Primero vinieron por los cambas, pero…
Si le pongo ojos, dientes, alas y un hocico gigante que escupa fuego, va a verse como el monstruo que todos tememos. Vamos a decir que se engulló con sus fauces ardientes, a los hijos de nuestros compañeros. Qué partió por la mitad a la hija favorita y que ahora quiere venir por más.
Para la construcción de un personaje malo, malísimo, hay, al menos, tres elementos importantes. Que provoque un miedo visceral y sea compartido, pues aunque vago y difuso nos atemoriza a todos o casi a todos por igual. Que haga “clic” con algún elemento de nuestro inconsciente y dispare reacciones irracionales, sentimientos apasionados enraizados muy adentro nuestro. Y tercero, no menos importante, el personaje debe provocar enojo para despertar al justiciero interno.
Luego viene la parte de la puesta en escena. El malo malísimo se enfoca desde todos los ángulos y se le van creando historias que como imanes unen todos los males que nos rodean. Si llueve, es culpa de la maldad del malo y si no llueve, también.
Crear un súper enemigo suele coincidir con una súper crisis. Y tensando las cosas como cuerdas de violín, se hace imprescindible un súper héroe, un redentor o un mesías. Al que se le acepta y perdona todo. Si mata, pues es en nombre de los buenos. Si destruye. Hay sacrificios que hacer para conseguir la futura y anhelada paz.
A Santa Cruz ya sólo le hace falta la cola de dragón. Todo lo demás ha sido pintado. Y quienes empatizan más o menos, no digamos totalmente, con esa región, son hijos pequeños de ese mismo demonio. Blanco o negro, nada de grises. Una polarización total. Y totalmente funcional al Gobierno y a algunas élites. Mientras menos se logre analizar y más apasionadas sean las reflexiones, menos posibilidades de divisar la piel de papel maché del monstruo.
En medio de todo esto las narrativas fluyen y se pierden los debates de fondo. El “golpe” se posiciona, el secuestro en cambio es un invento (amén de que este último es un postulado algo ingenuo, porque para que un relato pegue debe calzar con algún imaginario y el del secuestro estatal es demasiado lejano) O, en otros círculos, todo lo contrario. El “golpe” jamás existió y el secuestro es real. Cuán resquebrajadas están las instituciones democráticas, la cultura de democracia, la tolerancia al otro, la visión de país conjunta. ¡Ah! Esos detalles los hablamos después, cuando el demonio haya pasado.
Pero nunca pasará. El monstruo crecerá. Tendrá rostro camba hoy y mañana otro. Todo pensamiento distinto capaz de atraer seguidores y ser una voz de muchos, será cuestionado y luego disfrazado de amenaza. Se pintarán nuevos monstruos y otras narrativas. Con tan buena fortuna y habilidad, que todo el resto mirará el conflicto por televisión, no se unirá a nada por miedo y duda. Será como ese verso del pastor luterano alemán Martin Niemöller. Primero vinieron por los cambas, pero como no soy camba…
Columnas de MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ B.