Pequeños muy importantes
Por cada persona que habita en este planeta hay 17 millones de moscas. Estos insectos polinizan las plantas, devoran cadáveres en descomposición, se comen los residuos de nuestros alcantarillados, y sirven de alimento a plantas carnívoras pájaros, reptiles, arácnidos, anfibios, y animales acuáticos.
Los mosquitos son el alimento principal de muchas aves, como las migratorias, y de arácnidos y reptiles. Su desaparición total tendría consecuencias graves en la cadena alimentaria de estos animales y de sus depredadores. Sus larvas alimentan a los peces. Filtran materia orgánica en el agua digiriendo hojas en descomposición y excretan nitrógeno y otros nutrientes vitales para las plantas.
El musgo es la piel de los bosques. Protege contra la erosión, absorbe y mantiene la humedad del ambiente, es hábitat de algunos invertebrados y es muy importante para la germinación de semillas de árboles.
Los tres son pequeños seres vivos muy importantes. Pero como seres humanos los despreciamos y buscamos cómo matarlos. Entonces, imagínese que si unos seres pequeñitos como los mencionados nos importan muy poco, es posible extrapolar e imaginar cuán poco importan otros seres más grandes como los árboles, especialmente a los habitantes de la ex Ciudad jardín, ahora “Ciudad cementín”.
Sorprende ver cuántas personas creen que el progreso se mide por la cantidad de metros asfaltados y los volúmenes de cemento empleados y conserven patrones de desarrollo propios de los años 50 del siglo pasado. Hoy se ha demostrado que mientras más verde sea una ciudad, su valor aumentará. Cochabamba, exciudad jardín, vale poco. Muy poco, porque se está quedando sin árboles.
Y es posible que valga menos cuando, en esta Navidad, muchos pobladores de Cementín compren musgo para adornar sus pesebres y cometan un atentado ambiental.
Otros países como Colombia, Ecuador y Venezuela han prohibido su uso porque entienden que el musgo es hogar y alimento de muchos animales silvestres, protege las nacientes de agua, brinda condiciones de humedad y nutrientes para que germinen otras semillas, captan agua de la neblina y favorece la acumulación de material orgánico.
Entonces, antes de continuar con esta mala tradición ornamental ¿por qué no sustituir al musgo con aserrín pintado de verde, hojas de pino secas, o paja de maíz cortada en pedazos pequeños? ¿Por qué no dar la importancia que se merecen a los seres vivos, grandes o pequeños sin talar árboles, sin arrancar la piel de los bosques y hacer nuevamente, de esta, una Ciudad jardín?
La autora cree que Cochabamba puede volver a ser un jardín
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER