Ya van más de setenta mujeres
Anahí, Abigail, Rosa, María, Paola, Erika, Doris, Pamela, Ana, y la lista de mujeres asesinadas por sus parejas, en los últimos meses y años, es inacabable. Los crímenes horrendos que día a día suceden a lo largo y ancho del país nos ponen en un estado de alerta, de emergencia. Ante dicha epidemia, no se aplican políticas públicas serias que puedan paliar, disminuir y combatir hasta erradicar esta lacra.
Bolivia es uno de los países con mayores niveles de violencia contra la mujer en el mundo, sólo así se puede entender que en medio año más de 70 mujeres, para ser exacta, setenta y dos, fueran asesinadas por sus parejas varones.
Al parecer es un mal que se extiende como una peste. En los últimos días, el Gobierno ha declarado estar en emergencia y ha ofrecido aplicar planes que enfrenten dicho mal. Desde las ciencias sociales, que son las que intentan entender el comportamiento social, colectivo, nos preguntamos: ¿cuáles son las causas para semejante comportamiento que cobra la vida de mujeres a tal nivel en el país?
El feminicidio es cometido por un hombre con el que la mujer guardaba alguna relación sentimental. Y si bien, por un lado, podría darse la explicación de que algo anda mal en la psique del hombre, otra vertiente lanza la argumentación de que la razón fundamental para tal fenómeno horroroso es el patriarcado. Esta segunda no va desligada de la primera fundamentación y nos remite a considerar, por sobre todo, elementos de tipo cultural. Es decir, determinadas pautas de comportamiento, hábitos, ideas, representaciones simbólicas materiales e inmateriales apuntan a que el sexo masculino tiene preponderancia, superioridad y mayores prerrogativas por sobre las mujeres, a quienes la sociedad en su conjunto desvaloriza y subestima. Esto se refleja en las relaciones sociales que se llevan a cabo en el cotidiano, desde que nacemos. Por tanto, el feminicidio debe ser entendido en un contexto de una relación afectiva, en la que el varón cree que la mujer pasa a ser de su propiedad y por tanto, debe ejercer control sobre ella.
Algunas aproximaciones a la problemática señalan que el feminicida asesina porque se le ha negado que ejerza el control sobre la mujer. Por supuesto que, desde que nacemos, la sociedad por medio de la familia, la escuela, la iglesia, va transmitiendo reglas, nos va moldeando culturalmente de modo tal que con el pasar de los años y de generación en generación, la discriminación, y la violencia hacia las mujeres, en sus varias modalidades, la asimilamos hasta el tuétano. Es lo más grave y alarmante: que la violencia se nos naturalice a tal punto que, como sociedad, no nos indignemos lo suficiente como para hacer frente a semejante problemática que aterra. La estructura que debemos transformar es la mentalidad, y todas las representaciones simbólicas machistas que hombres y mujeres tenemos hechas piel y que hacen que la violencia hacia las mujeres, aflore como lo más natural y cotidiano.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ