cualitativo en Bolivia”. Los títeres han regresado a Bolivia y esta vez parece que es para quedarse.