Conducta de los partidos y dirigentes políticos
Una de las características de un partido político –además de su inclinación ideológica y su estructura– es la conducta de sus dirigentes y militantes, tanto si están en la oposición, o ejerciendo el poder público. Esto tiene que ver con la decencia y el apego a la verdad. Personeros del gobierno boliviano actual dicen, todos los días, algo contradictorio o disparatado. Esto no se refiere al debate en el que se exponen ideologías y programas, que debe ser lo que prevalezca para encontrar fórmulas que mejor se adecuen al país para su progreso, y exponerlas a la ciudadanía.
Donde se ha estudiado con mayor extensión el comportamiento de los partidos, según el profesor de ciencia política de la Universidad de San Diego, California, Kaare Strom (Una teoría sobre el comportamiento de los partidos políticos competitivos), ha sido en los países europeos, aunque también allí hubo ejemplos de conductas deplorables.
En Bolivia, que se debate entre el caos y la esperanza de mejores días, lo que sucede es patético. No solamente se trata de decisiones desacertadas por motivos puramente particulares, sino también por una especie de bicefalia en el Ejecutivo: uno es presidente, el otro jefe del partido oficial, juntos o separados incurren con frecuencia en la deformación de los hechos, acusan sin fundamento a ciudadanos, usando discrecionalmente a la dócil administración de justicia. Mentir deliberadamente es lo más notorio en estos días, así como insultar a colectividades, aun en asuntos de gran sensibilidad ciudadana como la pandemia que avanza incontenible. Y se tiene un vocero gubernamental que, cada día, dice algo contradictorio.
El presidente Luis Arce Catacora, en una visita a la ciudad de Tarija, afirmó en forma no solo insultante, sino discriminatoria, lo siguiente: “Hemos enviado vacunas para el pueblo, no para la oligarquía tarijeña”. Por supuesto que no se sabe quiénes conforman esa pretendida oligarquía denostada por Arce.
El jefe del Movimiento al Socialismo (MAS), mostrando su gran frustración por la contundente pérdida electoral de su partido en las más importantes ciudades de la República, Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, afirmó en una reunión de juventudes del MAS, en Oruro el pasado 16 de mayo, que en el oriente boliviano “son pandilleros”. Esto ya es una injuria inadmisible, no solo a un departamento, sino a todos los que viven en esa extensa región boliviana.
Una reflexión necesaria: “…el poder, al penetrar la dimensión ética, introduce en ella la más grande distorsión, ya que el discurso de la ética se convierte en una mera forma de justificación del poder. Esto es lo que hace que la constante tensión entre ética y política nunca tenga un modo único o, incluso, satisfactorio de resolución”. (María de los Ángeles Yannuzzi).
Esa distorsión y el insulto se repiten en Bolivia. Los oficialistas incurren en falsedades y acusaciones sin fundamento. Están convencidos de que el insulto y la mentira son armas políticas. En realidad, son bumeranes que, a la larga, destruyen a los que ofenden al pueblo.
El autor es exembajador de Bolivia
Columnas de MARCELO OSTRIA TRIGO