Cuando la Covid-19 toca a tu puerta…
Cuánto dolor está causando el coronavirus por el contagio y las muertes que aumentan cada día. El virus no respeta a nadie y provoca trágicos sucesos en la vida de amigos, vecinos, colegas de trabajo, etc. Un manto de luto cubre a todo Bolivia.
Mucha gente mendiga por las calles y avenidas, o va de casa en casa clamando por “una comidita o una monedita”, pues no puede generar recursos por sus propios medios a consecuencia de la cuarentena que dura más de tres meses ya. Frente a ello está la valorable solidaridad de las ollas comunes y el voluntariado ciudadano para tratar de mitigar en algo el impacto.
Duele ver el dolor ajeno, pero… ¿qué pasa cuando el Covid-19 toca a tu puerta? Todo cambia, de pronto, y ese dolor genuino, aunque distante, pasa a convertirse en parte de tu propia vida en un santiamén.
Una vorágine incontrolable de acontecimientos se produce: deterioro de la salud; urgente consulta médica; test anticovid; pruebas de sangre y pulmones en laboratorio. Confirmado el pronóstico, hay que atenderse en casa pues el sistema de salud ha colapsado: compra de medicinas, jeringas, oxímetro para medir la respiración y la saturación de oxígeno en la sangre, termómetro, etc., con la enorme complicación de no poder movilizarse libremente, pero, además, por la falta de recursos.
La máxima prioridad a partir de ese momento es atender al familiar afectado por tal situación, como también enfrentar y sufrir en carne propia las consecuencias de que la Covid-19 haya tocado a tu puerta...
Dolores de cabeza, garganta y cuerpo; fiebre; pérdida del olfato y del gusto; dificultad para respirar se convierten en un drama verdaderamente duro. No se duerme, no se descansa más, hay que estar atentos a cada nuevo suceso, lo que resulta extenuante.
En medio del sufrimiento se amontonan las llamadas telefónicas y posts por Facebook y WhatsApp, de gente que quiere ayudar, justo cuando no hay ni el tiempo ni las fuerzas para contestar, pero… ¡es ahí cuando se conoce a los amigos, a los amigos de verdad!
Sin embargo, de lo malo siempre puede salir algo bueno: cuando postrado en cama el hombre se da cuenta de su debilidad; cuando asustado como está por lo que vive; cuando en la soledad de sus pensamientos siente que todo se desmorona y que no puede más; entonces recurre al último recurso: alzar sus ojos al cielo e invocar a Dios su socorro, confiando que no se lo negará.
Entonces recibe paz en su corazón, por la certeza de que ¡ángeles espirituales y ángeles de carne y hueso, vendrán en su auxilio!
El autor es pastor evangélico
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ