Despojar y destruir para someter
El resultado de la aplicación del socialismo marxista ha sido el atraso generalizado en todos los casos, condenando a la mayoría de sus habitantes a la pobreza y a la opresión y convirtiendo a los dirigentes con el puño en alto en la “nueva clase”, en expresión de Milovan Djilas. En suma: la utopía proletaria deriva en desigualdad material y liquidación de la igualdad formal, las libertades y los derechos.
Las diferencias entre los países sometidos a este modelo con respecto de la vía de toma del poder (violencia o elecciones), del sujeto histórico a nombre de quien se lo toma (obreros, campesinos o indígenas), del grado de fidelidad a las recetas de los profetas del mesianismo proletario, y de cuándo comenzó su aplicación (siglo XX o XXI), no afectan ese desemboque. Es impajaritable.
¿Por qué? Primera respuesta revolucionaria: “porque el capitalismo —léase también “neoliberalismo”— dejó en ruinas al país”. Sin debatir esa parte del credo socialista, si así fue, ¿cómo se explica que en décadas de socialismo no se haya logrado la solución de los problemas heredados del malvado capitalismo? Segunda respuesta revolucionaria: “se logró, pero no se tuvo éxito completo por culpa del imperialismo norteamericano”. Sí, de ese monstruo cuyo nombre legó el dulce “padre de los pueblos soviéticos”, Josep Stalin.
Fórmulas propagandísticas, como la conversión de todos los fracasos en éxitos; por ejemplo: “Saludamos la sentencia de la CIJ que reconoce y consolida el derecho soberano de Bolivia sobre las aguas del Silala y los canales artificiales”. Chile, según el fallo, “no reclama ningún derecho adquirido sobre el uso de ese recurso natural”, señaló Morales en un hilo en Twitter” según emol.com el 2/12/22. Como si todos fueran estúpidos. Y cuando la verdad no puede ocultarse o disimularse, se descarga la responsabilidad en algún enemigo; por ejemplo: “Gobierno culpa a Áñez de los casos de narcotráfico que involucran a exjefes policiales. (Ministro de Gobierno) Del Castillo afirmó que el gobierno transitorio fue ‘proclive al narcotráfico’ y que las operaciones de Techo de Paja ocurrieron cuando Evo no estaba en el país”, en P7 el 22/01/22. Como si todos vivieran en Babia.
No pocos explican el fracaso socialista en desaciertos en materia de planificación y de designación de autoridades y funcionarios sin considerar adecuadamente su perfil. Siendo así, se concluye que si se planificara con calidad técnica y si se pusiera a cargo de la administración a personas calificadas para las funciones respectivas, el resultado sería mejor. Es una mirada de superficie. Atiende a la forma y no al fondo, radicando ahí su vicio de nulidad. La clave es otra: las consecuencias políticas del mejoramiento general de la vida social y la superación de la pobreza.
Yoani Sánchez, la periodista cubana, aclara ese asunto en un coloquio en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, afirmando que en 1992, después de la desaparición del hada madrina soviética que le regaló a la dictadura militar 66 mil millones de dólares desde 1960 —despilfarrados en fomento al terrorismo, proyectos faraónicos inviables, espionaje y corrupción—, el régimen se negó a dar paso a la iniciativa privada para evitar que el resurgimiento de la propiedad privada y el mejoramiento de la situación económica de la población desmoronen la dependencia y sumisión de las personas ante una dictadura que controla no sólo lo que se piensa y dice, sino hasta cuántas patas de pollo importadas desde EEUU se come.
Queda claro pues que las dictaduras de los pobres necesitan pobres, muy y muchos, para continuar en el poder en su nombre, proclamando redimirles, prometiendo derrotar al enemigo del norte y sus aliados internos culpables de todos los males, lo cual les provee el pretexto ideal para la represión. En consecuencia, tienen que satisfacer esa condición vital de su reproducción en el poder. ¿Cómo? Propiciando la pobreza de la mayoría de la población haciendo uso de las recetas largamente probadas, para no ir muy lejos ni muy atrás, en Cuba, Venezuela y Argentina. En pocas palabras, mediante el despojo y la destrucción. Sí, mediante lo que el MAS ha venido haciendo sistemáticamente ante nuestros propios ojos y nuestra impotencia.
Según la RAE, “despojar” es “privar a alguien de lo que goza y tiene, desposeerlo de ello con violencia”, y “destruir”, “reducir a pedazos o a cenizas algo material, u ocasionarle un daño grave”. Los avasallamientos de tierras en el oriente, las “nacionalizaciones” —vulgares expropiaciones a favor del enriquecimiento ilícito de los dirigentes oficialistas que han condenado a las empresas a su ruina—, los incendios forestales, la impunidad de los depredadores del suelo, el aire y las aguas, la prolongación intencional de conflictos como el paro cívico cruceño, son expresiones de esta estrategia canalla de consolidación del pobrismo en Bolivia desde 2006.
El tiempo para frenar se acaba. Hagámoslo de una vez.
Columnas de GISELA DERPIC