La maldición de la fotocopia del carnet de identidad
Quién no vivió la siguiente pesadilla alguna vez en su vida. Despiertas a las 4 de la mañana, alistas el fólder amarillo con toda la documentación requerida por la repartición pública donde debes realizar tu trámite: certificado de nacimiento actualizado con el escudo plurinacional, carnet de identidad, certificado de nacido vivo, factura de luz y agua de empresas nacionalizadas, certificado de sufragio que atestigüe que se votó por el glorioso proceso de cambio, certificado de matrimonio, y extractos bancarios con sello seco.
Como buen “boli” que entiende de colas, el día anterior has contratado el servicio de un hacedor de fila (line maker en inglés) con dormida incluida por módicos 80 bolivianos. Por supuesto tienes que ir de madrugada buscar a tu “primo” postizo y circunstancial que te hizo este gran favor. Como es de rigor recibirás una silbatina y una buena puteada de los otros ciudadanos que están la fila que no te creerán la historia del pariente, pero después de mucha negociación e invitar varios cafés, te aceptarán en la fila. Inclusive en un acto de solidaridad te invitaran un “k’aj” de singani para que termines de despertar y combatas el frío.
A las 7 de la mañana sale un agente del orden con unas fichitas plásticas, que se nota que han pasado por miles de manos, y entrega, éstas a las 100 primeras personas de la fila. Con el corazón en la boca recibes la ficha número 97. A las 7.30 de la matina se abre el recinto y pasan las primeras cinco personas y la gente aplaude el inicio del trabajo.
Entre tanto, tú, en la bendita fila trasnochada, intercambias efluvios matutinos y alientos indescifrables con la vecindad accidental. En un lento ballet de pecho - espalda - pecho, descubres que tu vecino de adelante se está divorciando y que su suegra es satanás en persona. El de atrás te confiesa que tiene un hijo que se ducha por dos horas seguidas escuchando la radio a un volumen colosal en plena crisis del agua.
A las 12:08 después de haber escuchado el himno nacional de alguna emisora local, tienes la dicha de entrar al recinto. Un funcionario público, hambriento por la cercanía del mediodía y que ha lidiado con media humanidad, te espera como un malhumor endémico y te comienza a trapear sin medida ni clemencia. A ti no te queda otra que poner cara de perro faldero que cree en el proceso de cambio. Inclusive, ensayas tímidamente levantar el puño izquierdo, como gato de chifa, para mandar un mensaje de complicidad. El dueño del micropoder es de piedra pómez, con una parsimonia de terror comienza a revisar los documentos requeridos y con un lápiz rojo, ya muy desgastado, comienza a marcarlos. A medida que los documentos van siendo evaluados preliminarmente, el sonido del lápiz rasgando el papel te parece música celestial.
Cuando crees que este ensayo del infierno ha terminado, el cansado funcionario levanta los ojos, te mira profundamente, ha llegado su momento mágico. Te arroja un ácido a los oídos y el alma en forma de pregunta: ¿Has traído la fotocopia de tu carnet de identidad? En ese momento se te hiela la sangre y 50 mil alfileres usados comienzan a trotar sobre tu columna vertebral. Se te seca la boca y comienzas a escupir algodones, gruesas lágrimas de impotencia amenazan cegarte para siempre y tú, con voz de pito, balbuceas: “Pero no está entre los requisitos y sacas el papel sábana que te dieron el día anterior, después, de hacer una fila de dos horas”.
Ahora, el funcionario público se ha convertido en un zombi nazi que te ametralla: “¿Cómo no vas a tener su fotocopia de su carnet identidad? ¿Acaso usted nunca hizo un trámite en su vida? ¿De qué planeta viene? Vuelva cuando tenga la fotocopia de su carnet, además, firmado con bolígrafo azul Bic”.
Pero tú no te das por vencido, ¡carajo! Tienes una carta bajo la manga y crees que agarraras en curva al burócrata. Te cuento, hermano y compañero, que yo he sido uno de los primeros en recibir el nuevo carnet identidad del Estado Plurinacional de Bolivia que contiene el QR y 10 medidas de seguridad”.
“Pero, va disculpar, no siempre, igual necesito una fotocopia de esta nueva joya del civismo. ¿Qué parte no entiende? Yo no hago pues las reglas de esta institución”, responde el funcionario.
Entonces, en tu desesperación, bajas el copete y le dices: “Enseguida vuelvo hermanito con la fotocopia”. Al salir hablas con el guardia de la puerta: “Estimado, va a disculpar me olvide la fotocopia de mi carnet identidad, voy a salir un ratito”. Éste te responde de manera lacónica: “Cerramos 12:30 pm ¿Qué número de ficha tenía usted?”. Otra vez con voz de pito: “La 97 amigo”.
“No sé si va a poder volver —sentencia el guardia—, además la gente se puede molestar si te hago entrar de nuevo”. Y tú, algo enfadado dices, pero yo hecho fila casi ocho horas. Lo siento, pero cuando vuelvas habrá que hablar con la gente, te responde el hombre de la ley.
Felizmente, tú no eres el único Tribilín que se ha olvidado la fotocopia del carnet identidad y en la esquina hay una tiendita que vende de todo y que al fondo tiene esta invención fantástica de la humanidad: la fotocopiadora. Por supuesto tienes que hacer una fila, pero más corta y por 20 centavos de boliviano tienes tu codiciada copia de tu carnet identidad y para no perder el viaje pides 10 fotocopias. Vuelves a la fila y lo primero que recibes son insultos. Pero al final pasas la barrera de improperios y el guardia te deja entrar.
Llegas despavorido a la mesa, por supuesto, a estas alturas del campeonato ya perdiste tu dignidad, estás sudando como condenado y hueles a demonios. Pero logras entregar los documentos nuevamente. Vuelve el ritual del chequeo con el lápiz rojo, finalmente, llega a la fotocopia y el burócrata, sin que se le mueva un pelo, te dice: “La copia está borrosa. No se te reconoce y no sale la kantuta. Seguro has sacado en micromarket Charito de la esquina. No sirve”.
El mundo se detiene. No hay vuelta atrás, has sido víctima de la maldición de la fotocopia del carnet identidad, una institución de la burocracia nacional, un patrimonio de la Bolivia del papeleo que te muestra, en la práctica, lo inútil que es que estrenes una coqueta y moderna cédula de identidad.
Pero si te sirve de consuelo esta chicana de la tramitología, este conjuro supremo de las malas artes se aplica todos los ciudadanos bolivianos. Todos somos iguales frente a la maldición de la fotocopia del CI. Inclusive al todo poderoso expresidente por Morales, que organizó su congreso movilizando a miles de personas y gastando ciertamente una fortuna, le anularon el evento porque no presentó la fotocopia de su carnet identidad y de su certificado del Movimiento al Socialismo. Así que ¿Patria o fotocopia? Venceremos.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.