¿UDP "reloaded" 2020-2025?
El candidato a la presidencia Mesa, y el ahora primer mandatario Arce, han mencionado que la crisis económica en curso recuerda a la hecatombe de mediados de los años 80, cuando gobernaba la unidad democrática y popular (UDP) encabezada por Siles Suazo. En la época, una profunda crisis política destrozó tanto el gobierno de izquierda como el propio Estado y la hiperinflación puso al borde de la muerte a la economía. En la actualidad, Bolivia vive una recesión y también una crisis social y política.
¿Son comparables ambos periodos? ¿Cuáles son sus principales similitudes y diferencias? Veamos los datos tanto de la bonanza como en la crisis de los modelos de capitalismo de Estado.
La crisis económica de la UDP se originó a finales de los años 70 después del auge del modelo de estatismo. Durante el periodo banzerista (1971 - 1977), la economía creció, en promedio, al 5,5%, gracias al aumento significativo de los precios de los minerales y el ingreso de préstamos baratos que venían del reciclaje de los petrodólares.
La bonanza económica, entre el año 2006 y 2015, se explica también por el aumento significativo de los precios del gas, los minerales y la soya. Al mismo tiempo, la reducción de la deuda externa ayudó al crecimiento, ésta bajo, del 64% del Producto Interno Bruto (PIB) al 14%, después del perdonazo externo. En ese periodo, el PIB creció en promedio en 5% al año.
Una primera similitud, entre estos periodos, es que antes de crisis, ambos modelos económicos disfrutaron contextos externos fabulosos, adoptaron modelos económicos con fuerte inversión pública en infraestructura y registraron elevadas tasas de crecimiento del producto. Inclusive tuvieron símbolos de progreso parecidos. En los años 80, la autopista La Paz-El Alto, en la actualidad es el teleférico.
Los gatilladores de la crisis: A finales de los años 70, Bolivia salía de la dictadura militar y enfrentaba una crisis de balanza de pagos: fuerte caída de los precios de las exportaciones, en especial de los minerales y colapso de la deuda externa. Súbitamente se secaron las fuentes de financiamiento internacional. En lo social, una sociedad reprimida por la dictadura buscaba mejores condiciones salariales, se iniciaba un fuerte conflicto distributivo. En lo político, se reconstruía un sistema de partidos y movimientos populares que habían sido perseguidos y desmantelados por el gobierno autoritario.
Considerando el fin de la bonanza externa en 2015, la economía boliviana perdió un 30% de sus ingresos de exportaciones en este año. Al igual que en los 70, la economía sufrió un shock externo negativo, el gobierno de Morales utilizó más de 8.500 millones de dólares de las reservas internacionales para sustentar el crecimiento y acudió al financiamiento externo para atenuar la caída. En el campo social, continuó una fuerte distribución del ingreso en la economía, vía transferencias, a pesar del fin de la bonanza externa. El sistema político era estable gracias a alianzas con movimientos corporativos. Asimismo, el Ejecutivo controlaba el Poder Legislativo generando gobernabilidad. Entre tanto, surgían resquebrajamientos políticos en la sociedad, debido al desconocimiento del referéndum por parte de Morales. La ciudadanía había dicho “no” a su reelección.
En este ámbito de comparación, si bien, en ambos periodos, la crisis se origina en el sector externo de la economía, el sistema político y económico, en los años 2015 y 2019, estaba mucho mejor preparado para afrontar los desajustes de la balanza comercial que a mediados de los años 80.
En efecto, el deterioro de las variables macroeconómicas en el primer quinquenio de los años 80 fue muy rápido. Frente a la caída del financiamiento externo, el deterioro de la balanza de pagos y el incremento del conflicto distributivo, el gobierno de Siles se vio obligado a financiar sus gastos e inversiones con emisión inorgánica de dinero (señoreaje). El resultado fue una recesión de -4,5% en el periodo 1980 y 1985. En 1981, la inflación llegó a 23,5% para después explotar, en 1985, hasta llegar a un 8.170%. Bolivia registraba una hiperinflación. Entre 1980 y 1984, las reservas internacionales del Banco Central fueron negativas: -327 millones de dólares el peor año, 1982. La deuda externa durante 1980 y 1985, en promedio, representaba el 75% del PIB. En el auge de la crisis, el déficit público superó el 25% del producto, el promedio en el período en análisis fue de 16,1%. La moneda nacional se devaluó brutalmente, un dólar llegó a costar millones de pesos bolivianos. Asimismo, la situación social y política era muy grave. Intensos conflictos distributivos, fuertes enfrentamientos entre los poderes Legislativo y Ejecutivo y un gobierno muy débil con una política económica errática que lo llevó implementar seis planes de estabilización sin éxito.
El año 2014, punto de inflexión de la crisis actual, el deterioro de los indicadores macroeconómicos fue diferente, y mucho más pausado, que en los años 80. El PIB se desaceleró lentamente. En 2013 se alcanzó la mayor tasa de crecimiento: 6,8%. Pero, en 2014, se llegó a 5,4% y a 4,8% en 2015. Y entre 2016 y 2018, el PIB sólo aumentó en 4,2% al año. En 2019 continuó la caída, 2,2% y en 2020, con la pandemia y la cuarentena, llegó la recesión: -11%. La inflación estuvo bajo control, registrando tasas muy bajas durante este periodo (en promedio, un 0,81%), inclusive en el año que termina.
En 2015, las reservas internacionales eran superiores a los 15.000 millones de dólares, pero después cayeron a 5.500 en 2020. Estas fueron utilizadas para sustentar la demanda interna frente a la crisis externa y para financiar la lucha contra la Covid-19. Asimismo, la deuda externa fue baja durante este periodo y alcanzó el 30% del PIB, en 2020. El déficit público entre 2014 y 2019 fue, en promedio, un 6,7% del PIB y saltó al 12% en el año de la pandemia. El comportamiento del tipo de cambio fue diametralmente opuesto al periodo de la UDP. El precio del dólar está fijo desde el año 2011. Contrariamente a los años 80, hasta 2019, hubo estabilidad política y social.
Cómo se deduce claramente de los datos y los contextos sociopolíticos, las crisis de los años 80 y de la actualidad son diferentes. La intensidad y la velocidad del agotamiento del modelo primario exportador es disímil, aunque su origen es el mismo: un shock externo negativo. Los orígenes de la recesión también son distintos. En los 80, hubo un sobre shock de demanda. Ahora, los problemas se profundizaron con un shock de oferta. En un caso tuvimos hiperinflación. En la actualidad estamos ante una posible deflación. Durante la UDP el tipo de cambio era muy volátil, ahora es estable. En suma, hay muchas desemejanzas entre ambos periodos, lo que no significa que ambas crisis no sean profundas y complejas. Entretanto, alguien podría argumentar que, en 2020, en realidad, estamos al inicio de la crisis por lo que la comparación no es válida.
Se podría afirmar que lo peor está por venir y que sí podríamos desembocar en una situación como la UDP, en especial en lo que se refiere al tipo de cambio y la inflación. Este escenario es posible solamente si se cometen graves errores de política económica, si se cierran las fuentes de financiamiento externo y el conflicto social se profundiza. Pero, espero que, como sociedad y élite política, se haya aprendido de la historia y sepamos que, frente desajustes macroeconómicos tan graves, por lo menos por sobrevivencia, se debe pactar y ser muy cuidadoso en el manejo de la política económica y las expectativas de la gente. Para comenzar, no se debería hacer política con este tipo de comparaciones.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.