Fernando Soria: “Aspiraba a una mención, y me dijeron que gané el premio”
La pandemia de la Covid-19 postergó por algunos meses uno de los momentos consagratorios en la vida profesional de Fernando Soria. Este 23 de marzo debía recibir en Madrid el premio Rey de España por su crónica “La esencia de la tiranía”. Se trata de un relato que describe la vida en la cárcel cruceña de Palmasola. El texto, centrado en la historia de un recluso apodado Oti, devela cómo los presos imponen su ley, las mafias operan y se cometen delitos atroces dentro del penal. Sobre ese complejo mundo y el oficio periodístico Soria conversó con OH!
-Usted trabaja en una de las áreas más exigentes de los diarios, pero a la vez en las que más intensamente se vive el día a día. Seguramente, el saberla llevar le dio un muy buen pie para escribir esa crónica ganadora. ¿No es cierto?
- Correcto. En mis inicios también, como sabe, nos mandan al área de seguridad. Como muchos, yo quería que me mandarán a deportes, pero había vacante en seguridad. La tomé con la expectativa de que en algún momento pasaría a deportes, pero me gustó el área y estuve trabajando cuatro años allí. Fue precisamente en la época en que sucedió todo el conflicto en torno a Oti. Por eso, también pude conocer en detalle, desde un comienzo, cómo se desarrollaron los hechos.
- ¿Cómo fue construyendo esa historia tan compleja que en el fondo viene a ser la cárcel de Palmasola?
- Sumé el seguimiento del caso Oti y la experiencia de los terribles sucesos que cada cierto tiempo pasan en esa cárcel. Fueron hitos como la fuga masiva que hubo el año 2007, el asesinato de policías que involucraba a Oti o la masacre en la que murieron 35 personas en 2013. Al estar permanentemente inmerso en esos temas y al sorprenderme por cómo la gente se acostumbraba y veía normales esos sucesos delictivos. Vivíamos acostumbrados a decir: “Palmasola es así nomás”.
Hubo un tiempo, por ejemplo, en que se asumía que cuando había un robo de vehículo, no se debía acudir a la Policía. Sólo había que esperar el llamado de la cárcel y recuperar ese motorizado por 1.000 o 2.000 dólares. Años más tarde pasó lo propio con las estafas telefónicas. Todo el mundo sabía también que provenían de Palmasola. Y se normaliza todo eso y otras cosas muy terribles, y todo desde el anonimato.
Mi acercamiento mayor vino en 2008 cuando la intervención. Surgieron voces que se atrevieron a denunciar y destapar eso, gente que se atrevió a dar la cara para hacerlo. Ya se había llegado al colmo. Sucedían cosas atroces en la cárcel. Visité muchas veces Palmasola y hablé con gente que vivió todo lo que sucedía ahí adentro.
- En medio de esa “normalización”, ¿qué hechos son los que más le han conmovido o indignado de Palmasola?
-Por ejemplo, cómo, a pesar de que se destapan casos graves, no hay ningún tipo de resarcimiento para las víctimas. Más allá del impacto de algunas historias atroces que le pueden pasar a una persona, está esa injusticia. Por ejemplo, el caso de Reynaldo Ramírez, a quien condenaron a 30 años de cárcel pese a que había pruebas científicas de su inocencia. También el caso de un muchacho llamado José Alonso Soquere que tenía problemas mentales y su condición no ameritaba cárcel. Fue condenado a tres años de cárcel y permaneció siete años y medio.
No hay ninguna intención, siquiera, de reparar los daños que les hicieron a estas personas. Ramírez fue condenado por un feminicidio a 30 años. Cumplió dos, pese a que había pruebas de su inocencia. Si bien hay un proceso contra el juez y el fiscal que lo condenaron, él debe ir y volver de Cochabamba a las audiencias, y el caso se posterga y posterga. Es algo parecido a la batalla que tuvo que lidiar para poder salir. Tampoco avanza el proceso para que el Estado le reconozca los daños y perjuicios que se le han causado a tres años de que salió de la cárcel.
Y sólo es un caso así entre más de un centenar de personas que han sufrido cosas parecidas.
-¿Se repite el fenómeno de que las cárceles son un botín antes que un centro de rehabilitación ni mucho menos?
- Es un botín del que algunas instituciones pueden sacar réditos. En Palmasola se cobraba por dejar entrar todo: alcohol, armas, teléfonos, televisores, equipos de aire acondicionado, prostitutas… Todo eso entraba por la puerta principal. Eso no podía pasar camuflado por los controles o por encima de la barda como pasaban las bolsitas de marihuana.
Había cosas por las que se pagaba para que entren a Palmasola. Se sabe que se pagaba hasta por dejar que la pareja y los hijos de algunos reclusos vivan en la cárcel. O sea, menores de edad y mujeres inocentes iban a vivir a la cárcel. Ese fue uno de los detonantes de la intervención de 2018 porque una menor de siete años fue violada. Y la niña ni siquiera tenía relación de parentesco con el sujeto con el que vivía. Se descubrieron videos sobre ese caso.
Ese sistema de cobros era señal de los abusos de poder de las autoridades y también de los propios presos. Y, a partir de ese destape, también se descubrió la corrupción que había en el poder judicial.
- ¿Cómo se dio modos para escribir la crónica? Sabemos que los periodistas bolivianos no tienen márgenes de tiempo y, por lo general, deben recurrir a una doble agenda para lograr hacer trabajos de largo aliento.
- Con la ventaja de que cubrí toda la intervención a Palmasola, tuve que sacar tiempo de donde no hay. En el área de seguridad uno debe estar atento a toda hora a la coyuntura. Incluso cuando está cerrando sus páginas suele suceder algo grave. Y hasta uno se va a dormir pensando en lo que estará pasando en ese momento y cómo amanecerá la jornada. Es un área muy sacrificada y desgastante.
La intervención a Palmasola fue algo histórico no como solución, sino como revelación de hechos. En medio de la rutina yo volvía a casa a escribir, a seguir investigando y profundizando las partes en las que me parecía que la historia era flaca. Implicaba trabajar de 22:00 hasta cerca de la madrugada y los fines de semana en que tenía libre. La escritura me tomó unos tres a cuatro meses.
-¿Cómo ha desarrollado el estilo para escribir su crónica?
- Siempre me llamó la atención este género porque soy un aficionado a la literatura. Esa experiencia fue fundamental en la concepción de la estructura de la crónica para jugar con los tiempos, describir a los personajes, etc.
Recuerdo que de universitario no tenía mucho dinero como para comprarme libros. Entonces, me hice socio de la Biblioteca Municipal que, curiosamente, está frente al Palacio de Justicia. En ese tiempo me prestaba los libros y aprovechaba las dos horas diarias que implicaban mis idas y vueltas a casa en los buses para leer esas obras.
- Primero ganó el premio nacional Pedro y Rosa y luego postuló al premio Rey de España. ¿Cómo recibió la noticia?
- Mi amigo Roberto Navia la leyó y me sugirió que presente la crónica a concursos internacionales. Le hice caso porque es una voz autorizada en crónica. Tenía la expectativa de sacar una mención de honor. El día en que me llamaron yo preguntaba si era una mención lo que había logrado. Pero me decían que había ganado el premio. Me daban la sorpresa y mayor satisfacción profesional de mi vida.
PERFIL
Luis Fernando Soria Sejas es licenciado en comunicación social, tiene una Maestría en Comunicación Periodística. Además, ha realizado varios cursos de especialización. Ejerce como docente universitario y es periodista desde el año 2006. Desde hace cuatro años trabaja en el diario El Deber.