¿Guerreros? ¡No!.. ¡pandilleros!
Si la política es una guerra permanente, quienes la libran deberían ser guerreros, pero los hechos suelen desmentir a la teoría, sea maquiavélica o de Sun Tzu.
Y es que “guerreros” es un adjetivo demasiado grande para la horda de funcionarios que ganan su sueldo haciendo algo asqueroso: atacar en masa y anónimamente a los que el Gobierno considera sus enemigos.
Las redes sociales se han convertido en la plataforma de la mentira y desinformación, prácticamente el estercolero de las sociedades y de la historia, así que la escoria humana, aquella que carga el odio en la sangre, la ha convertido en la mejor vitrina para expresarlo. Y están ahí, como moscas pululando en la mierda, haciendo daño siempre que pueden.
No hay nada más sencillo en el mundo digital que crear una cuenta o perfil falso. Se contesta unas preguntas y listo: con la identidad bien cubierta, el humano odiador se deshumaniza y vacía su basura en el basurero. Sí… es patético, pero lo es más si es que a las moscas se les paga por hacer eso… y se les paga con nuestro dinero, ése que le entregamos al Gobierno con el nombre de “impuestos”.
Meta, la poderosa transnacional que controla Facebook y otras redes, ha identificado, y desactivado, miles de cuentas falsas abiertas desde Cuba y Bolivia, dos países que han convertido las relaciones internacionales en complicidad transnacional, y ha confirmado que muchas de ellas funcionaban bajo pago. O sea… no sólo se usaba nuestro dinero para los sueldos de los sátrapas anónimos, sino que se les pagaba servicios premium, aquellos que llegan a mayor cantidad de personas.
Y por eso es que esta gentuza no puede llamarse “guerrera”: porque su actuación se parece más a la de los pandilleros que actúan siempre en patota, porque así ganan fuerza y causan más daño. Pero mientras los integrantes de pandillas muestran la cara cuando golpean o asaltan, estos otros, los cobardes digitales, están escondidos detrás de fotos y nombres falsos. Así cualquiera es valiente, cualquiera arroja la primera piedra, y la segunda y la tercera.
Lo que preocupa es que esta misma actitud, pandillera y criminal, es observada por facciones del partido gobernante no sólo en el plano digital, sino en la vida real. Todo aquel que actúe contra el MAS o, para ser más precisos, contra su dirigente Evo Morales, comete pecado capital y hay que cobrarse el agravio. Por eso es que en Bolivia tenemos presos políticos y por eso es que en nuestro país retirarle una silla al también odiador expresidente es considerado un agravio de tal magnitud que hay que cobrar venganza.
Le pasó a Martín Choque Condori, al que los partidarios de Morales golpearon en patota, como despreciables pandilleros, y luego arremetieron contra su familia. Le están “sentando la mano”, como ellos mismos suelen decir, y, por efectos de ese revanchismo, el dirigente de la silla retirada lo ha perdido todo, su trabajo y hasta el hijo que esperaba su esposa, a la que también golpearon.
Este caso, y el de los matones digitales, ha demostrado que Bolivia está en manos de pandilleros que, por ser tales, no buscan justicia, sino venganza.
Dios nos proteja.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA