Dignidad
Nuestro sistema judicial busca resolver conflictos particulares. En particular, el sistema penal tiene dos objetivos: prevenir la comisión de delitos y poner un límite al poder punitivo del Estado y de los mismos privados. Es obvio que ninguno de estos objetivos se cumple. No voy a tratar de ahondar porque es imposible en un espacio tan breve, pero quisiera comentar los temas pendientes en nuestro sistema penal y que son urgentes.
No hay un sistema de clasificación claro. Presos que cometieron diferentes delitos, con gravedades muy distintas, están juntos y mezclados. No hay una evaluación psiquiátrica para ver modelos de intervención adecuados. Hay un altísimo nivel de consumo de drogas y alcohol entre los presos. Es más, en algunos casos se supo de producción de drogas al interior de algunos penales.
El hacinamiento es sumamente elevado, llegando a ser del 250%. Es decir, donde deberían estar dos personas hay cinco. Entre el 60 y el 80% de los presos no tienen condena. Muchos viven con sus familias completas al interior de los distintos penales, tanto de varones como de mujeres. No existe atención a las personas de tercera edad ni atención adecuada a las personas con VIH.
Los presos deben vivir con menos de diez bolivianos diarios, por lo que necesitan ayuda de sus familiares para poder sobrevivir. Quienes tienen peores condiciones son quienes no tienen una familia cerca, sobre todo extranjeros o personas de otras ciudades.
Existe un alto nivel de corrupción al interior de los penales. Hay casos documentados de tortura, violencia, violaciones, no solo entre los presos sino también de parte de algunos policías que son cómplices. No sorprende, pues, que de vez en cuando haya asesinatos en el interior de los penales.
Nuestro modelo sigue siendo más retributivo que restaurativo: no busca la reinserción de quien comete un delito, sino un castigo ejemplar. Con esa lógica lo único que se logra es la pérdida de dignidad, tanto de quien es castigado como de quien castiga, y no se logra una reinserción una vez cumplida la pena: la reincidencia es, pues, sumamente elevada.
Una sociedad no debe evaluarse en función de cómo trata a quienes son más fuertes, más atractivos o más influyentes, sino en el modo en que se comporta con aquellas personas que considera peligrosas, distintas y criminales. Bien, creo que las cárceles cuentan mejor que nadie cómo somos: son el espejo en el que vemos reflejada nuestra miseria.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO