Rumbo a las elecciones presidenciales 2025 en Chile
A poco más de siete meses Chile se adentra una vez más en una carrera presidencial marcada por la fragmentación política, el desencanto ciudadano y una creciente tensión regional. Los rostros que aspiran a llegar a La Moneda son conocidos, pero esta vez se enfrentan a un electorado más crítico y exigente, que parece haber perdido la paciencia frente a los discursos vacíos y las promesas incumplidas.
Uno de los candidatos más consolidados es José Antonio Kast, líder del Partido Republicano y referente de la derecha más conservadora. Kast ha construido su base sobre propuestas de mano dura en seguridad, reducción del aparato estatal y defensa de valores tradicionales. Su discurso se alimenta del temor al desorden y promete “recuperar el control” del país, apelando a un votante que busca firmeza ante el aumento de la delincuencia y la migración irregular. Sin embargo, su visión autoritaria y su retórica polarizadora generan preocupación en sectores que temen un retroceso en derechos civiles y libertades fundamentales.
Desde el otro lado del espectro político, Camila Vallejo, militante del Partido Comunista y figura visible del Frente Amplio, emerge como una posible candidata de unidad dentro del oficialismo. Su perfil combina experiencia de gestión como vocera de Gobierno y un fuerte arraigo en los movimientos sociales. Vallejo propone una agenda centrada en justicia social, derechos laborales, fortalecimiento del Estado y una transición ecológica justa. Pese a su preparación técnica, su desafío radica en conquistar al votante moderado, especialmente en un contexto donde el desgaste del gobierno actual pesa sobre su figura.
En medio de estos polos ideológicos reaparece Franco Parisi, del Partido de la Gente, una figura inclasificable en la política tradicional chilena. Parisi, que nuevamente hace campaña desde el extranjero, representa un populismo digital que canaliza el descontento de quienes no se sienten representados ni por la izquierda ni por la derecha. Su discurso económico se basa en la promesa de una mayor participación ciudadana, reducción de impuestos y mayor eficiencia estatal. Recientemente amenazó con cortar el suministro de combustible que llega a Bolivia a través de los puertos chilenos, mediante decreto, si ese país se negara a recibir a los inmigrantes ilegales expulsados desde Chile, reflejando una visión simplista de los desafíos migratorios y una peligrosa instrumentalización de las relaciones exteriores con fines electorales.
La contienda aún está abierta, pero el clima es tenso. Los partidos tradicionales no logran reorganizarse con fuerza, y los independientes no necesariamente traen propuestas más responsables. A pocos meses de las elecciones, el debate gira más en torno a slogans que a proyectos concretos. La ciudadanía, mientras tanto, observa con escepticismo y espera algo más que promesas vacías.
Columnas de PABLO AGUILAR ACHÁ