¡Hasta la vista!, señora Áñez
Después de dos intentos para ir a las urnas y constituir un nuevo gobierno, finalmente el 18 de octubre pasado los bolivianos dieron una victoria aplastante al opositor MAS liderado por el exPresidente Evo Morales.
En las frustradas elecciones de octubre de 2019, que obligó a Morales a renunciar y huir del país, el Movimiento Demócrata Social (MDS) que encabezó la alianza Bolivia Dijo No, obtuvo apenas el 4%, prometió cambiar el rumbo del país, pero muy pronto quedó lisiado por tres razones: la descalabrada candidatura de la presidenta Jeanine Áñez, la pandemia y la excesiva insolencia; y, en el caso de la batalla contra el coronavirus aparecen involucrados en actos de corrupción los más altos niveles gubernamentales y ejecutivos de las empresas públicas estratégicas.
No hay duda de que la candidatura de Áñez se debió a la ambición política del primer círculo palaciego que resultó ser dañino para la democracia, erosionando el enclenque gobierno del que participaban los Demócratas que, desde 2018, tenían estropeada su formación por el accionar perverso del alcalde de Cochabamba, es más, la pandemia puso de manifiesto las deficiencias institucionales, el escaso amparo del Gobierno en salud y los actos dolosos, como el caso de los respiradores y la compra de gases y balines, entre media centena de casos de corrupción, mientras los ciudadanos luchábamos por mantenernos al día, cuidarnos y sobrevivir.
Esos factores, además de las permanentes injurias y ataques del Gobierno y de partidos de oposición a las organizaciones obreras y campesinas, han sido los ingredientes principales para el retorno del MAS, cuyo gobierno tuvo al menos dos logros: la economía plural, estable y en crecimiento versus la economía neoretroliberal, y la inclusión social con Estado Plurinacional Comunitario versus el Estado aparente fascistoide, claves representadas ideológicamente por el binomio Arce-Choquehuanca.
Las amenazas del ministro Arturo Murillo y de la propia señora Áñez, que realizaron campaña utilizando bienes del Estado entre enero y septiembre, reforzó la unidad de militantes y simpatizantes masistas y de cientos de miles de bolivianos de la clase media que desaprueban las humillaciones con epítetos de “salvajes, indios, narcotraficantes, pedófilos” y otros calificativos por parte de una oligarquía política que creyó ser pura, olvidando que su paso por el Palacio de Gobierno y las instituciones estatales es perecedero.
Esas bravatas e intentos de división racial y social alentados por Áñez y secundado por sus colaboradores Longaric, Núñez, Murillo, López, Zamora, Coimbra, Arias, Cárdenas, Marinkovic, Ortíz y algunos otros desencadenaron una respuesta contundente de los bolivianos que decidieron optar y respaldar al binomio que ofreció superar la desigualdad que perjudica, sobre todo, a las minorías y a las comunidades más pobres, más que a los blancos de la clase media y trabajadora.
El Gobierno ha sido y es incapaz de entender que la pandemia, el odio y la desfachatez extendió la división social, racial y económica, aunque el innombrable Ministro de Gobierno afirme lo contrario y desvergonzadamente diga que no se equivocaron. ¡Hasta la vista!, señora Áñez.
El autor es abogado, y docente en la UMSS
Columnas de HENRY GONZALO RICO GARCÍA