El presidente blindado
El presidente Luis Arce Catacora, en una reciente entrevista con el periodista Jorge Tejerina, mencionó en varias oportunidades que la solución estructural para las excesivas importaciones de diésel y gasolina, para el tema de los subsidios y para contrarrestar la escasez de dólares era el programa de industrialización por sustitución de importaciones. Este programa busca apoyar la producción nacional de diferentes tipos de productos para que dejemos de comprarlos de afuera.
Esta es una propuesta de los años 50, ideada por el economista argentino Raul Prebisch, en la época, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Prebisch creía que el problema estaba en un comercio internacional desigual entre los países pobres y ricos. Por lo tanto, la solución era romper con las cadenas que nos atan al intercambio desigual produciendo bienes propios, así se ahorra dólares y promueve, al mismo tiempo, la industrialización. En los años 60 y 70, la mayoría de los programas de sustitución de importaciones en América Latina fracasaron, salvo raras excepciones.
El programa de sustitución de importaciones del Gobierno (SI Bolivia) tiene una versión para el sector privado y otro para el sector público.
El SI Bolivia para el sector privado se concentra en dar créditos prácticamente regalados. La tasa de interés de los prestamos es de 0,5% al año. Hasta 2022, se apoyaron a 8.900 operaciones. El 53% de los recursos fue a la microempresa, el 29,4% a la gran empresa, el 15,9% a la mediana empresa y el 1,8% a la pequeña empresa. Por sectores, el 71,1% fue a la industria manufacturera y el 27,6% a la agricultura y ganadería. Entregar dinero prácticamente a costo cero es algo que funciona desde el circo romano.
Por supuesto, el programa fue presentado como si Bolivia hubiera saltado a la cuarta revolución industrial. Por el momento y más allá de la propaganda, lo único que se puede decir es que esos créditos fueron exitosamente colocados. Nada más. Entregar plata no garantiza cambio productivo. Y nuevamente se cae en un error del pasado. ¿Quién y cómo se elige a las “empresas ganadoras”? Un burócrata escoge a quien dar el préstamo, siempre en una condición de asimetría de información. Esta es una de las fallas más conocidas de la política industrial por substitución de importaciones. La elección de los beneficiarios tiene un enorme porcentaje de errores y, muchas veces, se basa en criterios políticos.
A estas alturas de la vida, uno sabe que estos programas en el pasado no funcionaron por muchas razones. Primero, es muy difícil producir localmente cuando es mucho más barato importar, en especial si el tipo de cambio favorece. Segundo, no se trata solo de entregar dinero sino de crear ecosistemas de apoyo a las empresas, desde varias perspectivas: mejoras en el capital humano, cambios de tecnología, desarrollo de mercados, creación de redes empresariales, calidad de la gestión del emprendimiento, infraestructura adecuada, cambios en productividad, en especial de la mano de obra, la construcción de cadenas productivas (hacia delante y hacia atrás) y otros.
El otro programa de industrialización por substitución de importaciones es comandado por el Estado. Esto viene desde el gobierno de Morales. Bajo esa inspiración conceptual están las plantas separadoras de líquidos, la producción de urea y los proyectos petroquímicos para producir etileno y polietileno. También están los proyectos en la minería, como el Mutún (hierro), Karachipampa u otros.
En la generación de electricidad se habla de varios proyectos: Entre Ríos, Misicuni, Cachuela Esperanza, San José, Miguillas, Bala, Río Grande, y otros. En agroindustria, se impulsa el ingenio azucarero de San Buenaventura. También tenemos los ejemplos de la fábrica de cemento y varios proyectos pequeños, como Boliviana de Almendras (EBA), la Planta Industrial de Bi-mate (Coca y Stevia), Empresa Pública Productiva Apícola y otras. Los resultados de esta vía de industrialización son muy precarios, para decir lo menos. Ahora que se necesitaría producción, ingresos tributarios o dólares de estos emprendimientos, no se ve nada sustantivo.
Con Arce, la industrialización por substitución estatista de importaciones ha adquirido nuevo impulso, se ofrece 42 plantas y una inversión de 4.100 millones de bolivianos. Entre las más vistosas están las empresas de biodiésel en Santa Cruz y El Alto, ambos emprendimientos serían la solución estructural para dejar de comprar diésel del exterior. En este caso, además de los serios cuestionamientos sobre el impacto medio ambiental de este tipo de agricultura, habría que saber cuánto de diésel tradicional se necesitará para producir el biodiésel.
El actual presidente, en su época de Ministro de Economía, acuñó la frase de que la economía boliviana estaba blindada frente a los problemas externos. Ahora sabemos que no es así, pero al parecer el presidente está blindado frente a la realidad de hechos económicos. Usa un casco de hierro, que es no del Mutún, que le impide ver la crisis y nuevas ideas sobre industrialización.
Columnas de GONZALO CHÁVEZ Á.