Cuando dejas raíces
Hay noticias que sacuden y una de ellas ha sido saber de la muerte de Víctor Fagilde González, español de nacimiento y oficio, pero iberoamericanista de corazón.
Fagilde fue uno de esos no muchos embajadores que dejan huella por su trabajo y que, sin dejar de ser un excelente contertulio en eventos sociales, rompió la idea de que el servicio diplomático es sólo o fundamentalmente eso. Demostró que se trabaja y se lo debe hacer con entusiasmo.
Llegó al país como Embajador de España el año 2001 y se quedó hasta 2004. Vino de Guatemala, donde ejerció su primera función de embajador y tuvo entre sus colaboradores al actual embajador de España en el país. Antes, trabajó en las embajadas de España en Colombia y Santo Domingo, y fue Cónsul General en Río de Janeiro. Y de Bolivia, luego de una estancia en España, retornó a esta región del planeta que quiso y conoció tanto, sin importarle ser, primero, Cónsul General de Santiago de Chile y luego embajador en Ecuador, de donde partió a su país para no volver más, que no era su deseo.
Por los avatares de nuestros oficios fuimos, primero, cautos interlocutores para, con el tiempo, convertirnos en amigos a partir de un tema que nunca dejó de estar en nuestras tertulias: el país y su destino. Fagilde cobró gran afecto a Bolivia y la conoció como pocos, como conoció a sus gentes.
Felizmente, creo que el país correspondió condignamente ese afecto. Recibió varias condecoraciones y declaraciones de huésped ilustre por las obras que impulsó e hizo ejecutar en el campo de la producción, el turismo, el intercambio cultural, la seguridad.
Como con todo amigo, también mantuvimos disputas sobre algunos tópicos que sin ser resueltas no impidieron que en el transcurso del tiempo sigamos discutiendo, sea en Madrid o en Santiago de Chile o cuando descubrimos, no hace mucho tiempo, el “wasap”. Me contó que “después de casi tres años en Chile y casi cinco en Ecuador estoy de vuelta en el Ministerio, aunque sigo en la agenda americana” y me preguntaba qué haría una vez que me retire de Los Tiempos.
Le comenté que conocí a Enrique Ojeda, actual embajador de España, quien me contó que trabajó con él. “Sí, vamos envejeciendo —me respondió— y ya casi no intervenimos en el manejo del barco de la Patria, pero nos van quedando consuelos, porque algo hemos tenido que ver en lo que es”.
El último mensaje que recibí de Víctor fue en Navidad: “Una feliz Navidad para vosotros, en la que va a hacer falta mucho espacio para que quepa todo nuestro afecto…”.
Como con todo amigo, también mantuvimos disputas sobre algunos tópicos que sin ser resueltas no impidieron que en el transcurso del tiempo sigamos discutiendo