Tangencial mirada al narcoestado
Algunas personas se deben preguntar de cómo así apareció el narcotráfico en Bolivia y desde cuándo. Obviamente que en este espacio no es posible realizar toda una historiación de este tema, pero se pueden referir simplemente algunos datos dispersos.
Un antecedente conocido, pero aún no incurso en el narcotráfico propiamente dicho, señala que durante el gobierno de Gregorio Pacheco mediante Resolución Suprema del 19 de septiembre de 1885, se otorgó a la compañía estadounidense ParKe & Davis una concesión de monopolio para la fabricación y comercialización de cocaína por un plazo de seis años, de 1886 a 1901, con destino a la elaboración de un jarabe contra la tos, de donde posteriormente se desarrolló nada menos que la fórmula de la famosa Coca Cola. Pacheco en ese tiempo no tenía la menor idea de lo que significaba la cocaína recién descubierta en el exterior y cuya historia es verdaderamente sorprendente.
Transcurrido el tiempo, en 1952, durante los posteriores gobiernos del MNR aparecieron los primeros indicios de la existencia de actores del poder político y sindical en actividades del narcotráfico. Se hablaba de un dirigente sindical constituido en empresario textil en Venezuela, pero sin que el Estado mismo hubiese estado inmiscuido en el tráfico de cocaína.
Pasados varios años, se produjo el golpe de Estado de 1971, tiempo en el que el Estado tenía como fuente económica fundamental la explotación y venta del estaño. Gobernando Hugo Banzer Suarez se produjo una caída estrepitosa de los precios de este mineral en el mercado internacional provocando un virtual estado de quiebra del país. Desesperado el régimen militar de entonces dio vía libre a pequeños grupos de poder para la producción y tráfico de cocaína para el sustento estatal. Esta es otra historia importantísima por las acciones y nombres de “personalidades distinguidas” que participaron en este negocio, existiendo a este propósito suficiente bibliografía.
Posteriormente, en 1983 durante el gobierno de la UDP, el narcotraficante Roberto Suárez Gómez ofreció pagar la enorme deuda externa de Bolivia, pero ni aun así se podía aún señalar la existencia de un narcoestado, hecho que se consumaría con el gobierno de García Meza en 1980 que vivió exclusivamente del tráfico de la cocaína que se fabricaba en cantidades industriales para la venta al exterior.
Es de aclarar que las relaciones que podían existir entre miembros del narcotráfico con políticos de gobierno no significaba que se estaba propiamente frente a un narcoestado.
Los narcoestados son singulares estados que en determinada medida se sustentan con la producción y comercio de estupefacientes, dando lugar a la existencia de una economía “segura” producto del libre mercado de la demanda y la oferta en los campos nacional e internacional.
La dinámica de esta economía da hálito para que el narcoestado subsista. En determinadas circunstancias podrá haber escasez de dólares oficiales pero existirá intermitentemente un oscuro circulante monetario que mantendrá la economía interna ya narcotizada.
La producción industrial de estupefacientes representa un soporte de la economía, con la legitimación de dineros se provee divisas y lo no “blanqueado” desde luego no pasa por los bancos centrales de estos Estados. La economía está tan narcotizada que hasta el ama de casa en su habitual compra sencilla en los mercados populares en alguna medida manejará indirectamente dinero procedente del narcotráfico sin que tenga la menor idea de ello.
La economía del narcotráfico cambia las habituales bases fundamentales de la sociedad, se impone una nueva cultura, radicalmente distinta a la que existía, se produce un recambio en las clases sociales, no sólo que emerge una nueva clase media adinerada, sino que algunos segmentos minoritarios de los anteriores sectores marginados se constituyen en nueva clase dominante, en nueva oligarquía que coexiste, temporalmente, con la vieja llamada burguesía.
En el narcoestado por inercia se destruyen los valores habituales, se derrumban las instituciones, se demuele la justicia, la violencia se hace normal, la familia se destruye.
Esta es una mirada muy superficial, incompleta y desordenada del narcoestado en general.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA