Más de 200 afectados de aluvión pasan carencias y apelan a la solidaridad
“¿Tiene un andador, dice que llegaron casi nuevos?”, le preguntó ayer Verónica (21) a Rosemary, la encargada del refugio Chilimarca, con el deseo de obtener el último que llegó que donación para su hija.
A la niña de nueve meses, Jael, le basta un pequeño espacio del albergue para dar sus primeros pasos aunque sea con un equipo usado.
Verónica y su niña son parte de las 210 personas, 31 familias, para quienes el refugio Chilimarca, un centro de salud adaptado, se convirtió en un nuevo hogar, luego del aluvión en el río Taquiña que impactó a Tiquipaya el pasado 21 de febrero.
Comen de una olla común, hacen turno para los baños y su alimentación depende en gran medida de las donaciones que envían las personas e instituciones solidarias.
Pese a todo se consideran afortunadas. Verónica da gracias a Dios por estar viva: “Nosotros somos cristianas, siempre estamos bien con Dios”, dijo con convicción.
Contó que el día de la mazamorra no estaba en su casa, sino en su iglesia.
Una piedra grande que trajo el deslave en el Tunari tapó su puerta, en la calle 16 de Julio y Circunvalación. El lodo entró al patio y cuartos.
Verónica sabe que pronto podrá volver a su casa, cuando saquen la mazamorra y haya agua. Sin embargo, lamenta que otras familias no lo puedan hacer.
“Hay personas en peores condiciones y no se rinden. El agua se llevó todas las botellas que reciclaba una muchacha, que también tiene su hijita. También toda su casa, sólo le queda un cuarto. Me pongo a pensar qué va ser de ella”, cuenta.
La encargada del refugio, Rosemary Saavedra, está consciente de que ahora sólo atienden la emergencia. Si bien cada día su preocupación, como la de 150 funcionarios de la Alcaldía que apoyan en varias áreas para mitigar el desastre, es garantizar el desayuno, almuerzo y cena de los damnificados, también insta a pensar en el futuro.
“Ahora estamos atendiendo la emergencia, pero los temas de fondo son otros: la vivienda y la estabilidad laboral. Se tienen que ver los mecanismos legales para que las personas puedan continuar con la vida que tenían”, enfatizó.
Un recuento preliminar de daños da cuenta de 70 familias damnificadas, que lo han perdido todo, y unas 200 afectadas con casas dañadas. Se estima que 59 casas se tienen que demoler para recuperar la franja de seguridad del río. Pero, aún no hay datos de las pérdidas productivas. En los 12 barrios tocados por el desastre había talleres de costura, carpinterías, ferreterías y tiendas. Muchos tienen deudas con los bancos.
Reubicación
La Agencia Estatal de Vivienda informó que espera que la Alcaldía de Tiquipaya entregue la lista oficial de damnificados para avanzar con el plan de reubicación. Se conoce que la Alcaldía propondrá usar áreas verdes para construir viviendas.
La directora de la Agencia de Vivienda, Vanessa Torres, informó a la agencia ABI que una vez que tengan la nómina harán la evaluación y se reunirán con el director de Planificación, Ronald Vidal, para adelantar el trabajo de reconstrucción.
Por otro lado, el asambleísta departamental, Freddy Gonzales, denunció al alcalde Juan Carlos Angulo y al exgobernador Iván Canelas (MAS) por incumplimiento de deberes, pues Tiquipaya ya soportó una mazamorra en 2016 y un aluvión en 2018, por lo que debían tomar las medidas necesarias para evitar que el desastre se repita. La gobernadora Esther Soria lamentó que recién se fiscalice.
TESTIMONIOS
"Hay que repensar los puentes (son como de juguete). Es necesaria la reubicación de las familias que están cerca del río, hay que vaciar este lugar. Ya no se puede vivir aquí". Arturo Cruz. Vecino y costurero.
"El cerro (Linkupata) nunca se sabía tocar, ahora tiene sembradíos y caminos. La tierra se está aflojando, el cerro se está deshaciendo y dañando a la gente". Casta Aguilar. Vecina Tika Khatu.
"Cochabamba siempre se ha caracterizado por ser solidaria, sin embargo, lo que estamos pidiendo es más alimentos no perecederos, agua, vituallas de aseo". Daniel Campos. Voluntario de la Cruz Roja.