Reconciliación nacional
Luis Arce prometió no sólo una reconciliación nacional, sino también gobernar para todos los bolivianos, corregir los errores del pasado inmediato e imponer un nuevo estilo de hacer política. Esas declaraciones las hizo cuando asumió el cargo después de que los ciudadanos habían cumplido con su deber cívico de emitir su voto y esperaban una actitud constructiva, abierta y concertadora para resolver los grandes problemas nacionales.
Sin embargo, van más de tres años y no existe ninguna señal de honrar este compromiso, y los problemas no disminuyeron, sino más bien aumentaron, al extremo de que 2024 se proyecta altamente explosivo. La preselección y elección de las principales autoridades judiciales, el censo de población y vivienda, la redistribución de escaños en la Asamblea Legislativa Plurinacional, el pacto fiscal, los sistemáticos avasallamientos de tierras, etc. son demandas pendientes que vienen a complejizar el panorama político nacional.
También está la legitimidad o no del congreso nacional del MAS en Lauca Ñ, el control de la sigla política de ese partido, la inhabilitación y posible eliminación del liderazgo histórico, las primarias internas, la candidatura presidencial para 2025, entre otros inminentes conflictos políticos internos, que Arce quiere que sean resueltos por las autoridades judiciales autoprorrogadas y en función de sus intereses partidarios.
En este contexto, nada parece más prudente e inteligente que buscar un gran pacto político nacional y definir una agenda concreta que marque una ruta crítica a seguir. Y como el MAS ha sido el principal promotor de la perversa confrontación y polarización en Bolivia, debe dar las coordenadas básicas no solo en sentido de que habrá un nuevo estilo de gobernar, sino que debe convocar a los mejores ciudadanos para enfrentar los grandes retos pospandemia.
Es cierto que Arce ganó en las elecciones generales de 2020 con más del 50% superando con ese resultado en las urnas la popularidad del caudillo Evo Morales. No obstante, existe otro 50 por ciento de la población boliviana que debe ser tomada muy en cuenta, y quiere que termine realmente la confrontación, la guerra sucia, los insultos, las amenazas y todas las miserias humanas que afloran a diario.
La oposición política tiene, igualmente, una mochila pesada sobre sus espaldas. La ciudadanía tiene los ojos puestos en los senadores y diputados que han recibido el apoyo en las urnas y no sólo fiscalizará su trabajo, sino que además les exige salvaguardar los intereses nacionales por encima de sus intereses partidarios. Las bancadas opositoras tienen que estar unidas, lejos de enfrentamientos internos inútiles que siempre benefician al adversario. La unidad política tiene que ser la condición básica para ejercer la fiscalización y control del Órgano Ejecutivo y señalar los derroteros a seguir.
El sistema democrático funciona y exige acuerdos básicos para avanzar. La historia está llena de ejemplos de grandes pactos políticos que han permitido destrabar los entuertos que nunca faltan. El MAS tiene que reconocer y asumir que ya no es el partido hegemónico que controlaba los dos tercios en el Legislativo, y se daba el lujo de ningunear a otros actores políticos. El acuerdo entre parlamentarios evistas, Comunidad Ciudadana y Creemos, que permitió y garantizó la elección de Andrónico Rodríguez, debe replicarse cuantas veces sea necesario y así lo exijan las circunstancias políticas.
Al pueblo boliviano no le interesa la guerra sucia ni las denuncias de grueso calibre, que cada vez suben de tono y aumentan como si estuviéramos ya en plena campaña electoral. Muy por el contrario, el ciudadano quiere escuchar propuestas concretas de cómo el gobierno nacional, los departamentales y municipales, tienen previsto resolver la crisis económica, la corrupción, el contrabando, la falta de institucionalización del Estado, entre otros.
El boliviano siempre cumple su deber cívico, y ha tenido una participación democrática ejemplar cuantas veces ha sido convocado. La responsabilidad está en manos del gobierno nacional, los dirigentes políticos (oficialistas y opositores), por cuanto tienen que actuar y ponerse a las alturas de las exigencias del momento presente. Pronto comienza un nuevo año y una nueva etapa de la historia boliviana, y todos queremos salir de la crisis económica, política y social y tener un mañana mejor.
El autor es jurista y ha escrito varios libros
Columnas de WILLIAM HERRERA ÁÑEZ