La legitimidad no se consigue con juego de suma cero
En una democracia representativa la única posibilidad por la que una autoridad gobierne con el consentimiento de quienes le apoyan y quienes le rechazan está dada a partir del ejercicio electoral del voto.
Eso al menos parecía ocurrir cuando el pasado 20 de octubre todos los bolivianos fuimos a votar para elegir a nuestras autoridades. Ese día desde el ámbito de lo que significa calidad de la democracia podríamos decir que pusimos el listón muy alto porque demostramos un compromiso tal que en un clima de polarización atípica nadie de nosotros estuvo en la labor de encender mechas que incendiaron el ejercicio democrático.
En el reparto de responsabilidades proporcionales es obvio que quien tiene la mayor es el partido de gobierno porque además de ser administrador del Estado hace más de una década es competidor de la elección; de ahí para abajo tenemos culpas repartidas. Por eso en nuestra clase política, todos son malos perdedores; desde distintas trincheras se ocuparon en decir que ya había sido consolidado el resultado de que íbamos a segunda vuelta o que ya se habría ganado y que no era necesario ir a segunda.
Otro ámbito institucional que no está a la altura del comportamiento electoral que tuvimos es el Órgano Electoral. Podríamos tener a día de hoy todo un expediente de las situaciones entre anómalas y polémicas que hicieron, pero no hay duda que quienes se encargaron de cerrar el relato del fraude electoral fueron ellos al sembrar la duda más grande con la transmisión de datos rápidos y con el cómputo oficial.
En esas circunstancias ,¿qué se puede hacer? Hasta hace pocos días una alternativa era que se hiciera un trabajo vigilante comparando las actas que se recolectaron con el dato del conteo oficial. Por los trabajos expuestos a estas alturas, los técnicos informáticos independientes por ejemplo, ya sabemos que técnicamente el proceso electoral no tiene sustento fuerte.
Esto nos lleva al escenario en que la clase política este problema de legitimidad lo traduce en una resolución de juego de suma cero, es decir, el que gane quiere llevárselo todo. Más peligroso todavía es que en la sociedad se está instalando la práctica política del amigo/enemigo, una suerte de censura y cacería de brujas que está comenzando a dinamitar los posibles puentes que conecten algún mínimo de espacio de intercambio de ideas.
Por lo tanto, una posible vía de resolución sea la de partir del ejercicio del pacto político entre toda la clase política involucrada en las elecciones, esencialmente los candidatos. Un punto de encuentro podría ser el saneamiento total del TSE, como garantía de que en adelante sea que vayamos por una segunda vuelta o por repetir las elecciones podamos tener certeza de que resolvamos nuestras diferencias polarizadas políticamente por la vía del voto; esta vía requiere de actores políticos maduros que entiendan que en circunstancias excepcionales es posible “ceder sin perder”.
El autor es politólogo y docente universitario
Columnas de MARCELO AREQUIPA AZURDUY