Aeropuerto de Lima: no apto para mayores de 60
En días recientes, por motivos de trabajo, me tocó llegar al nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Según los concesionarios, esta nueva terminal ha sido diseñada para brindar más comodidad tanto a las aerolíneas como a los pasajeros. Sin embargo, la experiencia real dista mucho de ese propósito. En honor a la verdad, es una terminal mal diseñada, con más deficiencias que el viejo aeropuerto de Lima.
Por qué no es apto? Las razones son evidentes. Desde el lugar donde uno desembarca hasta el control de entrada hay que caminar casi 300 metros sin asistencia. No hay cintas transportadoras, como en el aeropuerto anterior. Es evidente que para una persona de la tercera edad, especialmente después de un viaje largo, recorrer esa distancia con su equipaje es agotador.
Otro gran problema es la zona de recogida de equipaje. Se ha colocado una única cinta transportadora para atender vuelos de tres aerolíneas, incluyendo a BOA. De esos vuelos desembarcan fácilmente casi mil maletas, lo que hace casi imposible identificar el equipaje en medio del caos. Muchas maletas acaban en el suelo.
El aeropuerto fue inaugurado en 1960 como reemplazo del antiguo aeródromo de Limatambo. Desde entonces, se consolidó como la principal puerta de ingreso al Perú y, durante décadas, fue motivo de orgullo nacional. En sus mejores años, el aeropuerto fue reconocido por su eficiencia dentro de sudamericana, siendo incluso premiado por Skytrax como el mejor aeropuerto de Sudamérica por varios años consecutivos.
El aeropuerto ha sido, históricamente, el principal hub de conexiones de LATAM Perú, así como una base importante para aerolíneas como Avianca, JetSmart y Sky Airline Perú, conectando a Lima con más de 40 destinos internacionales y más de 20 nacionales. En épocas prepandemia, recibía más de 23 millones de pasajeros anuales, cifra que sigue en proceso de recuperación.
En mayo de 2025, se inauguró una nueva terminal de 270.000 m2, con capacidad para atender a hasta 38 millones de pasajeros por año. Se prometieron eficiencia, modernidad y comodidad. Pero la realidad muestra otra cara: una infraestructura incompleta en accesibilidad, sobrecargada en logística y aún lejos de estar a la altura de los estándares internacionales de diseño inclusivo.
Hoy por hoy, Jorge Chávez conecta Lima con ciudades clave como Madrid, Miami, Santiago, Bogotá, Buenos Aires, Panamá y Atlanta, por mencionar solo algunas. Se proyecta como un centro logístico clave entre Sudamérica y Norteamérica, así como un punto de escala estratégica para Europa.
Sin embargo, toda esta conectividad pierde sentido cuando el diseño no considera las necesidades básicas del viajero común: comodidad, accesibilidad y orientación clara. Un aeropuerto no solo debe mover aviones y maletas; debe mover personas, muchas de ellas cansadas, adultas mayores, o con movilidad reducida. En lugar de sentirse acogido, el pasajero se siente abandonado en medio de pasillos extensos, con indicaciones escasas, servicios aún incompletos, y poca asistencia física o visual. Un aeropuerto no se mide solo por sus cifras o sus metros cuadrados, sino por la experiencia humana que ofrece. Hoy, el Jorge Chávez es la gran vitrina de entrada al Perú, pero lo que muestra no es hospitalidad ni modernidad pensada en los adultos. Es un espejo de las deficiencias en planificación urbana, en priorización de la experiencia del usuario y, especialmente, en la invisibilización de los adultos mayores.
Columnas de Constantino Klaric