Desencanto total, que se vayan todos
Terrible una cultura política en Bolivia que tiene una visión maniquea y autoritaria de la realidad, que reduce a la vida y a la historia a violentos y militaristas jueguitos de héroes y villanos, de malos y buenitos, de “lados correctos de la historia” y que llama “hordas” a los rivales políticos en plena democracia. Y más triste el caudillismo enfermizo que nos infesta. ¿Sabían que no pocas veces la violencia política desatada en Bolivia tuvo como detonante inicial el apresamiento de un caudillo y el consiguiente enfrentamiento de fuerzas políticas belicistas en un juego de revancha eterna?
En 1971 regía el gobierno de Juan José Torres, un régimen militar enmarcado en lo que Rouquie llama “revoluciones militares”, es decir, una dictadura militar que simpatizaba con la izquierda al estilo del populismo de Velasco Alvarado en Perú. Frente al avance de la izquierda, en un contexto de Guerra Fría, algunos sectores reaccionaron: empresarios, terratenientes, burguesía agroindustrial cruceña, parte de las clases medias y militares. Estos últimos se organizaron en torno a dos coroneles, Banzer y Valencia, que conspiraban abiertamente contra el gobierno de Torres. Entonces Torres mandó apresar a Banzer y con ello parte de la ciudadanía cruceña se levantó, se había apresado a su caudillo. Muchos/as ni siquiera sabían de Banzer como figura pública, de su rol de ministro en el gobierno de Barrientos, menos evaluaron su desempeño como funcionario público. Banzer era “cruceño” y eso era lo que importaba. Y en medio de violentas asonadas se repetían por doquier las peroratas de la “cruceñidad”, del “orgullo cruceño”, “los collas son gente fea”, “fuera collas” y hasta se habló textualmente del “imperialismo colla” y de la “clase social camba”. “Ganaron” y salió Banzer de la cárcel para tomar la silla presidencial. Tanto se lavaron la boca indicando que el gobierno depuesto (Torres) era ineficiente, corrupto, violento y resultó que la dictadura de Banzer fue uno de los regímenes más escandalosamente corruptos de la historia de Bolivia, por no recordar lo que implicó esa dictadura en violación a los derechos humanos.
Salvando las distancias entre una época de dictaduras y otra de democracias, es asombroso ver cómo en las movilizaciones actuales de Santa Cruz se replican esos discursos y esos imaginarios que se vieron en las asonadas de los 70. Renace el racismo, castismo, clasismo más rancio, brota esa autodiferenciación racista con respecto al resto de Bolivia, se reconfigura una identidad cruceña que suele estar pendiente de la “otredad” para encontrarse. Al mismo tiempo, ¿alguien puede dar luces de la calidad de la gestión pública de Camacho? ¿Hay en esa trayectoria denuncias de lo de siempre: corrupción, nepotismo, clientelismo y otras taras habituales de la gestión pública boliviana? ¿La incursión de Camacho en la gobernación ha significado un mejor cuidado del bien común, se ha protegido más a la naturaleza, hubo mejor planificación pública? ¿Hubo ética e idoneidad?
¿Y qué hay del otro lado del espectro político? Lamentablemente, los gobiernos del MAS denotan que grupos históricamente subalternizados pueden heredar el pensamiento y prácticas políticas de la gamonal oligarquía boliviana que tanto critican. ¿Acaso los gobiernos del MAS no son tan o más extractivistas que los gobiernos del pasado? ¿En los gobiernos del MAS no se mantienen y socapan taras de corrupción, nepotismo, clientelismo, deficiente planificación pública, prácticas autoritarias, militaristas y belicistas? ¿No continúa la burocracia, la destrucción de la naturaleza, la desinstitucionalización del Estado?
Y, pensando en los asuntos importantes, ¿cuándo pues la defensa de la naturaleza genera una movilización de la magnitud que vemos estos días? ¿Acaso en Santa Cruz los/as ambientalistas desinteresados/as no están tan solos/as como en cualquier otra parte de Bolivia porque las gestiones públicas de moros y cristianos atentan por igual contra la naturaleza? ¿Qué hubo de la alianza de la burguesía agroindustrial cruceña con el MAS?
Ojalá pues las movilizaciones fueran verdaderamente por la mala calidad de los gobiernos de oficialismo y oposición. Por ejemplo, ¿hubo alguna movilización por la ampliación de la ley a favor de los avasalladores de tierras recientemente aprobada? ¡Y ojalá las movilizaciones surgieran por los derechos humanos y no por la mezquina pugna por el poder que constantemente asola al país!
En suma, seguimos presos en el mundo binario del militarismo belicista. Entre un gobierno central que se empecina en consolidar una hegemonía autoritaria buscando controlar toda institución del Estado emulando al centralismo oligárquico, “eliminando” a rivales políticos y violando derechos humanos. Continúa primando la mentalidad de lo punitivo, del abuso “y después que arreglen los abogados”. Por otra parte, está el “cruceñismo” agarrado a los mismos dogmas y taras reaccionarias de antaño, un movimiento cuya vanguardia ideológica es fuertemente violenta, racista, señorial, autoritaria. Y que, claro, se mueve por un caudillo cuya gestión pública deja mucho que desear.
Ante este panorama no queda más que expresar una vez más un profundo desencanto por Bolivia, ¡que se vayan todos/as!
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA