La Cestería, una tradición que pervive
Las manos de Victoria marcan el ritmo del trenzado. Con 59 años, la abuela y madre recuerda que aunque las ramas de caña hueca y Sausau siempre han formado parte de la estética de su casa, fue recién a los 12 años que aprendió la técnica del tejido en cestería.
Desde que tiene memoria, afirma, su familia confecciona las cestas; sus abuelos y sus padres se dedicaban a esta práctica, los hombres recolectaban los troncos y las mujeres se encargaban del tejido.
Sentada bajo un higüero en el patio central de su casa en Vinto, apoyada en un pequeño tronco comienza con su labor.
Arma la base de las canastas con ramas en cruz y las anuda en las puntas, teje la urdimbre alrededor de 10 varas y, de acuerdo el diámetro, va cortando y uniendo, aglomera las filas y las empuja a manera de prensa. La agilidad para tejer es indiscutible, en 40 minutos ha acabado una canasta de casi un metro. Lo hace con cañahueca, chillca y Tacuara, cada una tiene su técnica, comenta.
Las varas son traídas desde varios ríos colindantes, Mayuku Rancho, Sauce Rancho y otras como el bambú tienen que comprarse del trópico.
En la casa de Victoria, cada parte del jardín tiene un lugar para cada especie de leño, incluso los que le sirven para cocinar. En el patio, además, se observa el material con el que elabora sus productos.
Entre las caña huecas, está el maíz de las gallinas “todas las tardes me siento aquí para tejer, así ha sido siempre”, dijo.
La familia Orellana no es la única que conserva esta tradición en Vinto.
En el lugar, más de 70 mujeres se dedican a tejer y vender sus productos de ramas y mimbre.
Pamela García aprendió este antiguo arte hace solamente 10 años. Su suegra, Victoria, fue su maestra y aunque su familia no está ligada a esta tradición ella le tomó cariño.
“Me gusta mucho porque es una linda tradición, he aprendido poco a poco, necesita paciencia”, asegura. La joven explota su creatividad inventando nuevas formas de tejido con las varas de Tacuara, el más dócil de los materiales. La nuera también hace el trabajo pesado, parte los troncos y deshoja las ramas para secarlas en el sol.
Pamela es, ahora, la presidenta de la Asociación de Mujeres Cesteras de Cercado de Vinto que tiene a más de 25 artesanas.
Las integrantes, jovencitas y mujeres mayores, se capacitan durante el año en arreglos de cestería, repostería y otros.
“No sólo hacemos eso, sino que las cesteras que pertenecen a la organización se capacitan contra la violencia intrafamiliar, para transmitirla a la familia”, explica.
Paciencia y creatividad, las formas son infinitas. Desde canastas de verduras hasta sombreros, baúles, cunas y vasijas. La tradición es lo que más le importa a Victoria, ella quiere que sus tres nietas aprendan a realizar esta labor, y así pase de generación en generación.
El paso del tiempo ha hecho que las canastas sean útiles más allá de la conserva de alimentos. “Hoy ya nos conocen y nos hacen pedidos para matrimonios, quinceaños y bautizos”, explica. Sin embargo, la aparición de nuevos materiales supone una dificultad para las mujeres que se dedican a la cestería. Hoy, Vinto organiza la Feria de la Cestería, en su plaza principal, en el valle bajo.
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