CIUDADANO X
“Si no hubiera sido por este movimiento político, el MAS-IPSP, tal vez en este momento estaríamos en una guerra interna, una lucha armada”. La frase pertenece a Evo Morales y fue pronunciada hace cinco meses. En el contexto actual, de múltiples bloqueos evistas con presencia de elementos armados, los dichos del expresidente pueden leerse más como una amenaza que como un diagnóstico, con esta posible traducción: “Devuélvanme el control del partido o desataré el caos”.
Además de constituir una grave confesión de parte, las declaraciones del exministro de la presidencia de Evo Morales, Juan Ramón Quintana, definiendo a los bloqueos que impulsa su sector político como “rituales que exigen sangre”, parecen confirmar lo comentado en una nota de marzo de este año, donde citábamos la “teología del crimen organizado” de la que habla el antropólogo mexicano Claudio Lomnitz.
En sólo 11 días, la República Oriental del Uruguay irá a la primera vuelta de sus elecciones generales, donde es previsible que la izquierda del Frente Amplio (FA) obtenga el lugar puntero, sin evitar el balotaje, instancia en la que los distintos partidos de la gobernante Coalición Republicana se unirían, equilibrando las chances de victoria, que puede favorecer a cualquiera de ambos bloques.
Bolivia comenzó un ciclo de inestabilidad política en el año 2000 con la llamada “Guerra del Agua”, proceso que luego continuaría con la “Guerra del Gas”, llevando al derrocamiento de un gobierno democrático y constitucional, e iniciando la era de regímenes masistas que se extiende hasta la actualidad, etapa caracterizada por el sistemático desmontaje de la institucionalidad republicana.
La salida del gabinete del ministro de Justicia, Iván Lima, mostró que existen líneas rojas que no deben cruzarse en la interna del masismo, al menos para los mentores autoritarios internacionales, que siguen viendo a Evo Morales como una ficha de utilidad.
La humareda de dinamitazos y pirotecnia, física y discursiva, desplegada por el evismo en su avance hacia La Paz (una pequeña “Marcha sobre Roma” del Mussolini del Chapare), quizás nos esté distrayendo de ciertos movimientos profundos, desplazamientos de placas tectónicas que van teniendo lugar al interior del partido de gobierno, sobre todo a medida que las opciones presidenciales más obvias del oficialismo se desgastan mutuamente y comienzan a surgir terceras y cuartas alternativas.
Mientras Bolivia busca cómo salir del pésimo sistema judicial basado en la elección popular de magistrados (donde la nueva votación de diciembre será apenas un mal menor frente a la auto prórroga indefinida de jueces), México se sumerge de cabeza en esa metodología fallida.
“Con Evo estábamos mejor”, dice la falacia favorita que el evismo hace circular por la calle. Del otro lado de la vereda interna, se contesta que “se descuidó la nacionalización”, pieza narrativa menos eficaz que, si bien alude a Evo Morales sin nombrarlo, también alcanza al actual mandatario, en su calidad de exministro de economía durante la época del “descuido”.
Plantear medidas de sentido común en el manejo económico suena hoy a utopía, en medio del caos que generan las idas y venidas en torno al Censo y el referéndum, maniobras en las que se mezclan la torpeza burocrática y los planes para “inclinar la cancha” en las elecciones del próximo año.
El pasado 6 de agosto, posteamos en X que en la propuesta de referéndum “se mezclan dos temas constitucionales con uno que no lo es. ¿Cómo se activa entonces el proceso? Puede ser una ambigüedad calculada, para manejar la convocatoria”.