Luces de Navidad y el brillo de los niños
Tengo tres hijos pequeños y anoche vimos desde la ventana de mi hogar, fascinados, cómo Cochabamba se va vistiendo de luces y de fiesta, gracias a la Navidad.
Se efectuaron pruebas del encendido de foquitos que le darán brillo a las calles y, de algún modo, alegrarán el espíritu de los ciudadanos.
Logramos deleitarnos con un Cristo de la Concordia resplandeciente, y se vio cómo el árbol gigante que armaron delante el monumento lucía imponente e impresionante.
“¿De verdad es el más grande del mundo ese árbol, mami?”, me preguntó Camilo, mi hijo de 8 años. No tengo idea de dónde sacó esa idea o ese dato. Obviamente no lo es, pero ante la emoción de sus palabras, le confirmé que se trata del mas grande de Bolivia”, con mas de 36 metros de alto, lo que causó admiración e inocentes comentarios de los chicos.
Habrá quienes renieguen del gasto y consideren banal que la ciudad tenga ese toque festivo, “americanizado o gringo” porque no está de acuerdo con el derroche, con Papa Noel, con el gasto de la energía eléctrica, y con las celebraciones excesivas en un tiempo de crisis, de sequía, de guerras y de desastres.
Sin embargo, para muchos otros, los que tiene espíritu de esperanza, y sobre todo los con niños en sus hogares, el disfrute de cada detalle, color y adorno que se ve por las veredas, parques y jardines, se convierte en un bálsamo para el alma y para la vista.
Al margen del brillo en los ojos de los más pequeñitos al admirar la decoración navideña, en torno a los paseos nocturnos se genera una actividad económica de base chica que permite a las familias no sólo distensión, sino ingresos económicos.
Así que desde las 19:00 de hoy, el cerro San Pedro estará iluminado con cerca de un millón de luces de colores, y toda la ciudad brillará con los 10 millones de foquitos que anuncia la Alcaldía para este diciembre.
Columnas de Iracema Valdez