El nuevo Emperador de Japón se entroniza en un rito milenario
El emperador Naruhito de Japón proclamó ayer su entronización durante una suntuosa ceremonia en el palacio imperial del Tokio en presencia de 2 mil invitados, entre ellos jefes de Estado y dignatarios de unos 180 países.
“Tras haber heredado precedentemente el trono en virtud de la Constitución y de la ley de la Casa Imperial (…), al país y al mundo, proclamo mi entronización”, declaró Naruhito, junto a la emperatriz Masako, vestidos ambos con atuendos tradicionales reservados a este ritual.
Naruhito, de 59 años, se convirtió en el 126º soberano de Japón el pasado 1 de mayo, un día después de que su padre Akihito, de 85 años, abdicara tras 30 años en el trono del Crisantemo, algo nunca visto en esta dinastía desde hacía más de dos siglos.
Largo proceso
La entronización es un largo proceso y uno de los momentos más solemnes es la proclamación, por el propio Naruhito, de su ascensión al trono.
“Prometo aquí que rezaré siempre para la felicidad del pueblo japonés y la paz mundial”, añadió. También se comprometió a permanecer “al lado de la población para cumplir (sus) obligaciones de símbolo de la nación y de la unidad del pueblo de Japón”.
A ritmo de gongs y de tambores, la ceremonia se llevó a cabo en la “sala de los Pinos” del palacio imperial, en presencia de la familia imperial.
Después, el Emperador y la Emperatriz aparecieron de pie, inmóviles, bajo los baldaquines de sus tronos respectivos, mientras unos oficiales, llamados “jiju”, descorrían las cortinas violetas de estas impresionantes estructuras de madera lacada, colocadas en dos estrados separados.
“¡Banzai!”
Tras la breve declaración leída por el emperador, el primer ministro, Shinzo Abe, le brindó sus felicitaciones en nombre de la población.
Frente al emperador, Abe proclamó tres veces, con los brazos alzados, “¡Banzai!” (literalmente “10 mil años”, en otras palabras “¡larga vida al emperador!”).
Sonaron luego varios cañonazos en el exterior, antes de que las cortinas fueran cerradas ante el Emperador y la Emperatriz, poniendo término a la solemne ceremonia.
Rituales
Un primer ritual tuvo lugar por la mañana, a puerta cerrada, regida por los ritos sintoístas. En ella Naruhito, ataviado con una túnica blanca de mangas holgadas y tocado con un gorro negro coronado por una cresta, “informó” a sus antepasados imperiales de su entronización.
Pese a que en Tokio llueve a cántaros desde el lunes, un nutrido grupo de curiosos se desplazó hasta los alrededores del palacio imperial.
“Sabía que no se podía ver directamente la ceremonia, pero viniendo aquí quería sentir esta atmósfera especial. Es un momento histórico”, dijo a la AFP Shoko Koeda, que seguía al mismo tiempo las imágenes en directo en su smartphone.
Entre los invitados extranjeros figuran jefes de Estado como el presidente brasileño Jair Bolsonaro y representantes de familias reales como los reyes de España, Felipe VI y doña Letizia, y el príncipe Carlos de Inglaterra.
2 mil invitados presentes Soberanos y jefes de Estado de unos 180 países asistieron a la entronización, cuya seguridad estuvo a cargo de 26 mil agentes.
SILENCIO Y MISTERIO
30 minutos de pie y solo con la familia imperial. La ceremonia se desarrolló en medio de un silencio absoluto, sólo roto por los toques de instrumentos tradicionales que marcaban los tiempos y por el discurso del emperador, que fue seguido de los tradicionales “banzai” (Larga vida al Emperador) gritados por el primer ministro japonés, Shinzo Abe, y por las salvas de cañón.
Tres tesoros son el símbolo de su poder. El paso de un emperador a otro está simbolizado el día de la sucesión con la transmisión de “tres tesoros sagrados” que, según la leyenda, fueron confiados al linaje imperial por la diosa del sol Amaterasu.
Estos tesoros son un espejo, un sable y una joya no identificada.
Su posesión se considera una prueba esencial de la legitimidad del emperador, pero no hay fotografías y ni siquiera el emperador puede verlos.
Estos ritos de la dinastía reinante más antigua del mundo se han celebrado siguiendo la misma liturgia desde el siglo IX.