Business as usual? No querido, no es así
“No querido, si no lo hacemos ahora, lo perdemos todo”. Cuentan que le dijo un industrial camba a un colla, cuando el último le hacía un pedido de carne para los próximos días. El camba le recordaba que colectivamente se había tomado la decisión de no vender a lo que el colla habría respondido con la arenga de “pero no hay que juntar la política con los negocios”. Y el otro terminó explicando que si dejas que algunas cosas pasen, lo que puede dejar de pasar es el futuro.
Esa mentalidad del business as usual , sin reparar en el contexto, en el país, en la región, es quizá uno de los temas que este 2023 debemos repensar. En esta segunda década del siglo XXI, ¿se podrá construir sociedad y aportar al país, separando la “vida de a pie” de la de los negocios? Tal vez hay que cuestionar esa receta de colocar a la economía real en una suerte de Olimpo libre de ideología, ideas y creencias. Allí donde los números y la data hablan y valen por sí mismos, las creencias y valores sí afectan.
No sé cómo habrá terminado la conversación, pero imagino que nada bien. Desde la perspectiva colla, los cambas están exagerando y mezclándolo todo. Como si así, de simples, fueran las cosas. Como si la vida se dividiera entre los negocios y lo social. Como en el colegio, cuando habían los de sociales y los de exactas. Unos irían a vivir del arte o del análisis y estarían destinados a un futuro austero, mientras que los otros tendrían una mediana fortuna cuando fueran “grandes”.
Esa división que produce una visión aséptica, casi de laboratorio, sobre la realidad. Imagino a uno de ellos mirando desde el escritorio las noticias, con cierta preocupación -no se puede negar-, y volviendo la vista hacia su computador para comenzar la segunda parte de la jornada al calor de un cafecito. Y al otro, más preocupado, ya no en su escritorio, sino en la sala de juntas, arreglando los detalles de cómo se las arreglarán en lo económico para sostener la decisión tomada.
Esa decisión -de la élite económica cruceña- de negarse a enviar su producción a las otras regiones, una acción gremial y comprometida, es bastante conocida en el país. En 2019 , los bloqueos pertinaces evitaban que la carne, los granos y otros productos de primera necesidad llegaran a los mercados de todas las regiones. Los precios de la carne y el pollo treparon. El aceite se convirtió en un artículo casi de lujo. Luego vino la pandemia. La novedad es que ahora son representantes de las élites y no de las bases organizadas y corporativas quienes deciden una acción de bloqueo.
Otra de las diferencias está en la forma. Sin piedras ni llantas ardientes. Este bloqueo es una decisión de grupo. “No venderemos y punto”. Acción parecida a la de las empresas españolas, francesas y gringas de no comprar ni hacer tratos con empresas rusas, durante esta guerra. Decisiones que son aplaudidas por los grupos empresariales del mundo.
Sin embargo, cuando el compromiso de anteponer los valores a los negocios es el de nuestro vecino y afecta a mis negocios, entonces se enarbola el discurso de que debe primar la racionalidad y que mezclar principios y dinero es el resultado de una pasión y no de una decisión.
Columnas de MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ B.