Cualidades de un Presidente
Con Evo Morales han ocurrido dos cosas. Sus llunkus le han escrito libros de homenaje y existen al menos cinco biografías subvencionadas por el Ministerio de Comunicación y el de Culturas, de distribución gratuita y que se usan inclusive como textos oficiales, de adquisición obligada en escuelas, cuarteles y colegios, libros llenos de mentiras, de mitos creados en torno a la figura del “primer presidente indígena de Bolivia” y que inclusive se ha traducido a los idiomas originarios y con fines propagandísticos al chino, al ruso y al inglés. Lo otro, es que existen publicaciones que denigran la figura de Evo Morales, libros folletos, espacios en el mundo cibernético dedicados a desinformar, a menospreciar y poner en ridículo la imagen del orinoqueño, que en diez años de permanencia en el poder se apoderó mediante testaferros o palos blancos de la mayoría de los medios, a los que recurre regularmente para transmitir partidos de fulbito en los que el equipo presidencial siempre gana y el presidente siempre mete goles.
En cuanto a los escribientes, los hay aquellos que agotaron todos los adjetivos de alabanza y cantaron los panegíricos posibles, y los otros que sujetando la pluma con firmeza describen los defectos, las fallas del Presidente, y los repetidos errores políticos entre los que hay que incluir crímenes, prisión, confinamiento y otros castigos que aplica implacable sobre “sus enemigos”, pero ¿tiene el presidente amigos?
La ciencia política analiza las cualidades de presidentes de EEUU. A los grandes como Washington y Lincoln, Jefferson, Jackson, Roosevelt, Wilson, a los fallidos como Richard Nixon o Ulises Grant. ¿Qué cosas distinguen a unos de otros? ¿Qué calidad se exige para figurar en la historia como un gran presidente? Estudiosos marcan seis rasgos mínimos:
Buen comunicador, capaz de convencer con eficacia tanto a líderes como a simples ciudadanos. Seducir con palabras y obras.
Debe tener gran capacidad organizativa para administrar un Estado complejo, con miles de funcionarios, en una extensa geografía, ser efectivo y servicial, poseer carácter para realizar ajustes también en periodos de toda suerte de crisis y dificultades.
Debe ser capaz de brindar claridad a sus medidas de Gobierno, buscando y logrando los acuerdos imprescindibles en una muestra de su liderazgo.
Debe saber negociar frente a periodistas, académicos, empresarios, sindicatos y defensores de los Derechos Humanos, también en el plano internacional.
Debe saber escuchar y responder a los planteamientos con ideas pertinentes y con claridad.
Debe ser capaz de correr todo el tiempo, porque un período presidencial pasa pronto, no detenerse evitando demoras y extravíos que retrasen la marcha del Estado.
Sin rumbo navegan los malos presidentes, apagando fuegos sin fin, sin ruta fija, sin identificar la continuidad de una estrategia conocida y estudiada. Cuán importante es saber procesar la información que llueve a cántaros, separar el grano de la paja, escuchar y leer sin pausa, digerir lo necesario para la toma de decisiones.
La informática y el torrente de estímulos que se descargan en el Ejecutivo, por lo que se ha creado una cualidad imprescindible “el control intelectual del Presidente”, sin despotricar en público y midiendo siempre sus actos, con una presencia pública calculadamente responsable.
El autor es periodista
Columnas de MAURICIO AIRA