Historias: niños, santos y sus restauraciones
Desde el complejo pegado de pestañas en los ojos (una a una y con cabello verdadero), el colocado de rizos en la cabeza o la casi imposible reconstrucción de estatuas que se rompieron en muchos pedazos son algunos de los pedidos que hasta hoy deben cumplir los restauradores de imágenes que se dedican en el país a arreglar santos de yeso y de otros materiales.
Quienes cuentan con talleres para atender esta delicada y apasionante labor son realmente contados. Por lo general heredaron la afición de generación en generación; algunos son además restauradores de artículos de anticuario.
Entre ellos está Isabel Quinteros Jaldín, una de las pocas mujeres en el país que está dedicada a este rubro desde hace 30 años.
Al entrar al espacio en el que trabaja se huele a “santo”: una mezcla de aroma floral, incienso y pintura. Aunque de los tres elementos sólo utiliza el último para dar color a sus restauraciones.
Entre lijas, espátulas, brochas y pinceles resaltan centenas de imágenes de diversos tamaños, procedencias y materiales. En medio de esta locación --que a momentos impresiona al ver los rostros rajados, huecos y hasta partidos de las imágenes-- está ella con su pareja de hijos jóvenes y una sobrina que la ayudan.
A todos se los ve muy concentrados realizando un minucioso trabajo que este mes prioriza a los niños del pesebre para celebrar la Nochebuena.
“Diciembre es para los niñitos. Hay otros meses del año como julio y agosto que llegan más virgencitas. Pero también suelen buscarme de las provincias para que vaya unos días a hacer reparaciones o mantenimiento a los santos de las iglesias”, cuenta.
Aunque la mayoría de sus colegas son varones, y muy pocos, ella asegura que la delicadeza y detalle del ojo femenino son idóneos para esta actividad. Tal vez por ello se ha convertido en una cotizada artista que comenzó desde muy niña reparando muñecas de porcelana.
“Mi maestra fue la señora Norah Gumucio de Arze. El taller era de ella y ahora es de su hijo, quien es pintor y también se dedica a las restauraciones”, dice.
Para Isabel los niños antiguos y los que vinieron del Perú (Cuzco) son los más hermosos que ha visto. Y hasta el lunes contaba con 200 trabajos por entregar, todos enumerados con fichas y el detalle del trabajo a realizar.
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DEDICACIÓN AL NIÑO
Isabel asegura que entre los clientes de antes y los actuales hay una sustancial diferencia: Las señoras que traían a sus niños a veces llegaban hasta con lágrimas en los ojos. “Los sacaban muy envueltitos, acariciaban, se despedían persignandose y con un beso. Como si se tratara de wawas reales”, relata .
“Hay mucha superstición en torno a los niños. Algunas personas creen que no se debe guardar una imagen rota porque el dueño sufrirá un accidente”, dice. Y cuenta que aunque aún conserva clientes cuidadosos, hay otros que llegan con el niño en cualquier bolsa o caja para dejarlos sin pena.
“Creo que antes era más difícil conseguir un niño. Eran como joyas; ahora se los reemplazan fácilmente porque hay una gran variedad, de todo material, y precio accesible para todo bolsillo”.
Entre los santos famosos que pasaron por la brocha restauradora de Isabel están la Virgen de Candelaria y el Señor de Burgos en Mizque, varias imágenes de Toro Toro y de templos de Tiquipaya, Sipe Sipe, Comarapa y Arbieto. El Cristo de la Recoleta y el Señor de Piñami.
Esta amante de las reliquias no aceptó comentar cuánto cobra por cada trabajo porque “depende de lo que haya que hacer”.
Explica que en algunos casos la restauración es profunda porque se debe sacar todas las capas de pintura anteriores, labor que es muy minucioso y requiere de mucho tiempo.
“En otros casos incluso debemos remildear los bracitos, piernas o torsos de los niños, cuando se trata de niños de vela”
Hay obras que le toman unas cuantas horas, pero otras incluso varios días.
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REPARACIONES EXPRESS
También existe otro tipo de “reparadores express”; los ambulantes o foráneos, que aparecen en esta época y se asientan en los puestos de las ferias navideñas para “curar a los niñitos y demás personajes del pesebre”, en cuestión incluso de unos pocos minutos, cuenta Jaime Quiñones, en su puesto de la feria navideña. Florentino Coca es su vecino de “tienda”. Ambos, junto a cerca de una docena de artesanos en el lugar tienen en común no solo el oficio de los arreglos; también venden adornos, velas, luces navideñas, objetos de yeso, musgo y ropa para el Niño las semanas previas a Navidad.
“El pegado de deditos de los niños o colar las cabezas, patitas y orejas de los animales de Belén son los pedidos más frecuentes”, dice Quiñones, quien ha bautizado a su labor como “arreglista express”.
Miestras su esposa vende en el mismo sitio y sus tres hijos (de 7, 5 y dos años) corretean por la vereda, se lo ve sentado a él durante todo el día, con las manos ajadas y manchadas de pintura, lijando, colando, o masillando las piezas.
“Yo mismo preparo los tonos porque es muy dificil encontrar el color exacto de la piel, así que mezclo varios hasta lograr unas tres tonalidades que son las más solicitadas: una oscura, una más clara y una media” dice.
Mientras tanto, Coca ordena sus carpicolas, masillas y yeso que emplea para “curar a las figuras” que le llevan.
“Dependiendo del trabajo, tardo entre unos 15 minutos a dos horas. Casi no me gusta agarrar trabajos complicados porque este negocio es ‘express’, a la gente le gusta que sea rápido y quiere llevarse su niño ese mismo rato”, asegura, con un tono entre burlesco y de verguenza para salir del paso y de la grabadora que observan sus vecinos vendedores, muy atentos a la entrevista.
Como ellos mismos describen, es un trabajo temporal que no requiere de mayor habilidad que el pegado, masillado, lijado y retoque de pintura. Por ello cobran, según el arreglo y a menudo también influye el rostro del cliente. Por lo general, una media en los precios oscilan entre los 15 y 70 bolivianos.
Muy pocos se animan a efectuar restauraciones mayores. De hecho, para realizarlas es necesario buscar talleres más especializados y experimentados en este rubro, dice Gonzalo Arnez (68), en la feria navideña mientras sostiene un par de juegos de ropa blanca para su niño, muy bordada con lentejuelas y mostacillas doradas.
“Yo siempre hice restaurar mis imágenes en el taller Íconos que está en la Colombia y es bastante famoso”, comenta ...
“Siempre le mandamos a confeccionar trajecitos especiales a nuestro Niño para Nochebuena, pero esta vez mi mamá se accidentó y no tuvimos tiempo de hacer uno a medida como cada año. Pero por suerte estoy encontrando muy lindos”, dice.
También compra unas sandalias doradas y una corona de flores pequeñas. Dice que su imagen “es una reliquia” porque es europea muy antiguo y de un material que hoy ya no se encuentra.
“Es tallado en madera de palo de rosa y está bañado con cera. Debe tener por lo menos unos 150 años o más. Perteneció a mi bisabuela y sé que ella lo heredó”, afirma.
Tras un momento de exquisita charla, contó que antiguamente se acostumbraba regalar a las novias que contraían matrimonio una imagen del Niño Jesús para que reinara en el nuevo hogar la paz y el amor, y para que la pareja tenga muchos hijos.
“La tradición reza que el niño nunca debeiera ser comprado, sino obsequiado o heredado, sólo así cumple el papel de protector”, relata Arnez.
Y finaliza diciendo que su niño “nunca se rompió”, pero que cada año recibe un mantenimiento general.“Lo hago limpiar, aumentar algunas pestañas que se le caen y revisar sus rulitos que son de pita , muy antiguos”.
VALIOSAS HERENCIAS
En Cochabamba existen imágenes de niños muy antiguos que pertenecen a distintas familias. Algunos fueron importados de España, Alemania, Francia o Italia y tienen más de 100 años de antiguedad.
Éstos por lo general son más grandes que los que que usualmente se ve a la venta, y fueron fabricados en materiales como la cerámica, porcelana, madera , cera (vela), pasta de arroz o marmolina.
Entre ellos está el niño de la familia del historiador Humberto Guzmán Arze y los de algunas parroquias como la del Señor de Burgos en Mizque, que supera los 200 años de vida.
Muchos de los niños antiguos están protegidos por un panal de vidrio que hoy ya no se encuentra, salvo en algún anticuario.
Los niños cusqueños también están entre la variedad de imágenes antiguas y muy valoradas por su belleza y detalles .
“Los niños locales ya se fabrican en serie, en moldes y son de yeso. No tienen tanta hermosura como los cusqueños”, asegura la restauradora Isabel Quinteros.
EL NIÑO DE CERA DE HUMBERTO GUZMÁN ARZE
Rosario Guzmán, hija del destacado historiador boliviano Humberto Guzmán Arze, es la propietaria de esta antiquísima reliquia del niño Jesús, de tamaño natural.
La imagen fue moldeada en cera (Imagen superior) y es del tamaño natural de un bebé.
“Charito”, como la llaman con cariño, no recuerda exactamente si a la imagen, que la heredó de su madre, Carmen Arze viuda de Guzmán Achá, fue de su abuela o bisabuela.
Tampoco sabe con exactitud los años que este niño estuvo en su familia, “pero fueron muchísimos” -dice- porque pasó de generación en generación y siempre lo hemos cuidado con recelo.
“Un año la casa sufrió un accidente cerca a Navidad debido a un incendio ocurrido por las velas que estaban encendidas.
Yo siempre me emociono con el nacimiento y armo el pesebre lleno de velas, luces y otros elementos. Lamentablemente ardió y no sé cómo mi niño se salvó de milagro”, relata la propietaria de esta hermosa imagen.
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CARACTERÍSTICAS DE LOS NIÑOS, SEGÚN REGIONES
Son diversas las características de las imágenes de niños, según el lugar y la época en que fueron fabricados. Los más antiguos se distinguen por haber sido tallados, esculpidos o moldeados a mano; son piezas únicas y de materiales poco comunes como la porcelana, cerámica, madera o vela.
Sus rasgos son de tipo europeo: ojos claros, cabello café a rubio y tez muy blanca. De estos quedan escasos, al menos en Cochabamba. La mayoría estaba en posición boca arriba y una pierna semi levantada.
Los niños cusqueños también son antiguos. Sus rasgos son más criollos y su tez más oscura; aunque también los hubo con ojos cafés, pero más de ojos negros. Tenían cabellos rizados y pestañas. Se diferencian del resto porque en el paladar les ponían un espejo, ojos de cristal y mucho detalle en los dedos de las manos, pies y rodillas. Por lo general, los hacían hechados de costado, apoyados sobre un brazo.
LOS NACIMIENTOS Y SU SIGNIFICADO
Colocar nacimientos, pesebres o Belenes en Bolivia es una costumbre española, donde por tradición católica se sigue el legado de San Francisco de Asís. Aunque no hay precisión en los datos, se cree que fue el año 1223 cuando el santo decidió escenificar el nacimiento de Cristo, en Italia, con personas y animales reales para que la población conozca y transmita la historia.
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IMÁGENES CUZQUEÑAS
Muchas familias bolivianas atesoran la imagen de antiguos niños cuzqueños. Esta tradición viene de la fama de los ceramistas de esa región peruana, valorados por crear manualmente a sus santos.
En el siglo XVI se instauró en la plaza cusqueña la feria “Santurantikuy” (venta santa), donde se ofertaban imagenes que se hicieron famosas por sus detalles.
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