Dengue: El mosquito no tiene (toda) la culpa
Una movilización semimilitar salió, el domingo 12 de febrero, a la caza del “indeseable que proviene de Egipto”, o “Aedes aegypti”, traducido de su nombre científico. El operativo involucró a cerca de 12 mil efectivos policiales, militares y funcionarios ediles de la Gobernación y el Ministerio de Salud. Ellos participaron de la “Gran minga, unidos contra el dengue” en 320 manzanos de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Ello porque el “indeseable” ya está acusado de más de 6.000 contagios y 17 muertes en el país. Tras su esperada reaparición en cuestión de seis semanas se convirtió algo así como en el enemigo público número uno del momento.
Sin embargo, “el indeseable” no habría llegado a semejantes excesos si no hubiese contado con sus respectivos cómplices. Es más, probablemente, hubiese continuado siendo un importante prestador de valiosos servicios ambientales como lo fue durante, probablemente, siglos. Pero a los Aedes aegypti los humanos les cambiaron el ambiente y, como es natural, se adaptaron a lo que apareció. Fue una cuestión de mera supervivencia.
“Los mosquitos necesitan agua estancada para poner sus huevos -explica el biólogo Juan Carlos Coaquira-. Las hembras precisan una fuente de proteínas para sus huevos que la hallan en la sangre de animales mayores. Cuando sus ciclos se realizan en ciudades, el agua y la sangre están a su alcance, sobre todo, en las zonas de peor infraestructura sanitaria. Al picar para obtener sangre transmiten virus, en este caso, del dengue. Virus que, también, por otros fenómenos alterados por el hombre, deben adaptarse a otros nuevos ambientes”.
Peligrosas recaídas
Es lo que les pasó en Santa Cruz, hoy el epicentro de la epidemia de dengue. La capital cruceña, la mayor urbe boliviana, según datos oficiales, hoy alberga el 62 por ciento de los casos en el país. En los registros de esas estadísticas ya ingresaron Alberto López Carranza y Marioly Pérez (nombre ficticio). Dos de los más significativos porque ambos enfermaron por segunda vez de dengue.
“Hace dos años me dio y duró cuatro días, pero fue, sobre todo, fiebre, dolor de cabeza, cansancio y molestias articulares -explica Alberto-. Pero esta vez fue terrible, no se lo deseo a nadie. Aparte de los síntomas de esa vez, me vinieron un dolor de espalda muy fuerte, mucha debilidad, náuseas, molestias estomacales y sarpullidos. Perdí totalmente el apetito, es más, no podía ver la comida ni menos oler fritos o cocidos. Encima el malestar parecía que no pasaba”.
Alberto, además, comenta que se enteró luego de que su amiga Marioly había sufrido un problema similar, también recaía. Él llegó a necesitar un tratamiento especializado basado en sueros con dosis importantes de vitamina C intravenosa. Ella la pasó peor, debió ser internada de emergencia. Permaneció en el hospital durante cuatro días. A ambos y a los otros miles de casos les tocó el dengue, pero no como a veces suele suponerse, por una especie de ruleta rusa. El dengue que transmite el “indeseable llegado de Egipto” afecta en especial a determinados grupos humanos y para que ello suceda intervienen otros agentes.
Los más afectados
“Lamentablemente, la gente más pobre es la primera afectada –dice Julio Koca, director de Servicio Departamental de Salud (Sedes) de Santa Cruz-. Hay mayor incidencia en zonas donde no cuentan con un buen sistema de alcantarillado, limpieza y, por ejemplo, se acumulan aguas por falta de asfaltado. Viene a ser una enfermedad más social. Pero también, el virus del dengue N2 que está circulando afecta a personas que tienen enfermedades de base o un sistema inmunológico inmaduro. Por ello, han enfermado niños menores de cinco años y un número importante de mujeres embarazadas. Son los grupos más afectados”.
Koca, médico especializado en salubridad, añade que el dengue N2 constituye una variante más agresiva que la que circuló en años pasados (N1). Explica que la actual variante genera daños hemorrágicos internos. Además, no responde a una inmunidad cruzada, es decir, que quienes enfermaron con la N1 igualmente pueden contraer la actual. Esto, en determinadas personas, debido a una baja del sistema inmunológico, toma características graves. Por ello, algunas presentan menos síntomas por tres o cuatro días. Otras padecen una afectación como la de Alberto y de otras su cuadro es más grave, como la de Marioly.
Vale remarcar que, en ese marco, las probabilidades de enfermar con dengue en Santa Cruz han ido aumentando marcadamente por los factores citados por Koca. Por una lado, al convertirse en el mayor centro urbano de Bolivia, el ritmo de vida crea un importante bolsón de personas con enfermedades de base y problemas de baja del sistema inmunitario. Por otro, la acelerada y descontrolada urbanización genera zonas marginales cada vez más grandes. Zonas, desprovistas de servicios básicos y con crecientes problemas de hacinamiento. Cuando llegan las épocas de calor y lluvias y, con ellas, la etapa de reproducción de los mosquitos, todo confluye para que se desate la epidemia del dengue.
Cifras récord
Así lo pudo confirmar la propia “gran minga” de emergencia realizada el domingo 12. “Establecimos que cada casa tiene entre siete y 10 criaderos de mosquitos –alerta Carlos Hurtado, gerente del Sedes cruceño-. El índice de positividad (cantidad de pruebas que dan positivas por cada 100) es de 19 por ciento, esto significa que la enfermedad todavía está en descontrol. En apenas seis semanas epidemiológicas, este año ya se ha convertido en el segundo más alto de los últimos 15 años en cuanto a casos positivos. Tenemos más de 4.840 casos y el más alto fue el año 2011, con 6.000 casos. Pero aún prevemos un pico de seis a ocho semanas, y consideremos que sólo hoy hubo 300 casos. Seguramente será el año con más casos”.
Hasta el cierre de esta edición, en Santa Cruz, 11 casos fatales por dengue estaban confirmados mientras que el Comité Científico evaluaba otros ocho. La emergencia obligó a la habilitación de decenas de camas en los hospitales públicos, así como de laboratorios. Se aguardaba, además, que las autoridades nacionales hagan su parte asignando más personal. Sólo cuando el índice de positividad desciende a menos de 10 se considera que la enfermedad ha sido controlada. Con esa esperanza, las autoridades prevén tener resultados de la “gran minga” en cuanto a la contención de la epidemia a mediados de esta semana.
Mientras tanto, Alberto López atravesaba su octavo día de convalecencia. “Aún estoy con dieta, con debilidad y bajé de peso -explica-. Recién empecé a tener apetito y se pasó la repulsa que sentía por las comidas. El médico me dijo que probablemente me afectó al hígado. Afortunadamente, entre los sueros, la hidratación y un cierto nivel de descanso parece que pasó. Pero pienso en la gente que no tiene atención adecuada, como aquellos niños a los que no atendieron en algunos hospitales públicos. Y pienso también, con pesar, en nuestra amiga Marioly, era una activista por el medioambiente muy apreciada. Dicen que falleció porque llegó al nivel hemorrágico”.
Autopista del mosquito
Paradójicamente, el dengue se cobró la vida de una persona que frecuentemente recordaba una de las causas que se denuncia como detonante de este mal. “Bolivia y, especialmente, Santa Cruz se hallan en lo que se ha denominado ‘la autopista sudamericana de los mosquitos’ -explica Coarite-. Esta incluye a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, países donde se disparó el dengue en las últimas dos décadas. En los cinco, se destruyeron millones y millones de hectáreas para sembrar soya y otros monocultivos. En esos bosques, los mosquitos eran parte de la cadena biológica. Otra gran porción de los bosques fue arrasada por el negocio inmobiliario que llega con gente migrante”.
El biólogo explica que la cadena natural se rompió a medida que se quemaron las selvas o se aplicaron plaguicidas en los campos manejados por la agroindustria. Los mosquitos aportaban en la polinización, fijación de nutrientes en el suelo, reciclamiento de materia orgánica, etc. A su vez eran alimento de peces y anfibios, quienes, por su parte, regulaban la proliferación de los mosquitos. Pero todos esos complejos procesos resultaron alterados y “el indeseable” empezó a honrar su apelativo en las ciudades.
“Es el indicador de grandes problemas que van muy lejos -añade el biólogo-. Contra esto no han funcionado ni vacunas ni unos experimentos para esterilizarlos. Y tampoco se lo frena con fumigaciones y aplicación de químicos. Se ha perdido mucha ubicación en cuanto a lo que sanamente debería hacerse. En suma, no toda la culpa del dengue la tienen los mosquitos que lo transmiten. Incluso hay más variantes y otras enfermedades. Quién sabe, hagan falta varias otras especies de “mingas” para comprenderlo”.