Entre dos fuegos
Casi dos millones de hectáreas, con el peligro de más y más fuegos. Aviones avionetas y helicópteros que están a la espera en algún lugar de las fronteras o dentro el país, el contratado y dos helicópteros, ahora el ruso y quizá otras avionetas de voluntarios.
Da la sensación de que algo se está haciendo y la verdad, la pura verdad, es que no se está haciendo nada.
Los bolivianos y las bolivianas, con mayor razón, no se rinden ni se rendirán, pero sí pedirán ayuda ante la imposibilidad de tener recursos. Declarar desastre nacional no es ninguna muestra de fracaso, muy por el contrario, es muestra de responsabilidad, de humildad con todo el pueblo boliviano y con todos los países del mundo. La Amazonía es el pulmón del mundo y es la causa fundamental de lluvias y de aires que suben y bajan, crean vientos, mantienen la vida como la conocemos.
Somos hijos de la naturaleza no solo de boca para afuera, somos de alma adentro y parte de la defensa de la vida misma. Tenemos una diosa y esa diosa es nuestra Pachamama, su defensa está en nuestra Carta Magna.
El problema es de magnitud, siguen declarándose focos de fuego, más de 3.000 nuevos en la Chiquitanía y encontrándose más peligro de llamas en todas partes.
Estamos en una situación de desesperación. Los pobladores de las comunidades en las zonas de desastre están soportando ya más y más dramas. No hay agua y la que hay no se la distribuye, zonas militares que no protegen a los habitantes de esos lugares.
Transcribo la queja de la hermana Ruth de la Congregación de La Divina Providencia:
“…La realidad de allá es muy dura, les recomiendo no lleven las donaciones a las autoridades, ni a la gobernación ni a ninguna institución de alcaldías de ningún lado, las donaciones no están llegando donde debe llegar. Todo está siendo retenido. Nosotros hemos podido ver, en el poco tiempo, cuatro comunidades que están muriendo de sed allá, el agua está contaminada; el agua sabemos, es lo más importante. La poca ayuda que podemos hacer para ellos es una gran esperanza. Creo que como Iglesia debemos buscar alternativas vía parroquias, que organicemos las actividades de entrega para las comunidades que están sufriendo mucho. El aire está totalmente contaminado es puro humo, yo estoy muy conmovida con todo eso…”.
Hay denuncias de que unos están encendiendo fuegos mientras otros apagan. Y las fuerzas de seguridad, ¿dónde están? ¿Dónde están los conscriptos y los jefes militares? ¿Están coordinando todo como si de una guerra se tratara?
No se ve ni que estén vestidos de luchadores contra el fuego ni distribuyendo alimentos y agua, no se los ve dando informes regulares de las actividades de todo los que están luchando contra el fuego.
Es imperioso que reconozcamos nuestras limitaciones y hagamos un alto serio y declaremos desastre para que vengan urgentemente a apoyarnos en la lucha.
El autor es economista
Columnas de CARLOS F. TORANZOS